Guitarra elegante y elocuente

El malagueño Marco Socías dejó señuelo de guitarrista enorme en su participación en el Festival sevillano. Con un programa dedicado casi completamente a Joaquín Rodrigo, Socías mostró un sonido poderoso, equilibrado, cálido, robusto, una técnica soberbia, imprescindible para un repertorio de gran virtuosismo como este, y una capacidad expresiva admirable, por la variedad de registros que recorrió. Junto al Generalife es pieza evocativa, tocada de cierta levedad, casi podría pensarse que situada al principio del recital para desenvolver las manos. Pero ya en ella el malagueño dejó rastros de un control soberbio sobre el tempo, sobre todo en toda la primera sección, básicamente melódica. En las Tres pequeñas piezas, supo pasar del color popular de Ya se van los pastores al nocturnal Por caminos de Santiago hasta estallar febril en la Pequeña sevillana, en la que el ritmo se hizo corpóreo.

La articulación de Socías está repleta de pequeñas inflexiones que matizan cada frase, cada giro, siempre con intención expresiva: así, la Rondeña de Sainz de la Maza se llenó de color y gracia; la Petenera, de nostalgia; y en el Zapateado fue otra vez el triunfo del ritmo, lo que no pareció mala entrada para la Sonata giocosa de Rodrigo que cerraba programa, destacable tanto por sus virtuosísticos tiempos extremos como por la concentrada delicadeza del movimiento central. No quiso pasar el guitarrista malagueño sin ofrecer la música más popular de Rodrigo, el Adagio de su Concierto de Aranjuez, que, tocó, como propina, en una versión resumida con la guitarra de Antonio Duro como perfecto acompañante.