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Manuel Liñán, o el baile como enamoramiento

Flamenco

El granadino estrena en unos días en los Teatros del Canal 'Muerta de amor', la propuesta que presentará en septiembre en la Bienal y en la que se asoma al abismo de los afectos

In Progress, un vivero para la creación flamenca

El bailaor Manuel Liñán (Granada, 1980). / José Luis Montero

A lo largo de los años, mientras iba forjándose una de las carreras más estimulantes de la escena actual, Manuel Liñán fue comprendiendo que apenas hay diferencias entre bailar y estar enamorado, dos formas de vértigo en las que el corazón se desboca y todo se dispone a la liturgia. El granadino, que en obras como Reversible o Pie de hierro volcó sus sentimientos y vivencias, parecía predestinado a abordar en un espectáculo ese magma de los afectos, la necesidad de ser queridos que nos mueve a todos. Muerta de amor, el montaje que estrena el 13 y el 14 de junio en los Teatros del Canal de Madrid tras una presentación preliminar en el In Progress de Torrox, y que se podrá ver en el Teatro de la Maestranza el 15 de septiembre –el feliz reencuentro de Liñán con la Bienal de Flamenco– intenta atrapar en sus coreografías los conceptos difusos del deseo, la fantasía, la provocación. La atracción por otros cuerpos y el anhelo de un abrazo, ese viaje entre la vulnerabilidad y el éxtasis que emprenden los amantes.

"Muerta de amor se pregunta por cómo nos relacionamos entre nosotros, qué consecuencias dejan esas relaciones en el cuerpo y cómo actúa el cuerpo después. En mi caso concreto, cómo se comporta el cuerpo a través de la danza", explica Liñán, que junto a una serie de aliados, Iván Baba –que aparece en la ficha del proyecto como guía espiritual–, José Maldonado, coreógrafo invitado y uno de los intérpretes del elenco, y Ernesto Artillo, asesor escénico y diseñador de vestuario, fue reflexionando sobre los asuntos del corazón. Y entendiendo que amar es un verbo que se conjuga en muchas formas, "desde las relaciones tóxicas a la idealización platónica, de lo carnal a lo divino y lo fraternal...", enumera Liñán.

En esas charlas asomaron ideas como la inyección "vitalista" que supone el deseo, esa combustión cercana a la plenitud, pero también "la culpa y la vergüenza que sentimos con las primeras atracciones por otros chicos. Hablamos también de cómo, más tarde, camuflamos nuestras relaciones por esquivar un juicio social. Hace poco me preguntaron si este espectáculo era liberador y entonces no supe responder, pero ahora lo tengo claro. Sí, para mí ha sido liberador tratar las relaciones homosexuales con naturalidad, lejos ya de ese remordimiento", comenta el Premio Nacional de Danza.

Manuel Liñán. / José Luis Montero

Para elaborar la dramaturgia, Liñán concibió unas cartas en las que repasaba su expediente sentimental, recordaba a los hombres que le habían "llenado de gracia", y mientras armaba ese inventario comprobó que el amor siempre había sido una mecha que prendía en su ánimo, que lo empujaba a la danza. "Tanto que llegué a preguntarme: ¿Me entregué a esas relaciones porque sabía que eso repercutía en mi baile? ¿Me enamoraba siempre o a veces exageraba mis sentimientos porque sabía que eso me inspiraba?". El bailaor conoce bien que el desvelo por el otro, la expectativa de ser correspondido, pueden ser una forma de ficción. "Tuve amores platónicos que yo me inventé y que, sin embargo, condicionaron mi trabajo. Nunca hubo nada, pero yo fantaseé con que ese hombre me miraba, y me cantaba... Cuando salía a bailar, lo hacía con despecho, y con amor", admite el creador, que como en su aclamada Viva!! reúne a un sólido cuerpo de baile. "Es bonito porque cada uno aporta un color diferente, y también hay algo que me entusiasma, que todos cantan en este espectáculo".

Una exploración de los afectos y los sentimientos como la que plantea Muerta de amor sólo podía acompañarse del lirismo desgarrado de la copla. "No había otra opción", reconoce Liñán, "porque el género ha sido la banda sonora de todas mis historias, porque en sus letras eran frecuentes las declaraciones encubiertas de amor entre hombres y porque de mi etapa en las Cuevas Los Tarantos recuerdo a una gitana, Nati, que me cantaba coplas y yo me ponía a bailar de otra forma, con una excitación nueva", dice el artista, que en el apartado musical se apoya entre otros en el cante de Mara Rey y Juan de la María y en la guitarra de Francisco Vinuesa, también compositor en esta producción.

“Yo me he complicado mucho la vida, era pura copla, pero hoy prefiero el amor calmado”, dice el artista

Las notas promocionales de Muerta de amor señalan que "Liñán ha conseguido desequilibrar la tradición flamenca, apropiándose de formas, estéticas y complementos que hasta día de hoy sólo eran utilizados por el género femenino". El granadino se emociona al contemplar el camino recorrido, hoy respaldado por galardones como el Nacional de Danza, un puñado de premios Max –tres al mejor intérprete y uno al mejor espectáculo– e importantes nominaciones en el Reino Unido. "Me ha costado mucho rebelarme contra los códigos, esa idea de cómo se tiene que comportar un hombre en la sociedad y cómo tiene que comportarse un hombre en el arte. Pero vivo con mucha felicidad que venga gente detrás con bata de cola, y que en los conservatorios los hombres puedan estudiar ya con ella, algo que a mí me prohibieron. Cuando yo salí por primera vez con una bata de cola no era un circo, no era una fiesta de disfraces, era algo que yo necesitaba expresar, que me apetecía".

Tras su travesía por los amores posibles, Liñán se queda hoy con la relación "que tiene algo de espiritual o divino, algo de calma. Como si tuvieras un ángel de la guarda, diría. Yo me he complicado mucho la vida, ¿eh? Muchísimo. Yo he sido copla pura, y uno no puede decir que de esta agua no beberé, pero ya no me interesa la montaña rusa de otras veces". Ahora, el bailaor puede presumir de haber alcanzado con la edad una conquista: antes que intentar seducir a un amante imaginario, Liñán baila para sí mismo, y se quiere.

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