Una cantaora brillante

Marina Heredia en concierto | Crítica

Marina Heredia en el Teatro Cajasol.
Marina Heredia en el Teatro Cajasol. / Fundación Cajasol/Remedidos Malvárez

La ficha

*** 'Marina Heredia en concierto'. Cante: Marina Heredia. Guitarra: José Quevedo 'El Bolita'. Palmas y coros: Anabel Rivera, Fita Heredia. Percusión: Paquito González. Lugar: Teatro Cajasol. Fecha: Jueves, 21 de noviembre. Aforo: Lleno.

Un espectáculo lleno de ritmo, de energía. Muy entretenido. Marina Heredia siempre opta por la versión más brillante. Tanto de sí misma, como intérprete y en su puesta en escena, como en lo que se refiere al repertorio. Hacía mucho tiempo que no gozábamos del privilegio de verla así tan cerca, en un recinto íntimo como este del Teatro Cajasol. Desgranó lo mejor de su repertorio, iniciando el recital con unas alegrías muy lucidas. También resultó lucida en las seguiriyas, en los tientos, rematados con una canción popularizada en los años 30 por Carmen Amaya, que también fue una cantaora estimable, además de una bailaora genial. La farruca, dedicada al maestro Manolote, transitó entre el cante y la canción con guiños a la música popular argentina y a Enrique Morente. El cantaor del Albaicín también fue recordado en la caña. Otros estilos granadinos que sonaron anoche en el Teatro Cajasol fueron los tangos del Camino, con arreglos corales, y los fandangos de Granada con los que remató su recital por malagueñas. También en los estilos ad libitum se mostró brillante la de Graná, eligiendo dos tarantas valientes y la cartagenera de El Rojo el Alpargatero, de la misma manera que en las malagueñas se había decidido, asimismo, por la línea brillante. José Quevedo, como el resto del grupo, es un acompañante con las mismas características artísticas que la cantaora. El guitarrista es muy sensible a los giros del cante y ofrece unas falsetas directas, sin apenas armonizar, con uso recurrente del bordón y el picado. Ofreció también un rutilante solo que fue un dúo con el percusionista Paquito González. La puesta en escena fue sencilla, directa, sin largos parlamentos que pudieran romper el ritmo. La intérprete apenas aludió, entre cante y cante, al calor de Sevilla y a dos personalidades del mundo del flamenco, Manuel Lombo, el programador del ciclo Jueves Flamencos, y Cristina Heeren, de la Fundación que lleva su nombre, ambos dedicatarios de uno de los temas que interpretó.

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