Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Marcos Chicot | Escritor
Sevilla/–¿En qué coincide y, sobre todo, en qué se diferencia El asesinato de Platón de sus anteriores novelas?
–Hay un elemento común muy claro entre los tres personajes y que es el motivo por el que los he escogido: son grandes genios que revolucionan el pensamiento y provocan un avance extraordinario en el aspecto moral. Esta conjunción de genios y avances me ha reportado la energía y la pasión necesaria para escribir estas novelas faraónicas. También me motiva el combinar entretenimiento y aprendizaje, siempre quiero enseñar pero sin que el lector se dé cuenta. De una manera sencilla, a través de la intriga y la emoción, voy dando pequeñas pinceladas, para al final ofrecer el fresco completo del personaje y del mundo en el que vivió. La diferencia de esta novela con respecto a las anteriores es que Platón, aun siendo discípulo de Sócrates, es el más grande, ya que es el fundador de la Academia y de la filosofía. Teniendo en cuenta, claro está, que la filosofía no es el rollo que aprendimos en el instituto, que nos limitamos a memorizar datos de su historia. La filosofía es tener inquietud y querer responder a las preguntas.
–Curiosamente, a pesar del título, la suya se trata de una novela coral...
–El título es muy peligroso, y lucho contra la presencia a grandes letras de Platón en la portada, aunque no podía renunciar a hacerlo. Por eso en la novela me empeño en convertir un a pesar de que en un gracias a que, tal y como ocurre finalmente. Es decir, gracias a que contiene a Platón te va a gustar más, vas a aprender más. Igualmente, introducir la palabra asesinato en el título también forma parte de esa lucha, ya que he pretendido que el lector tenga claro que no se trata de un tedioso ensayo y que hay tensión, thriller, emoción. Es una novela muy coral porque considero que eso consigue que la historia sea más rica, ya que ofrece muy diferentes puntos de vista, de hombres y mujeres, de esclavos y gobernantes, de espartanos y atenienses, para tener una comprensión completa de aquella Grecia.
–¿Que es lo que más trabajo le ha costado: la recreación de la Grecia clásica, recuperar a la figura de Platón o mantener la tensión narrrativa durante casi mil páginas?
–La combinación de los tres elementos. Mantener la tensión narrativa desde la primera página, pero contando cosas que realmente ocurrieron. Y recreando, al mismo tiempo, la Grecia clásica, que en la novela no es un decorado, sino una protagonista más. Quiero que el lector vea las guerras, su arte, sus conflictos sociales... Mostrar todo esto, además de las aportaciones de Platón, y hacerlo desde el entretenimiento es lo más dificíl. Es decir, transmitir de una manera sencilla todo aquello que puede ser más complejo. El amor platónico, por ejemplo, es un concepto muy bonito, pero si lees la obra de Platón puede ser difícil de entender. Sin embargo, si yo te lo convierto en una escena repleta de emoción e intriga te será más fácil de asimilar. Eso es lo complicado: los elementos de conocimiento están convertidos en elementos de trama. Han sido cuatro años durísimos, de cien horas semanales hasta conseguir esto.
–Su novela puede tener una lectura en clave de presente, ¿cómo contemplaría Platón las democracias actuales?
–Exactamente igual que la suya. Las primeras democracias que crearon los griegos acabaron por una serie de defectos y problemas internos, y nosotros no hemos sido capaces de recuperarla hasta hace muy poco, miles de años después. Y la hemos recuperado con los mismos problemas que tuvieron ellos. Por eso Platón, que es el mayor sabio de la Historia, es especialmente relevante en este tiempo, por su pensamiento político. Él arriesga su vida para luchar contra aquellos a los que considera los grandes enemigos de la democracia, que son los demagogos. Si apareciera en nuestra época, diría lo mismo, tenemos problemas similares, tenemos que evitar a los demagogos, y que gobiernen la justicia y la razón.
–Dibuja a un Platón muy progresista, especialmente en su defensa de las mujeres, a través del personaje de Altea...
–Altea es una de las grandes protagonistas, desde la primera página a la última. Es un personaje de ficción, pero construido a partir de elementos reales, ya que nos muestra la visión que Platón tiene de la mujer, y que está perfectamente detallada en su obra. Como en otros muchos campos, Platón tiene una visión revolucionaria de las mujeres, muy diferente a la de su época. Tiene muy claro que la diferencia entre hombres y mujeres reside en la diferencia de la educación, por eso señala que deben recibir la misma para poder tener la misma capacidad. Platón mantenía que un Estado que renuncia a sus mujeres está renunciando a la mitad de los recursos que podría obtener. Personifico este pensamiento en Altea, que es una mujer muy activa social y culturalmente en la novela.
–¿Cuál es la enseñanza más importante que deberíamos extraer del pensamiento de Platón?
–Lo que más admiro de Platón es que cuenta de forma muy sencilla cosas que son muy ricas y trascendentales. La importancia de los valores, de la justicia, por un lado, y el uso de la razón, por el otro. Platón nos anima a cuestionarnos todo, a aprender a razonar. Ese aprendizaje de los valores es lo que tal vez más se echa en falta en la sociedad actual, sobre todo en la clase política y en nuestros gobernantes. Podemos caer en el error de pensar que, porque es antiguo, es obsoleto, y nada más lejos de la realidad, porque aunque dominemos la tecnología, no olvidemos que se trata de un elemento muy superficial y que lo que realmente nos define como seres humanos es la capacidad de razonar. Si renunciamos a la razón y a los valores dejamos de ser humanos.
–Platón, que defendía lo colectivo y el bien común, ¿como llevaría este mundo construido en torno al individualismo?
–Platón era muy inteligente y se adaptaba a las circunstancias. De haber nacido en este tiempo, seguramente le habría dado un shock. Imagino que se hubiera adaptado, pero tras una gran desazón. Platón invita a tener un pensamiento crítico, como una llamada a la acción. Porque somos, esencialmente, seres reactivos y deberíamos reaccionar, pero para ello debemos apartar todo aquello que nos condiciona y buscar más adentro. Como indicaba Platón, hay que cuestionar a tu maestro. Porque esa es su enorme enseñanza: el pensar por ti mismo.
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