Lecturas prohibidas en la ciudad convulsa

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El Paseo recupera, 15 años después de su publicación, el debut en la novela de Eva Díaz Pérez, 'Memoria de cenizas', historia de una comunidad protestante en la Sevilla del siglo XVI

Eva Díaz Pérez (Sevilla, 1971), en el Castillo de San Jorge, sede de la Inquisición.
Eva Díaz Pérez (Sevilla, 1971), en el Castillo de San Jorge, sede de la Inquisición. / Manuel Lamprea

A Félix de Azúa le asombra que la figura de Casiodoro de Reina se haya desdibujado en la bruma de los siglos y no haya perdurado hasta el presente con la nitidez que merecía. "Es como si la Inquisición de Felipe II hubiera ganado la batalla y sepultado en el más oscuro olvido, no ya a Reina, sino también su maravillosa traducción, la conocida como Biblia del Oso, traducción escrita en una lengua que tiene la altura, la grandeza literaria del Quijote", defiende el escritor y académico, que firma el prólogo de la nueva edición que ha publicado el sello El Paseo de Memoria de cenizas, la novela de Eva Díaz Pérez que recreaba la peripecia de Reina y de todos aquellos –los monjes de San Isidoro del Campo, los nobles que debatían en reuniones clandestinas sobre la Reforma cristiana– que pagaron con el destierro o la muerte la osadía de buscar el conocimiento en un tiempo de fanatismos.

Las librerías recuperan así una obra que se editó por primera vez en 2005 y que estaba descatalogada pese a que "había muchos lectores que me preguntaban por ella. No se podía encontrar, ni siquiera en el mercado de segunda mano. Estuve dándole vueltas a qué podía hacer y pensé en El Paseo, porque David [González, el editor] es amigo y porque en unos años ha creado un catálogo de referencia", dice la autora sobre aquel extraordinario debut en la novela, un libro por el que siente "cariño" y que la ha "acompañado siempre".

La inspiración le llegó a Díaz Pérez, una de las periodistas culturales más reconocidas, en una visita a San Isidoro del Campo para hacer un reportaje. "Recuerdo que ese día estuve nerviosa. Quería saber qué había pasado allí", en un enclave que definiría más tarde, ya en la escritura del libro, como "el más extraño lugar sagrado de toda la cristiandad católica", donde en vez de "leer a los padres de la Iglesia" se hablaba y debatía a Erasmo, "ese sabio de Rotterdam que había revolucionado las mentes cristianas y que había traído iguales pasiones y odios".

"Me parecía sorprendente", prosigue Díaz Pérez, "que en una ciudad tan importante para la contrarreforma se hubiese producido un brote protestante, y que estuviese implicada gente con poder en la Iglesia", hombres como Juan Gil o Constantino Ponce de la Fuente, que fueron canónigos magistrales de la Catedral de Sevilla. La historia resultaba tan fascinante que la narradora no quiso añadirle demasiados elementos de ficción. "Es una novela, claro", admite la también directora del Centro Andaluz de las Letras, "pero está contada con rigor. Julianillo Hernández, por ejemplo, un arriero que traía literatura prohibida desde Ginebra hasta Sevilla escondida bajo barriles de vino, parece un personaje inventado, pero era real".

"Fue difícil la documentación. Esa historia era apenas una nota a pie de página en los libros españoles", dice la autora

El desconocimiento de ese episodio, motivado en parte por los autos de fe de Valladolid y Sevilla, que "aniquilaron la memoria protestante en España", y el empeño en borrar la huella de los herejes, hizo complicada la documentación. "Había escritos en otros idiomas, pero en español estos sucesos no eran más que una nota al pie de página", revela. Adentrarse en aquel mundo, viajar por esa "ciudad de contrastes", Sevilla, "anegada tantas veces por las inmundicias, por las epidemias, por el légamo pestilente que dejaban las numerosas inundaciones del Guadalquivir", hizo que la escritora no viese ya algunos escenarios del mismo modo. "Cuando paso junto al Castillo de San Jorge [que fue la sede de la Inquisición] me estremezco: es muy bonito entrar en Triana, pero ahora que sé todo lo que ocurrió en ese edificio siento también que es un lugar tenebroso", señala.

A las tinieblas de la intolerancia se contraponía otra forma de luz: la sed de saber que tenían Casiodoro de Reina y sus hermanos en aquel monasterio. Díaz Pérez considera la traducción de la Biblia del Oso, un trabajo que culminaría el primero pero que se empezaría a vislumbrar en San Isidoro del Campo, "un acontecimiento no sólo de la historia religiosa, sino de la historia cultural europea", valora sobre un texto que "te deslumbra. Es como si leyeras el Lazarillo de Tormes, tiene la literatura riquísima de esa época".

Memoria de cenizas es también la historia de una ciudad, Sevilla, "que condena a sus hijos malditos, una madre cruel y egoísta a la que sólo le gusta ser elogiada e idolatrada por su progenie". Esa urbe que celebraba autos de fe, quemadero de herejes, continuará siendo inclemente con quienes no se sometan a la norma: como recuerda Díaz Pérez en el epílogo, "los siglos siguieron nutriéndose de nuevos heterodoxos que terminaron con igual destino: el exilio, el destierro y el olvido". El fuego que acabó con Julianillo, María de Bohórquez o Juan Ponce de León no se ha extinguido del todo.

"Siempre me han atraído esos heterodoxos", analiza la novelista. "Tanto en el periodismo como en la literatura siempre me ha interesado contar sus historias. Y es verdad que esta ciudad, con esa dualidad tan contradictoria que tiene, ha parido a los más ortodoxos y los más disidentes. Sobrevive un discurso, pero por debajo hay otro", sostiene. "Ha sido una constante de Sevilla, pero también de este país, dar de lado a los que se salían de la norma. Pero", matiza, "en Europa, la Europa protestante, también se dio ese fanatismo, y ahí está Miguel Servet, que fue quemado por orden de Calvino. Antonio del Corro, uno de los personajes del libro, tuvo muchos problemas como ministro calvinista y se convirtió al anglicanismo. Esa intolerancia no es ni mucho menos un patrimonio español".

Memoria de cenizas inaugura una nueva colección de El Paseo, Ópera Prima, que recuperará primeros libros o títulos inencontrables y que continuará con Chatarra, de Daniel Ruiz García, Majarón, de Manuel Moya, y Nadie conoce a nadie, de Juan Bonilla, que regresará a las librerías en una nueva versión. Narraciones con las que los lectores podrán suscribir una sentencia que Eva Díaz pone en boca de Garci Arias, el prior del monasterio: "A veces creo que los libros son lo más hermoso que ha hecho el hombre. Lo único en lo que merece la pena creer, porque ahí está toda la verdad humana".

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