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Escape | Crítica
***** 'Escape'. Comedia / Thriller, España, 2024, 129 min. Dirección: Rodrigo Cortés. Guión: Rodrigo Cortés, basado en la novela de Enrique Rubio. Música: Víctor Reyes. Fotografía: Rafa García. Intérpretes: Mario Casas, Anna Castillo, Guillermo Toledo, Josep María Pou, Blanca Portillo, José Sacristán, Juanjo Puigcorbé, Albert Pla.
Desde que debutó en el largometraje con Concursante (2007), una pesadilla real que puede guardar relación tanto con Kafka (en quien se inspiró para uno de sus primeros cortometrajes) como con el esperpento, Rodrigo Cortés se presentó como un bicho raro del cine español. Y lo siguió siendo. Con Enterrado (2010), saltando a la coproducción internacional, acentuó ese perfil de bicho raro al dirigir, y con éxito mundial, una pesadilla mucho más angustiosa que podría remitir a Poe, al más experimental Hitchcock televisivo y al Chicho Ibáñez Serrador de Historias para no dormir (nada de extraño tiene que cuando TVE retomó la serie Cortés dirigiera uno de los episodios). De ella saltó con Luces rojas (2012) al thriller con tintes paranormales, siempre en coproducción internacional y con un reparto espectacular -Murphy, Weaver, De Niro, Olsen- que remitía a precedentes ilustres de sabor entre victoriano y de serie de Rod Serling. Con Blackwood (2018) se sumergió ya sin medias tintas en el relato gótico. Desconcertante siempre, con El amor en su lugar (2021) saltó a un teatrillo del gueto de Varsovia en 1942 en el que los actores intentan dos tipos de fuga: de la realidad a través de la representación de una comedia musical y de la muerte planeando su huida.
Ahora da otro giro que lo devuelve a su primera película. No solo por ser la primera desde aquella que está rodada en español e interpretada por actores españoles -pese a estar avalada en la producción por Martin Scorsese-, sino por retomar, con mucha más fuerza imaginativa, el absurdo con tintes surreales. Basada en una novela del también difícilmente clasificable -los afines acaban por encontrarse- Enrique Rubio, cuyas obras tratan siempre de personajes encerrados física y/o psicológicamente dentro de sí mismos o de sus espacios vitales que en algún momento se ven obligados a enfrentarse al exterior o son arrojados a él, basándose en su propia experiencia tras haber sido diagnosticado primero de Trastorno Obsesivo Compulsivo y posteriormente de síndrome de Asperger.
Que los afines acaban por encontrarse es más que una observación deducida de las características inclasificables de las películas de Cortés y las novelas de Rubio. “Conocí a Rodrigo en 2009 -recuerda el escritor en una entrevista en The Objective-, cuando publiqué mi primera novela, Tengo una pistola. Cuando estaba terminando la novela, vi su primera película, Concursante, y me enamoré totalmente. Me pareció una rara avis total del cine español que iba a contracorriente y no había nada parecido”. El resultado del encuentro entre ambos es esta película brillante, absurda, desconcertante, divertida, trágica, surreal y desde luego personalísima.
El brillo lo da la puesta en imagen y las extraordinarias interpretaciones de un también extraordinario reparto encabezado por un Mario Casas en el mejor papel de su carrera acompañado por Anna Castillo, Guillermo Toledo, Josep María Pou, Blanca Portillo, José Sacristán, David Lorente, Juanjo Puigcorbé y Albert Pla, un all star a la española. Lo absurdo es una imagen deformada de la realidad. El desconcierto es una forma de despertar al espectador. Lo divertido es triste y lo trágico es grotesco. Y lo surreal es, como en su origen fue el surrealismo, una exploración del caos del subconsciente.
Kafka, como dije presente en la obra de Cortés desde sus inicios en el cortometraje, proyecta su sombra sobre la novela y sobre la película. El K del escritor de Praga es aquí N. Pero no hay servidumbres ni imitaciones. Novelista y cineasta son españoles y tienen, además de sus propias personalidades, su propia tradición cultural para buscar el no sentido de la existencia con una ferocidad que puede remontarse a Buñuel y un humor negro o absurdo que puede rastrearse en Valle-Inclán, Jardiel Poncela, Gómez de la Serna, Tono, Fernández Flórez o Azcona. La odisea del no querer ser para dejar de sentir y de sufrir da la vuelta a El proceso de Kafka convirtiendo a Joseph K en un españolísimo malvado Carabel. Aunque queda corta toda comparación que quiera ilustrar de qué va Escape. Quizás la mejor, por más original, inesperada, atrevida, contracorriente y personal, película española de este año junto a Los destellos de Pilar Palomero.
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