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La verdad del embaucador

Marco | Crítica

Eduard Fernández es Enric Marco en el filme de Arregi y Garaño.

La ficha

*** 'Marco'. Drama, España, 2024, 101 min. Dirección: Aitor Arregi, Jon Garaño. Guion: Aitor Arregi, Jon Garaño, José Mari Goenaga, Jorge Gil Munárriz. Fotografía: Javier Agirre. Música: Aránzazu Calleja. Intérpretes: Eduard Fernández, Nathalie Poza, Chani Martín, Daniela Brown, Sonia Almarcha, Fermín Reixach, Fermín Vergara. 

En un gesto de autoconciencia que la honra, Marco asume la claqueta de la ficción y todos esos materiales previos (la novela de Javier Cercas, las investigaciones del historiador Benito Bermejo, el documental de Santiago Fillol y Lucas Vermal, las numerosas apariciones televisivas del personaje) que ya se habían acercado a Enric Marco (1921-2022) como enigmática y conflictiva figura que saltó a la popularidad (en el fondo, su gran deseo) cuando en 2005 se descubrió que todo el relato de su tormentoso paso por las cárceles alemanas y el campo de concentración nazi de Flössenburg era una pura invención después de haberse convertido en el referente de la causa de los deportados españoles.

La cinta de Arregi y Garaño (La trinchera infinita, Handia, Balenciaga) aspira así a situarse en un nuevo plano integrador de fuentes y a un tiempo original, buscando en los pliegues de la recreación, entre una estructura narrativa de ida y vuelta y con un Eduard Fernández en la frontera de la encarnación imitativa, el perfil psicológico de un gran embaucador que, incluso después de ser descubierto, mantuvo la batalla por su verdad intentando justificar sus actos en nombre de una causa noble y superior hasta su muerte a los 101 años.

Así, Marco viaja por el tiempo desordenado de los hechos entre retazos del archivo a partir del momento del acoso y derribo de un personaje autoconvencido de sus propias mentiras, que no sólo atañen al periodo de la Segunda Guerra Mundial, sino que también incluyen otras batallas cívicas y políticas contra el Franquismo o en los primeros años de la Transición. Fernández lo encarna desde el temblor y el temor, siempre en el límite, en uno de esos trabajos de nominación y premio que en unos meses competirá consigo mismo y su conductor de autobús en El 47. Su Enric Marco se levanta entre el patetismo y la figura trágica, entre el ego de un gran intérprete de sí mismo que ha encontrado en la suplantación y la fabulación su verdadera razón de ser sin calibrar las consecuencias éticas de sus actos.

Narrada con formas de thriller y agujereada por la verdad de los documentos originales, Marco tampoco termina de revelar las motivaciones y razones profundas del engaño, y tal vez se queda algo corta en el dibujo de ese entorno familiar e íntimo del personaje, donde la esposa que interpreta Nathalie Poza pide más escenas para asumir sin demasiada resistencia el fraude que ha sostenido sus vidas. 

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