“Aquello que quemamos y censuramos es un espejo que muestra lo que nos aterra”

María Oruña. Escritora

La gallega regresa con ‘El camino del fuego’, una novela en la que lleva a la teniente Valentina Redondo a Escocia y en la que reflexiona sobre “los libros perdidos, denostados”

La escritora María Oruña (Vigo, 1976), en una fotografía promocional de ‘El camino del fuego’.
La escritora María Oruña (Vigo, 1976), en una fotografía promocional de ‘El camino del fuego’. / Carlos Ruiz
Salvador Gutiérrez Solís

09 de junio 2022 - 17:40

La escritora gallega María Oruña presenta El camino del fuego, nuevamente publicada por Ediciones Destino, una novela en la que traslada a la teniente Valentina Redondo a Escocia, lejos de su escenario habitual, Cantabria.

–Valentina Redondo agarra la maleta y cambia Santander por las highlands escocesas.

–Quería sacarla de su zona de confort, y no sólo a ella, también a los lectores. Quería, además, ofrecer otro contexto, y mostrar un mundo diferente, aún sin salir de Europa, donde la policía no va armada, donde hay unas normas jurídicas distintas, donde hay tribunales sorprendentes y donde el valor de los clanes y de la familia es tan intenso. Quería ofrecer un espacio diferente al habitual para que no fuera más de lo mismo. Y, sobre todo, al llevarme a [la teniente] Valentina Redondo fuera de España realizo otro ejercicio narrativo, que es hacia el domestic noir. Una mujer, que es policía pero que no puede ejercer porque no se encuentra en su jurisdicción, por lo que Valentina y Oliver [la pareja de la protagonista] tienen que investigar sin armas policiales. Cada una de mis novelas es un guiño a un ejercicio de estilo: si la anterior era un guiño a las novelas de “habitación cerrada”, la previa a las novelas góticas, esta lo es al domestic noir.

–¿Qué es lo que le ha atraído de Lord Byron?

–Primero que es escocés, que me venía muy bien para la trama, y segundo que es un Gordon, por lo que cual está emparentado con Oliver. Y tercero, por sus memorias. Siempre he sentido la curiosidad de saber por qué las quemaron sus mejores amigos y el editor, a pesar de que el propio Lord Byron autorizó su publicación, eliminando aquellas partes que pudieran molestar a alguien. En este sentido, El camino del fuego es un libro muy metaliterario, y por eso puede ser un libro arriesgado, ya que puede tratarse de un tema que no interese a todo el mundo. Se trata de una novela de libros perdidos, denostados, quemados, y qué mejor que unas memorias. A lo largo de la historia los libros más censurados han sido las memorias y las autobiografías, porque sacan trapos sucios. Todo lo que quemamos y censuramos es un espejo que muestra lo que nos da miedo y además representa el tiempo en el que vivimos.

–Propone en la novela un triple viaje, temporal, geográfico, pero también emocional.

–He pretendido desvestir a los personajes, especialmente a Valentina. Le quito esa coraza de mujer fuerte y radical, coherente consigo misma, porque no estamos todo el tiempo evolucionando ni todo el tiempo estamos retrocediendo, como tampoco estamos todo el tiempo en alerta. Cuando vamos de vacaciones, por ejemplo, no estamos tensos, lo normal es que nos sintamos relajados. No siempre estamos en línea ascendente, caminando hacia la sabiduría. Es decir, en ocasiones nos alejamos de nuestros espacios culturales y sociales y esto es lo que yo quería que pasara con Valentina. De ahí esta historia, contada a dos voces y en dos escenarios temporales diferentes.

–También es la novela un homenaje a los libreros, a los libros, a la literatura, a lo que suponen en nuestras vidas.

–Y además lo es desde la visión de Valentina, que es una persona que no lee habitualmente y por eso a determinados personajes de la novela, que son filólogos, editores o libreros, los llama los literatos. Valentina se enfrenta a un mundo que no comprende, ya que no puede entender esa pasión por las palabras y los libros que contempla. Además, he querido reflejar en la novela situaciones que yo misma he vivido en estos últimos años, cuando hablo con editores o periodistas.

"Escribir es una exposición brutal. En mis libros se ve muy claro quién está detrás. Esa honestidad me cuesta"

–¿El éxito de ventas ha aumentado la presión en su trabajo, ha cambiado su manera de enfrentarse a una novela?

–No me ha hecho variar absolutamente en nada. Me gusta escribir pensando en un lector imaginario, con el que juego, al que me gusta plantearle trampas, pequeñas maldades. No hay diferencia entre escribir para medio millón o para cinco millones de lectores, no cambia en nada. Yo voy a seguir trabajando exactamente igual porque yo ya doy todo mí. Cuando acabo una novela me siento exprimida, extenuada. Luego se podrá mejorar en la edición, mi editora me puede indicar algunos detalles, pero nunca hay grandes cambios, porque lo he trabajado tanto, me he entregado tanto, que hay poca mejora, teniendo en cuenta de lo que yo soy capaz de ofrecer. Llego al límite de mi capacidad y habilidad. Si yo fracaso, lo asumo, pero tengo claro que he dado lo máximo de mí.

–¿Qué cree que ofrece en sus novelas para que gustan tanto?

–Si yo supiera cuál es la fórmula secreta y tuviera la clave del éxito, estaría imprimiendo libros como churros [bromea]. Por fortuna no lo sé, pero es que nadie lo sabe. Hay algo que sí se traslada en mis libros, y es que están muy trabajados y están escritos con mucho respeto hacia los lectores. En consecuencia, preparo todas mis novelas, lo que podríamos llamar la maquinaria, con mucha minuciosidad y procurando que no se note en nada todo el trabajo que me ha costado prepararlas. Que sea fácil de leer, que sea llevadero, que todos los personajes sean de carne y hueso, y sobre todo que sea honesto lo que ofrezco. Porque escribir es una exposición brutal. En mis libros se ve perfectamente quién está detrás, y esa honestidad me cuesta, pero quien me lea sabe qué me cabrea, apasiona o detesto. Por eso renuncio a muchas actividades, festivales y demás, porque tengo muy claro cuál es mi oficio, que es escribir. Y mi objetivo es que mis historias perduren, porque los buenos libros soportan el paso del tiempo.

–¿El negro, que ya es un género amplísimo, ha llegado para quedarse? ¿En España se escribe una literatura que pueda competir con la que nos llega de fuera?

–Siempre hemos tenido calidad, eso lo tengo claro. Lo que ocurre es que se ha ampliado tanto la etiqueta “negra” que entramos muchísimos en esa etiqueta. Yo me siento más identificada con la de novela de intriga o de misterio histórico, o con simplemente narrativa. El armario es tan grande que todos estamos ahí dentro. Creo que uno de los motivos de su auge es que te ofrece lo que podríamos definir como justicia social. En la vida real siempre hay injusticias, asesinatos o delitos que no van a tener condena, mientras que en la novela siempre sabemos quién es el culpable y normalmente tiene su castigo.

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