Manolo Garrido, el sevillano del banjo

Ingeniero de profesión, el músico lideró los grupos La Troika, Jaramago y Nadzhir y destacó como divulgador a través de la radio y la organización de conciertos

Manolo Garrido.
Jesús de la Lama y Antonio Torres

02 de agosto 2024 - 17:02

Manolo Garrido (1953-2024) se ha ido dejando huella. Una huella perfectamente perceptible para los que, por suerte, pudimos tratarlo y beneficiarnos de su bondad.

Siempre listo, siempre alerta, Manolo fue ante todo un gran scout, lleno de valores de fraternidad, generosidad, gratitud y amor por la naturaleza. 

Era scout de los que lo serían para siempre, y así lo ha practicado en todos los aspectos de su vida. 

Amante de su familia y enamorado de su profesión de ingeniero, herencia vinculada a los antiguos propietarios de Eléctrica de Tentudía de Monesterio, mantenía en esta localidad pacense numerosos vínculos familiares.

No fue Manolo Garrido una persona anónima, puesto que su pasión por la música le permitió participar en multitud de actividades relacionadas con ella. Muchos de su generación entramos de su mano en la música folk, nos enseñó quién era Joaquín Díaz y qué era la música sefardí, supimos por él de Woody Guthrie, Bob Dylan, y, por supuesto, Pete Seeger, a quien pudimos ver en directo en el concierto que ofreció en el Teatro Lope de Vega ¡el 12 de febrero de 1971!

Algunos años después, en un encuentro con los scouts de Granada, conocimos juntos al que sería nuestro mejor cantautor: Carlos Cano, miembro del colectivo Manifiesto Canción del Sur.

Con Pete Seeger mantuvo correspondencia hasta los últimos años de su vida y desde la muerte del músico, en 2014, Manolo ha organizado todos los años conciertos en su homenaje en el parque del Alamillo, por el que han pasado muchos de los grupos sevillanos que interpretan Folk Songs. 

Estuvo vinculado a los primeros programas de música de la emisora LVG, la Voz del Guadalquivir, curiosamente la emisora del régimen, a través de Luís Baquero. Allí tuvimos la suerte de conocer a Facundo Cabral, de paso por Sevilla, “no soy de aquí ni soy de allá y ser feliz es mi carné de identidad”. 

Manolo ha sido siempre el tipo del banjo en los diferentes grupos que lideró, La Troika, Jaramago y el más estable de los últimos años, Nadzhir. Su afición al banjo le ha llevado a tener una importante colección y también a fabricarlos él mismo. Interprete sobrio, propio de los cantores del folk country, le daba a su música un aire singular, similar al de cualquier yankee que estuviera protestando contra la guerra del Vietnam o participando en los festivales de Newport junto a su admirada Joan Báez. Pero además ha sido un gran conocedor y estudioso de la música popular y a su difusión. Precursor de los podcasts que él mismo producía, sus microfolks, ha dejado un importante legado de la música que le apasionaba.

En nuestros constantes encuentros, antaño alrededor de un fuego en cualquier rincón de nuestra tierra, ahora en tertulias y encuentros de amigos y compañeros, siempre aparecía el banjo de Manolo y nos atrevíamos a entonar torpemente las canciones de nuestro cancionero o las que él había ido incorporando a nuestro repertorio provenientes de las brigadas internacionales, del folklore americano o del blues del Mississippi y Nueva Orleans.

Manolo se ha ido, se nos ha ido su cuerpo, nos acompañarán siempre sus canciones, su recuerdo y, sobre todo su bondad.

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