Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
María del Monte. Cantante
"El reloj marca las horas / y yo te estoy esperando. / Mi corazón se desboca / si tú te vas acercando...". Tic-Tac, el primer corte del disco con el que María del Monte regresa tras 14 años sin sacar álbum, Todo vuelve, desprende un tono vitalista, como si la intérprete se hubiese propuesto alejarse de la tempestad pasada y levantar el ánimo, el propio y el del público. "Sí, escuchas esa sevillana y te da como vidita, ¿no? Alegría, que es lo que necesitamos", concede, y añade a continuación que, "aunque no queramos verlo, venimos de dos años horribles y hay que activar de una vez el modo bueno". La cantante (Sevilla, 1962) sabe de lo que habla: perdió en este tiempo a dos hermanos y a su madre –a ella está dedicada la emocionante última pieza, Conmigo te llevo yo, en la que defiende que los seres queridos que se marchan siguen habitando de algún modo en nosotros–, y a pesar del dolor se convenció de que debía alzar el vuelo. "Siempre hay algún plan al que agarrarse, escojan el de vivir, el de seguir adelante", dijo a los periodistas hace unas semanas en la Fundación Cajasol, donde presentó Todo vuelve.
Ella lo ha hecho, cruzar al lado de la luz y no quedarse en las sombras, gracias a la salvación que le ha aportado la música, a la preparación de este álbum que aunque rescata del cajón "sevillanas guardadas desde hace tiempo" no era exactamente un proyecto que llevara sopesando Del Monte esta década y algo que llevaba de silencio discográfico. "Las cosas salen cuando tienen que salir, tienen su momento. Y con esta propuesta ocurrió así, simplemente", expone.
En su conversación, la artista evita darle demasiada importancia a su obra, sobreexplicar las canciones que ahora comparte con su público. Cuando se le pregunta qué es más lucido, si dedicar una letra al desengaño ("No me cuentes tonterías / que tu amor fue sólo el humo / de una hoguera de papeles", entona en Que no te duele) o hacerlo al amor ("Mucho antes / del bocado y la manzana, de la noche y la mañana (...) antes ya te amaba yo", líneas recogidas en Mucho antes), Del Monte no imposta ningún discurso. "A mí me da igual. A mí lo que me gusta es cantar, y para que haya de todo, tengo que hablar de pasión y de desengaño. No estoy de acuerdo con esa idea extendida de que el desamor duele, pero yo creo que eso es mentira: cuando no hay amor, no hay dolor".
¿No es liberador soltarle algunas flechas a quien te hirió, ante el micrófono, en el escenario?, se le cuestiona. "Ahí se produce algo curioso", analiza. "La catarsis la vive más quien oye esa canción, más que el artista, eso lo tengo comprobado. Muchas veces ocurre que el espectador oye lo que quiere oír, lo que necesita sentir. Eso de depende del color con que se mira también se da en la música. Hazte la prueba: ponte un día que estés triste un tema, póntelo otro día que estés más alegre. La experiencia será radicalmente distinta, y ante el mismo material". Situaciones así se producen, sostiene Del Monte, gracias a la "sensibilidad", que reivindica como un valor imprescindible. "Yo no puedo con la gente fría, con los insensibles. ¡Qué pereza!", exclama.
En Todo vuelve hay varias composiciones que se centran en el Rocío, en las que no en vano se repite la palabra alegría. "Claro, es lo que yo quería, que este disco se asociara a eso. Llevo tiempo diciendo que no es que tengamos ganas de pasarlo bien, es que tenemos necesidad. A todos nos ha dejado tocados esto de la pandemia; aunque alguien no haya pasado por lo peor sí ha conocido a gente que lo ha sufrido, el sentimiento de catástrofe es colectivo. A la vista está que no queda un psicólogo libre", argumenta. "Y mi vinculación con el Rocío ha sido muy fuerte desde pequeñita. Y aquí vuelvo a decir que cada cosa tiene su momento. En Ay, vámonos, vámonos, una de las piezas del disco, yo canto en el estribillo que vayamos a la ermita ‘que los Rocíos que me quedan / yo no los quiero faltar’. Aquí, como dije, hay letras escritas desde hace 20 años, pero que encuentran todo su sentido ahora. Sí, yo no quiero faltar al Rocío porque no sé lo que me queda. Y, como yo, esa sensación la tiene mucha otra gente. Hemos tomado conciencia de que debemos hacer lo que más nos gusta, e impedir que el trabajo nos coma, que nos quite la existencia".
En Háblame de ti, otro de los cortes del disco, Del Monte le pide a alguien que le muestre "la parte de tu vida que me falta". ¿Nos hablamos lo suficiente? "No", responde tajante. "Tenemos un problema tremendo de incomunicación. Volviendo a lo de antes, sólo hablamos de trabajo. Me fastidia que la gente te pregunte cómo te va en vez de cómo estás... Y la tecnología nos salvó en el confinamiento, pero ahora hay que saber usarla. A veces ves a dos sentados en un bar, con cada uno entregado al móvil... ¡Y después dirán que han tomado café juntos!".
Del Monte ostenta el trono de reina de las sevillanas desde aquella mítica Cántame que estrenó a finales de los 80, pero asegura que desconoce la fórmula que lleva una composición al éxito. "¡Ay, si yo lo supiera! Sólo haría sevillanas que funcionen", declara entre risas, aunque finalmente sí detalla la que para ella es una clave fundamental: que cuenten una buena historia. "Para mí, la sevillana debe de tener una música agradable que la gente sea capaz de tararear, porque a lo mejor con la letra no se queda el público de momento, pero sí igual, tras esas primeras impresiones, es capaz de silbarla. Una música con un soniquete nuestro, que no es sólo de aquí, que es de toda España, y que otros respetarían más, ay, si se hiciera en Nueva York... Pero volviendo a qué funciona en la sevillana diría que, sobre todo, que cuenten algo. Y si es agradable, mejor", sentencia.
El regreso a la actualidad con su nuevo disco le ha hecho ver a María del Monte que es una de las figuras más apreciadas de la música española. "Yo nunca he luchado por sentirme admirada, eso es algo que nunca he pretendido, pero sentirme querida... eso sí, eso es algo que me llena el corazón", desvela. "Y lo noto allá donde voy, a cada paso, en todo. Ahora que me he reencontrado con muchas cosas de nuevo, he vivido ese cariño intensamente, y, la verdad, se me queda la boca chica para dar gracias a tanta gente", declara con orgullo una intérprete que ya no duda en cuáles son las cosas que importan: el amor, la música, la vida. Servidas, hay que proponérselo, con alegría.
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