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Mía es la venganza | Crítica
'Mía es la venganza'. Marie Ndiaye. Trad. Palmira Feixas. Gatopardo Ediciones. Barcelona, 2021. 250 páginas. 20 euros
La escritora francesa Marie Ndiaye, Premio Goncourt en 2009, regresa a nuestro país con Mía es la venganza, novela publicada en Gatopardo ediciones, traducida por Palmira Feixas. Con un arranque que marca un ritmo narrativo contundente desde el primer momento, la historia comienza con un encuentro inesperado, el de la abogada Susane y Gilles Principaux, quien será cliente de esta. Son estos nombres los dos principales protagonistas de la historia. De una historia donde predomina la inquietud, el desasosiego, una perpetua sensación de incertidumbre en el papel que juega cada personaje de la trama. Como Sharon, asistenta en el hogar de Susane, o Marlyne, esposa de Principaux, quien cometerá un acto atroz que determina el desarrollo de la novela.
Sobre esta atrocidad se va desenvolviendo una novela que bien indaga en los perversos perfiles de la naturaleza humana. Una novela que reflexiona acerca de cómo nuestra vida depende de frágiles acontecimientos, de gestos a palabras, de miradas a conversaciones, que nos determinan. Diríamos que Mía es la venganza es una obra donde predomina lo psicológico, el lenguaje sutil que sugiere más que expresa de manera explícita. Nada termina por estar del todo claro y, sin embargo, sospechamos sus claridades. En Gilles Principaux, por ejemplo, un hombre modélico, padre de familia ejemplar, trabajador, que sin embargo podría ser partícipe de un posible abuso –a la propia Susane–. Lo que lo termina por envolver en un carácter enigmático y perturbador, como enigmática y perturbadora resulta su mujer, Marlyne.
Es interesante ver cómo Ndiaye concreta ese complejo mundo que habita en nuestra mente, y cómo sabe verbalizarlo en frases cortas, precisas. Toda la narración, salvo pasajes puntuales, sucede en ese compás de descripciones escuetas y certeras, que contribuyen a acrecentar una atmósfera de inquietud y de desasosiego. Todos los personajes parecen simular quienes no son. Todos ellos parecen ser culpables de un error, de una mentira, de una barbarie, pero a su vez la escritora no nos permite ver más allá. No nos concede ese privilegio de lectores, y tenemos que conformarnos con intuir las intenciones, con imaginar las posibles acciones que hicieron o harán Susane, Sharon, Gilles. Como en la propia vida nos sucede, que jamás llegamos a conocer del todo a quien tenemos a nuestro lado.
Llama la atención que en Mía es la venganza los personajes casi siempre se relacionan de dos en dos. Siempre en relaciones, digamos, paralelas: la abogada y la asistenta, o la abogada y sus relaciones sentimentales o familiares, el matrimonio. Lo que nos evoca una idea: la de dominado y dominante. Cómo en el amor, en las relaciones personales, laborales, siempre hay uno que domina y otro que es dominado. Cómo en aquellos contextos que nos resultan agradables, hermosos –la familia, el amor, la amistad– se esconde el germen del horror y del error. Marie Ndiaye, en definitiva, nos entrega una novela que huye de todo cliché, de toda creación tópica, lo que quizá sea el mejor camino para llegar a la creación artística.
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