Las voces y sus ecos
Mario Mora | Crítica
La ficha
MARIO MORA
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Piano en Turina. Mario Mora, piano.
Programa: Voces e inspiraciones
Johannes Brahms (1833-1897) / Ferruccio Busoni (1866-1924): Preludios Corales Op.122 nos. 4, 8 y 9 [1896 / 1902]
Ludwig van Beethoven (1770-1827) / Ferruccio Busoni: 6 escocesas WoO.83 [1806 / 1922]
Ludwig van Beethoven: Sonata para piano nº9 en mi mayor Op.14 nº1 [1798-99]
Franz Schubert (1797-1828) / Franz Liszt (1811-1886): Der Wanderer (El caminante) D.489 [nº11 de los 12 lieder S.558] [1816 / 1837-38/1876]
Franz Liszt / Mario Mora (1989): Über allen Gipfeln ist Ruh (Sobre todas las cumbres hay paz) [1848/1859]
Franz Liszt: À la Chapelle Sixtine S.461/2 [1862]
Lugar: Espacio Turina. Fecha: Domingo 22 de diciembre. Asistentes: Unas 50 personas
Mario Mora (Cuenca, 1989) presentó un programa matinal bien tramado entre las voces originales y los ecos de los arreglistas. En los tres preludios corales de Brahms transcritos por Busoni, jugó a contrastar las turbulencias de "Herzlich tut mich erfreuen" (dinámicas extremas), con los momentos de lírica quietud de "Es ist ein Ros entsprungen", un ejercicio de delicadeza casi impresionista, y los estallidos de brillantez de "Herzlich tut mich verlangen".
Más allá del supuesto Beethoven de las Escocesas, Busoni (aburrido) mediante, quedó el Beethoven de la Op.14 nº1, más interesante por los aspectos puramente técnicos (articulación, claridad de planos) que por los expresivos, pues la sonata resultó en su conjunto insulsa, lejos de la teatralidad que el propio intérprete anunció. Cierto que las transiciones entre secciones, especialmente en el primer movimiento, fueron suaves y estuvieron cuidadosamente medidas, pero faltó el punto de agitación dramática que la obra, técnicamente asequible, parece necesitar para impactar en el ánimo del oyente.
Más intenso el bloque dedicado a Liszt. En la transcripción de Der Wanderer de Schubert, Mora imprimió gran fuerza dramática al motivo dactílico que construye la imagen del caminante, aumentando progresivamente la tensión hasta un clímax poderoso. Las octavas de la mano derecha fueron un ejemplo de la destreza técnica del pianista, quien no perdió de vista la esencia introspectiva del lied original, logrando un ideal balance entre virtuosismo y expresividad. Más personal fue su arreglo sobre el lied goethiano Über allen Gipfeln ist Ruh en el que el pianista castellano logró plasmar una narración musical coherente, comenzando con un tono casi contemplativo que creció hasta un gran crescendo cargado de emotividad. Para el final, quedaba un bien marcado contraste entre el dolor trascendente (Miserere de Allegri) y la paz celestial (Ave verum corpus de Mozart) que Liszt construyó a partir de los ecos de su visita a la Capilla Sixtina.
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