Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
LITERATURA
La periodista y escritora Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973), autora de títulos tan destacados como Nuestra parte de noche o Las cosas que perdimos en el fuego -ambos publicados por la editorial Anagrama-, fue una de las protagonistas del Festival Hispalit, en su día de comienzo. Propietaria de una voz inconfundible, especialmente habilidosa para transitar en lo incierto y en lo inquietante, en sus novelas y relatos, Enríquez se asomaba a su cita con la Feria sevillana para adentrarse en ese siempre pantanoso espacio donde "los temores y las tinieblas nos inquietan".
Comenzó su intervención la narradora argentina, en una repleta carpa en la plaza de San Francisco, donde abundaban los "marianistas", recuperando la que fue su primera novela, Bajar a es lo peor, que publicó con 21 años. "Escribí esta primera novela sin pensar que se iba a publicar, para mis amigos, en un ambiente muy roquero, de vivir en la calle, y ellos opinaban sobre mi novela, porque contaba lo que nos pasaba a nosotros. En el ambiente en el que me movía había gente que tenía bandas o que era artista, pero no tenían muchas habilidades literarias". Prosiguió Enríquez comentado que "era principios de los 90 y no sentía que hubiera literatura escrita por gente joven sobre la gente joven, que hablasen de sus experiencias, y sí los había en otros lugares, como en Francia. Era muy amateur y muy punk, y se publicó por una serie de casualidades".
Con respecto a su inmersión en el mundo del terror y de lo fantástico, la autora argentina reveló que surgió "practicando los cánones del terror, como puede ser la casa embrujada, y mi sensación siempre fue que no se trataba solo de asustar a la gente, sino que contenía algo muy popular, que se disfruta de una manera colectiva. Esa misma gente que va al cine a ver una película de terror, y siempre desde una perspectiva no prestigiosa literariamente". En este sentido, la narradora matizó que "se está volviendo prestigiosa, porque hay una serie de escritores que se están acercando al terror desde la literatura o estamos interesados en ella". Reconoció Enríquez que "a veces el realismo no es suficiente para expresar la realidad en su totalidad, y el terror te permite llevar a los personajes a situaciones en el límite". Apostillando que "se puede abordar la política, la violencia que sufren las mujeres o un crimen desde el terror".
No dudó la escritora que su "literatura es totalmente personal, no escribo pensando en un lector en concreto o en un editor, ya que hacerlo de esa manera es una limitación". A este respecto, aclaró que "sí pienso si gustará o no lo que estoy escribiendo, y yo trato de ofrecer algo que se disfrute y que sea complejo al mismo tiempo". Sobre su relación con el periodismo, Enriquez afirmó que "la página en blanco no me funciona, ya que es un trabajo y tengo que ofrecer lo que me piden, no puedo decirle a mi jefe no me inspiré, y esto me ha llevado a asumir que si la página de hoy no me sale tan bien, mañana lo intentaré hacer mejor, no tengo el condicionante que tengo con la narrativa".
"El miedo es una de las emociones más importantes que sentimos y me gusta ver cómo funciona en nosotros", afirmó Mariana Enríquez, antes de detallar que "está ese miedo instantáneo repleto de adrenalina, y también ese otro miedo patológico, que creo que todos tenemos, y el miedo cotidiano, que es el más creciente, porque a la vez que las sociedades se vuelven más cómodas y más tranquilas, cualquier amenaza es más disruptiva, y nos provoca grandes traumas, porque no sabemos enfrentarnos a ellas". En cuanto al miedo cotidiano, la narradora explicó que "hay algo de vergüenza en admitir que uno convive con sus supersticiones, con sus santitos y sus tradiciones, que por otra parte es algo muy popular y al mismo tiempo irracional".
Detalló la periodista y narradora que "hay temas y experiencias que son siempre universales, pero también considero que las experiencias locales nos aportan mucho, porque no creo en la estandarización, que me parece horrible. No importa que el desierto de Pedro Páramo (de Juan Rulfo) sea como el concepto que yo tengo de un desierto y no creo que el lector tenga que entender y saber todo lo que lee. Hay cosas que son muy compartibles y otras que no importan tanto: la literatura es para abrir preguntas".
En referencia a su relación con la dictadura argentina (Videla), Enríquez precisó que "crecí en ella, era muy pequeña, y la censura era muy desconcertante porque funcionaba a base de algoritmos, como si fuese Google, y había palabras que estaban prohibidas, como cuba, y sin embargo en casa teníamos libros de Capote o contra la pena de muerte". Según la escritora, "cuando termina la dictadura no teníamos conciencia clara de lo que había pasado, ya que en la casa de al lado podía haber existido un campo de concentración y no lo sabías, y cuando se producen los juicios contra los militares en casa los escuchábamos por la noche en la radio. Toda esa información sobre torturas y demás fue mi primer encuentro con el terror, provocándome miedo de verdad". Sobre la situación actual de su país, Mariana Enríquez contó que "ahora mismo hay un candidato que es negacionista sobre todo lo que pasó (Javier Milei), y curiosamente ha obtenido el 30% de los votos, aún después de confesar que clonó a su perro muerto, por recomendación de una médium. Desde luego, es el argumento de una novela", ironizó Enríquez en la despedida.
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