Memorias de un atracador

Sajalín publica la autobiografía de Noel 'Razor' Smith, uno de los más conocidos ladrones de bancos del Reino Unido

Fue condenado a cadena perpetua pero se rehabilitó en prisión gracias a la literatura

"Quise publicar traducciones de clásicos modernos, pero descubrí a Edward Bunker"

Noel 'Razor' Smith
Noel 'Razor' Smith / Sajalín editores

La ficha

Palabras amables y una pistola cargada. Noel 'Razor' Smith. Traducción de Diego de los Santos. Sajalín editores. Barcelona, 2024. 635 páginas. 29 euros

¿Puede leerse la vida de un atracador de bancos como si de una novela de aventuras se tratara? ¿Puede querer uno seguir y seguir leyendo las peripecias de un tipo que se ha pasado más de media vida en la cárcel hasta que le pesen los párpados y a la mañana siguiente no se acuerde de las últimas páginas? ¿Puede uno empatizar con un fulano que, cierto es que no mató a nadie, pero metió mucho miedo a más de una y más de dos personas y se convirtió en uno de los principales enemigos públicos del Reino Unido?

La respuesta a todas estas preguntas es sí. Palabras amables y una pistola cargada es el inspirado título de la autobiografía de un atracador de bancos inglés, Noel Stephen Smith, más conocido como Razor (maquinilla de afeitar en español), que acaba de publicarse en España de la mano de la editorial Sajalín. El título está inspirado en una frase de Al Capone que dice así: "Con unas cuantas palabras amables y una pistola cargada llegarás más lejos que solo con unas cuantas palabras amables".

Esta obra llega a las librerías españolas veinte años después de su publicación original en el Reino Unido. Y, como es marca de la casa, lo hace con una preciosa y cuidada edición enmarcada dentro de la colección Al margen, ese catálogo de literatura del arroyo en el que se incluyen algunos de los mejores jardineros del mal del panorama literario mundial. Es la número 59 de la colección. Y la 60, ya publicada también, es una novela de David Goodis. Casi nada.

Tan preciosa y cuidada es la edición que muestra en la portada una fotografía de nuestro autor protagonista sosteniendo a un bebé con la mano derecha y una escopeta con la izquierda. "Papá, ¿qué le va a hacer ese hombre al bebé?", preguntó el hijo de seis años de quien escribe esta reseña al ver el libro descansando en la mesilla de noche. Todo con unos tonos rojos, el color del fuego y de la sangre, que obviamente pueden asustar a cualquier lector accidental que no alcance la edad mínima recomendada.

Es una de las pocas obras de no ficción de la colección, y es imposible no emparentarla con otra autobiografía de otro delincuente, el norteamericano Edward Bunker, cuya obra maestra, No hay bestia tan feroz, inaugura precisamente esta colección en la que ahora ven la luz las memorias de Noel Smith. Como éste, Bunker se redimió en prisión y escribió algunas de las mejores obras criminales del siglo XX, básicamente porque era un tipo que sabía de lo que hablaba cuando describía las dificultades que un delincuente tenía para encontrar un trabajo honrado, o las sensaciones que se experimentaban al coquetear con las drogas. Bunker contó su vida en un volumen titulado La educación de un ladrón, que está publicado también en esta misma colección, como toda su obra.

Bunker era americano y Smith es inglés, pero se dedicaban a lo mismo. Smith no pertenecía a ninguna familia desestructurada ni se metió a ladrón por necesidad o porque se enganchara a las drogas, como la mayoría de los delincuentes comunes de todo el mundo. Smith robaba por adicción, pero no a ningún estupefaciente, sino al subidón de adrenalina que provocaba su cuerpo cada vez que empuñaba una escopeta y entraba en un banco. No mató a nadie, pero asustó a mucha gente. Fue lo que él mismo califica como un delincuente profesional, alguien que hizo de la delincuencia una forma de vida y que calculaba cada golpe hasta el más mínimo detalle.

Salvo que seas el profesor de La casa de papel o cualquier otro personaje de una ficción nada creíble, un tipo que se dedica a los atracos suele terminar entre rejas. Y Smith ya estuvo privado de libertad siendo aún menor de edad. Aquella experiencia en un correccional le valió para describir las torturas y las barbaridades a las que el sistema judicial y carcelario británico sometía a los menores delincuentes en los años setenta del siglo pasado.

Una vez cumplidas sus primeras penas y recuperada la libertad, nuestro antihéroe se dedicó a pegar todo tipo de palos para conseguir dinero fácil y rápido que pulirse en cuestión de horas porque no tenía dónde guardarlo. Estafas, robos, atracos, su actividad frenética puso a toda la Policía británica tras su pista y, lógicamente, aquello no podía terminar bien. Smith fue acumulando años de prisión como hay quien colecciona estampas de Semana Santa. Y, sin embargo, lejos de aburrir, es precisamente en las descripciones de la vida en la cárcel, los motines, las rebeliones, los enfrentamientos con los funcionarios y las crueles venganzas de éstos o el uso de los excrementos como armas donde el libro se muestra especialmente brillante. Y escatológico, claro.

La obra de Smith es un tratado de la vida carcelaria, que sin duda contribuyó a que el Gobierno británico modificara las cosas a finales del siglo XX. Su insistencia con el delito, sus fugas, su carácter indomable que le llevó a rebelarse y a enfrentarse con cualquier representante de la autoridad, a pesar de tener siempre las de perder, le llevaron a una condena a cadena perpetua, que sin embargo no le impidió salir de la cárcel en el año 2010 para ya no volver a pisarla.

Es decir, este libro se escribió y se publicó originalmente cuando su autor estaba en prisión. Smith encontró en la escritura una forma de redención, aunque él mismo confiesa que lo que verdaderamente le apartó del submundo fue la muerte de su hijo de nueve años. Nadie, por muy malo que sea o haya sido, debería pasar por algo así.

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