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"No hay mayor realismo mágico que en un crepúsculo africano"

Manuel Villar Raso. Escritor

El narrador reedita dos de sus novelas, 'Las Españas perdidas', la historia de una expedición de moriscos que conquistó Tombuctú, y su retrato de 'La Pastora'

Villar Raso cree que África ayuda a "recuperar la pasión por la aventura y el anhelo de eternidad".
Braulio Ortiz / Sevilla

22 de marzo 2011 - 05:00

El escritor soriano afincado en Granada Manuel Villar Raso ha vuelto a las librerías por partida doble: se reeditan dos de sus novelas, Las Españas perdidas, reconstrucción de la proeza de miles de moriscos que, expulsados de su tierra, cruzaron el desierto del Sahara y conquistaron Tombuctú, y La Pastora, la historia del maquis hermafrodita que el autor considera el personaje más legendario y misterioso de las guerrillas. El primer libro aparece en Ultramarina, nueva línea editorial de la granadina Almed, y el segundo título ve la luz en Almuzara, dos lanzamientos que reivindican la calidad de este profesor de Literatura Norteamericana de la Universidad de Granada, poseedor de una larga trayectoria en la que destaca su fascinación por África.

-Las Españas perdidas apareció en 1983 y reaparece ahora. ¿Cómo se ve un libro propio casi 30 años después de su escritura?

-He tenido la gran fortuna de que Jerónimo Páez me pidiera Las Españas perdidas para reeditarla en su editorial Almed. Nunca leo mis novelas una vez publicadas, porque estoy seguro de encontrarles infinidad de variaciones; pero con esta novela me ha ocurrido algo asombroso. Era la tercera edición y, salvo minucias y ligerísimas correcciones el texto era tan perfecto que no necesité retocarlo. Y es que África fue para mí un descubrimiento tan fuerte que no ha existido nada comparable. Me inspira sin querer con sólo ver sus mujeres caminando por los arenales. Parecen salidas de una peluquería o de una tienda de modas. Viven en la mayor miseria y, no obstante, para un escritor, son bodegones pictóricos y un auténtico temblor de vida, aunque les lata debajo el dolor, el hambre, la lucha por la vida. Y no hay mayor realismo mágico que en un sencillo crepúsculo africano.

-La primera parte de Las Españas perdidas plasma la caza que vivieron los moriscos y la impunidad con que se les mataba.

-La expulsión de los moriscos, en los siglos XVI y XVII, fue, según Richelieu "una de las tragedias más tristes de la humanidad" y el episodio que más leyenda negra ha movido en contra nuestra. Domínguez Ortiz y Charles Lea hablan de quinientas mil a un millón de personas, que indudablemente buscaban una patria parecida a la que habían dejado en España por la fuerza, una nueva Andalucía.

-Morales Lomas sostiene que, en su narrativa, usted da una visión muy diferente de África en comparación a la ofrecida por otros escritores. ¿En qué consiste este nuevo enfoque?

-La novela española se ha interesado por Marruecos y el norte de África (casos de Sender, Díaz Fernández, Arturo Barea, Juan Eslava, Sánchez Dragó y otros), pero muy poco por el África profunda, de la que yo he escrito, además de Las Españas perdidas, Donde ríen las arenas (la primera novela en tratar la ablación de la mujer africana), El color de los sueños (la vida de un pintor en los roquedos del Mali, tal vez el estudio más profundo, con Javier Reverte, de los paisajes africanos) y La mujer de Burkina, sobre la esclavitud de la mujer. La diferencia con los demás escritores españoles, quizá, está en la profundidad con que se trata en ellas el misterio de África. Porque viajar por África es ver y sentir, ir en busca del sueño y de lo inesperado, hacer que el tiempo deje de existir y también recuperar la pasión por la aventura y el anhelo de eternidad.

-Usted contó antes que Giménez Bartlett la historia de la Pastora. ¿Ha leído la novela que ha ganado el Nadal?

-La he leído con gran alivio porque no le llega a la mía ni a la suela de las sandalias, que es lo que solía vestir la Pastora. Me sorprendió que la ganadora del Nadal confesara que no había encontrado nada sobre la Pastora o que encontrara los archivos cerrados a cal y canto, lo que no es cierto, pues tuvo a mano un amplio manuscrito del mil páginas de José Calvo y, en cualquier caso la culpa de darle el Nadal no es tanto suya como del sesudo jurado, que como en cualquier tesis debían conocer mi novela, publicada 30 años antes.

-Usted sí pudo encontrar testimonios sobre La Pastora.

-Descubrí a este personaje un verano de 1969 en la localidad de Alcalá de la Selva, en la sierra de Gúdar donde un capitán de la Guardia Civil llamado Laureano me relató la historia de Teresa a quien él mismo apresó y la llevó a la cárcel de Dueso en Santander. Con él de la mano me enseñó los parajes, pueblos y caseríos en los que se ocultaban los maquis. Fascinado por su historia, los recorrí uno a uno, preguntando a pastores y hablando con las gentes de los pueblos que la habían conocido. En el cuartel de Vallibona, la Guardia Civil me enseñó la primera fotografía de La Pastora, que es la que aparece en la portada de mi novela de 1978. A la ganadora del Nadal, Javier Aguirre le dedica un artículo en el Heraldo en el que dice que quiere pensar que la ignorancia de los precedentes que han escrito sobre el personaje "no es intencionada, sino fruto de la precipitación, el desconocimiento y el escaso rigor en la investigación". A lo que yo añadiría que sea el lector quien lo juzgue.

-Su trayectoria sorprende por la variedad de temas que ha tratado: ha hablado de terrorismo, ha tratado una comunidad religiosa, ha descrito la República...

-Su pregunta me hace sentir lo mayor que soy, pero la edad no tiene remedio. Le preguntaron una vez a García Márquez cómo escribía tanto y el escritor se sorprendió. ¿Tanto? Tan sólo escribo una página al día. Multiplíquela por mis años y días y le darán a usted lo poco o mucho que he escrito. Yo podría decir lo mismo.

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