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La voz propia de María Moreno

Flamenco

La bailaora gaditana, una de las triunfadoras de la Bienal, y la fotógrafa Susana Girón publican 'Yo bailo', un libro que se acerca "desde las emociones" al proceso creativo

María Moreno, con un ejemplar del libro, y Susana Girón, en el Espacio Santa Clara. / José Ángel García

05 de octubre 2020 - 18:22

"Mi lugar preferido para bailar", cuenta María Moreno,María Moreno "era delante del horno de la cocina de mi tía Amalia. El cristal de la puerta me devolvía mi imagen borrosa. Siempre que ensayo lo hago delante de un espejo porque necesito mirarme", confiesa la bailaora, que sin embargo asegura que no puede verse cuando está sobre el escenario, que advierte cierta incomodidad cuando esa artista que ha indagado a solas se muestra ante el público. "Siento incluso que me da vergüenza hacerlo, porque de alguna manera lo que me mueve es algo que está dentro de mí, mi sensación interna del baile, más que esa parte externa que es mi imagen de bailaora", señala.

Esa confidencia pertenece a Yo bailo (Fracasobooks), un libro primorosamente editado en el que esta intérprete y coreógrafa (Cádiz, 1986), que ha triunfado en esta edición de la Bienal con More (No) More,More (No) More comparte su proceso creativo, sus recuerdos y la visión de su oficio apoyada en las espléndidas imágenes que firma la fotógrafa Susana Girón. La granadina (Huéscar, 1975) llegó a la vida de Moreno para documentar De la Concepción, su primer espectáculo en solitario, un encargo que, admite Girón, le parecía tan estimulante como inesperado. "Yo le dije la verdad, que nunca había hecho flamenco. Que si necesitaba una mirada ajena a eso, genial, pero que si buscaba a un especialista que manejara las claves yo no era la elección adecuada", evoca una profesional que con su cámara suele plasmar el día a día de la gente corriente, la trascendencia de lo cotidiano. Moreno intuía que sería más enriquecedor si la observaba alguien desde fuera de los códigos establecidos de lo jondo.

Tras el estreno en la Bienal de 2018 de aquel montaje, Girón consideraba "una lástima" que esas fotografías "se quedaran en las redes sociales y se perdieran. Había una historia muy potente detrás, pero aún no sabíamos cómo contarla", reconoce. Una noche, en el Teatro Alhambra de Granada, se produjo la revelación: María había terminado de bailar, pletórica tras haberse entregado sobre las tablas, y al toparse con su imagen en el espejo le sorprendió esa joven sudada, con el maquillaje repartido por el rostro y el pelo alborotado, que era ella. "Entonces dijo: 'Vaya, me sentía la mujer más guapa del mundo y tengo la cara como Chucky, el muñeco diabólico'. Esa frase nos dio la clave: ella tenía que poner su voz a las fotografías. En estos libros siempre son escritores los que interpretan a los artistas, aquí ella iba a otorgarle la autenticidad al proyecto", analiza Girón.

Dos páginas del libro. / Fracasobooks

Así, Moreno es la narradora, en textos breves impregnados de frescura y sentimiento, de un recorrido vital que parte de unos orígenes modestos ("mi casa de Cádiz huele a humildad") en los que una niña "jugaba a bailar" y ganaba todos los concursos a los que se presentaba, una historia que seguirá con la adolescente cuyo destino cambió cuando se presentó a una audición que convocaba la compañía de Eva Yerbabuena, y con la joven ya curtida que decidió perder "la estabilidad y seguridad que te ofrece trabajar para otros" porque apreciaba "un sentimiento más fuerte" que le pedía "abrirse paso", la "necesidad de buscar una voz propia en tu baile". Un camino que desembocó en la María Moreno de hoy, una creadora que sólo quiere "disfrutar" y prefiere, dice, el "sentimiento" al "pensamiento".

Girón huye de "la parafernalia, el glamour" que predomina en el retrato de otros artistas y se adentra en "la confesión humana y el campo de las emociones: las inseguridades, los miedos. Tú ves a alguien poderoso sobre el escenario, pero esa persona se estaba preguntando minutos antes cómo iba a salir eso. Estos sentimientos eran los que nos interesaban", señala sobre un trabajo en el que inmortaliza a Moreno vulnerable, agotada o dubitativa, en la espera de un aeropuerto o en la soledad de una habitación de hotel, enfrentada a los desvelos y contratiempos que surgen antes de un estreno, confundiendo –porque el conjunto no escapa de la poesía– los volantes de su traje con el mar de su tierra. Quienes asistieron a More (No) More, uno de los espectáculos más celebrados de esta Bienal que acaba de terminar, saben que a la larga y emocionante búsqueda que describe Yo bailo hay que añadirle, ahora, el capítulo del aplauso y el reconocimiento.

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