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Crisis económicas en España, 1300-2012. Lecciones de Historia. Francisco Comín y Mauro Hernñandez (eds.). Alianza Editorial. Madrid, 2013. 357 páginas. 26 euros.
Las coyunturas económicas ayudan siempre a comprender el crecimiento a largo plazo y en ellas se incuban tanto las oportunidades de acumulación como las ocasiones de conflicto. La cita del maestro Pierre Vilar puede servir de ilustre atrio a este libro que no es un ensayo más entre los muchos títulos que están apareciendo en torno al problema de la actual crisis económica sino una reflexión histórica que aplica la perspectiva del tiempo largo para comparar los mecanismos de las coyunturas depresivas que han jalonado nuestro pasado, consideradas entre sí y respecto a la Gran Recesión que hoy sufrimos, sombra que parece inseparable de la llamada segunda globalización.
Cada tiempo ha tenido su crisis, ligada a factores tecnológicos, sociales o institucionales que nunca se repiten del mismo modo. Pero la personalidad de una época no ha desalentado a los autores de este volumen -todos ellos especialistas de primer rango académico- de emprender una historia comparada de las coyunturas adversas que erizan la historia de España desde la depresión del siglo XIV hasta las crisis industriales y financieras de la edad contemporánea. Un esfuerzo de síntesis y divulgación poco habitual entre profesores acostumbrados a trabajar cada uno dentro de su parcela de conocimiento. En estas páginas, orquestados por Francisco Comín y Mauro Hernández, logran sin embargo responder a las preguntas que nos estamos haciendo todos: ¿hubo otros episodios especulativos antes de la reciente burbuja inmobiliaria?, ¿qué función jugaron las crisis agrarias en la economía capitalista?, ¿y el papel de la industria?, ¿ha sido la balanza comercial un indicador útil para conocer la salud de la economía que permita detectar el advenimiento de una crisis? Cuando ésta finalmente llegaba, ¿supo actuar el Estado con medidas de intervención sobre la banca privada?, ¿e inocular esta misma vacuna contra sus propios excesos? En fin: ¿qué secuelas dejaron las sucesivas debacles económicas y cómo se consiguió salir de ellas?
Los ensayos aquí reunidos demuestran que el papel del Estado fue históricamente uno de los factores determinantes en la gestación de las crisis económicas españolas. Primero, en tiempos modernos, debido a los costes militares y administrativos del Imperio que engordaron una deuda pública (flotante o consolidada a través de juros y asientos que asumían particulares) que llegó a ser crónica. Más tarde, durante el régimen liberal, porque los sucesivos gobiernos fueron incapaces de impulsar un programa de política económica coherente y alternaron períodos de liberalismo con otros de proteccionismo furibundo para frenar el desafío que suponían los artículos a precios muy competitivos que venían del exterior. Unas medidas contradictorias que provocaron, en el contexto de la primera globalización, el hundimiento de las rentas y de los salarios en el campo. Los gobiernos del siglo XX que aplazaron la reforma tributaria tampoco resolvieron el asunto y el enroque del régimen franquista en el intervencionismo prolongó la recesión de los años 30 innecesariamente hasta la década de los 50.
La industria fue, en tan distintas épocas, uno de los sectores más afectados por la falta de crédito consumido en actividades improductivas o en satisfacer los intereses de la deuda. Y la inflación española, en los sucesivos episodios históricos, puede entenderse asimismo como una consecuencia de la errónea gestión de la deuda pública y de la voracidad recaudatoria del Estado que buscaba suplir su déficit con otros arbitrios. El resultado ha sido en distintas coyunturas el mismo: la pérdida de credibilidad de los títulos de deuda y la subida de los precios. Cierto que los conflictos bélicos tampoco ayudaron. Antes bien, exacerbaron esta tendencia como se demostró después de la Guerra de la Independencia que dejó luctuosa herencia en el XIX. Y de nuevo tras la Guerra Civil cuyos retrasos de amortización lastraron la recuperación económica española hasta los años 60.
La iniciativa privada también nos aporta, según los autores, importantes lecciones históricas. Las crisis bancaria de 1866 reprodujo, a escala nacional, el patrón de las operaciones de alto riesgo que ya había ensayado la banca sevillana del Renacimiento a menor escala. En ambos casos se dieron créditos con fondos ajenos difícilmente convertibles cuando llegaba el momento, provocando los problemas de morosidad e insolvencia que hemos visto repetirse en los últimos años. Y en ambos ejemplos estos episodios vinieron después de ciclos de bonanza económica y entrada masiva de capitales extranjeros. Buscando un beneficio rápido y extraordinario surgieron, por cierto, alrededor de las coyunturas alcistas, logreros y aventureros que se dedicaron al negocio especulativo generalmente apoyados en posiciones de dominio de mercado. Esto ocurrió con el vellón, aquella moneda fraccionaria de la Castilla del Siglo de Oro, y en tiempos recientes con el estraperlo.
Ya ven ustedes. Los patrones de comportamiento se repiten dentro del modelo capitalista. Y el perfil español, con mayor peso de la economía rentista y de la presión del Estado, nos resulta muy familiar. Sin embargo, la fase expansiva del euro y la abrupta recesión posterior -concluyen los autores de este libro- ha dejado a España en una posición más vulnerable que en las crisis anteriores en la medida que no es posible recurrir a la devaluación de la moneda propia y que la dependencia de la demanda mundial estancada es mayor ahora que nunca.
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