"En la cercanía con el público es donde un músico demuestra su poderío"

Manolo García | Músico

El intérprete catalán presentará el 8 de septiembre en el Auditorio de la Cartuja de Sevilla y el 22 del mismo mes en Málaga su último disco, 'Geometría del rayo'

Manolo García (Barcelona, 1955), en una imagen reciente. / D. S.
Braulio Ortiz

26 de agosto 2018 - 09:53

Sevilla/"Urge alentar y hacer piña / con esos pocos lúcidos / que luchan por conseguir / que no se apague / el fuego sagrado, antiguo / que nos separa de las tinieblas", canta Manolo García en Urge, uno de los temas de su último álbum, Geometría del rayo (Sony), en el que el ex componente de Los Rápidos, Los Burros y El Último de la Fila, ya con dos décadas de exitosa trayectoria en solitario, se alinea con los que "no se quieren conformar con la cultura del entretenimiento fácil de nuestro tiempo". Tras su paso por varias ciudades andaluzas esta primavera, García retoma en septiembre su gira y entre otras escalas estará en Sevilla, en el Auditorio Rocío Jurado, el día 8 y en Málaga, en el Auditorio Municipal, el 22, donde ofrecerá esos intensos y entregados directos con los que el cantante se ha ganado una gran legión de seguidores. En esta entrevista, el músico catalán habla del arte como redención, de su apuesta por estar cerca del público en un tiempo de plataformas virtuales, de sus conexiones con el Sur y de su determinación de vivir en el presente y no caer en las trampas de la nostalgia.

-Dedica Geometría del rayo a todos aquellos que no pueden vivir sin el arte.

-Vivimos en una sociedad industrializada, tecnológica, en la que uno tiene que ganarse la vida y todo está muy apretado y no hay compasión. Tienes que producir y trabajar todos los días, con la excepción de los descansos semanales y unas vacaciones que ya se te acaban el uno de septiembre, y pobre de aquél que no tiene una válvula de escape a eso. El arte es esa cosa inmaterial, etérea, que es como un sueño maravilloso. El día a día te obliga a demasiadas cosas, y el arte te ayuda a volar, te da la libertad, que es una palabra clave. A veces, esa libertad se consigue de una manera muy sencilla: con un buen libro, una obra de teatro, escuchando música, ante un cuadro o en una conversación con un amigo.

-"Quiero esa pasión, quiero esa ilusión", dice en uno de los temas recientes, y son dos términos que encajan a la perfección en sus directos, en los que el público admira su entrega. ¿Qué puede contar de los conciertos de esta gira?

-No concibo la vida sin esa emoción, sin esas ganas. Eso de abrir los ojos cada mañana y decir: Qué suerte, tenemos un nuevo día para vivir, para intentar buscar esa poesía que hay en la vida, que puede estar en todo si tú vas con la predisposición de buscarla. La apatía y la rutina son un no vivir, y yo no quiero eso. Yo necesito la emoción: en el proceso de hacer canciones, de crear. Intento dar lo que llevo dentro, porque desde la prehistoria la vida es muy prosaica; entonces el hombre tenía que ganarse el sustento mediante la caza, pero también se sentaba bajo las estrellas o cantaba y asomaba ese misterio poderoso que todos tenemos dentro. Yo me estremezco a menudo cuando oigo a alguien cantar, y me gusta pensar que hay algo de ese antiguo misterio en la música. Por eso, porque es algo muy especial, tienes que dedicarte a ello con vehemencia.

"El día a día nos hace esclavos de demasiadas cosas, y el arte te ayuda a volar, te da libertad"

-Quizás ese acto de comunicación que es la música sea más complejo ahora. Usted salió en defensa hace poco de Amaia Montero por las críticas que recibió tras una actuación en la que no parecía muy centrada. Hoy, con las redes sociales, ¿hay demasiada gente que, como dice usted en una canción, "patea lo sembrado"?

-Yo me abstengo en el tema de las redes sociales, no es una herramienta que yo use, y aquí estamos ante un asunto muy complicado. Creo que si tienes una opinión diferente debes decirlo a la cara, no es ético eso de insultar a alguien, actuar con saña, y escudarse en el anonimato. Con Amaia he coincidido muchas veces, y a mí ese ataque a una compañera me dolió, porque considero que ante todo a las personas hay que respetarlas. Vale, ella pudo tener un mal día, pero si eres conductor de autobús y una vez haces una maniobra equivocada, ¿eso ya invalida todo lo que has hecho antes? No lo creo. Estoy muy al margen de las redes, a mí todo esto me cogió mayor, pero no entiendo muy bien ese ensañamiento que a veces se da. ¿Quién eres tú para juzgar y machacar a los otros? ¿Eres perfecto? Todos somos humanos y ese concepto incluye inevitablemente la posibilidad de fallar.

-Usted es el ejemplo de que un músico no necesita exhibirse en las redes ni hacer publicidad para mantener su carrera a flote.

-Me parece muy bien que alguien que empieza use esos cauces para divulgar su trabajo, todo modo de promocionar tu trabajo es correcto. Otra cosa es cómo nos tratan las empresas que manejan las redes. Youtube, Spotify... esa es una conversación en la que no quiero entrar porque es muy dura. Es terrible cómo tratan a los músicos, cómo nos ponen palos en las ruedas. Pero, insisto, a quien quiera poner sus canciones ahí no lo critico. Es curioso, pero yo, incluso antes de que internet cambiara el panorama, pensaba que es en los conciertos, en las giras, en la cercanía con el público, donde un artista demuestra su poderío. Es así como un músico se gana el respeto del público y acaba perdurando. Donde se ve todo es en la realidad, en el cuerpo a cuerpo. Y en los discos, que son el modo de echar el ancla y ganarte la admiración de la gente. Yo no sé cuántas veces he escuchado a Pink Floyd, por ejemplo, ese respeto que yo les tengo va a estar siempre en mi vida.

-Usted se ganó la admiración de la gente con canciones como Pájaros de barro o Nunca el tiempo es perdido. ¿Esos hitos anteriores suponen algún tipo de presión a la hora de componer?

-En absoluto, yo me olvido. Lo que ya pasó es eso, pasado. Si un tema funcionó, no intento repetirlo. Eso sería una falta de respeto, para conmigo mismo y para el público. En buscar un camino nuevo, un desafío, está la alegría. Si te estancas en una fórmula te aburres a ti mismo y no puedes emocionar al público. Eso no quita que si alguien me pide una canción en un concierto yo la toque. No tengo ningún problema, son obras mías y estoy orgulloso. Pero Geometría del rayo es mi día de hoy, donde está lo que soy ahora. Un artista tiene que buscarse, arriesgarse, aunque salga mal.

-Una letra suya dice que "el tiempo al avanzar va dejando atrás rumbos extraviados". ¿En algún momento se perdió Manolo García? ¿Hay algún pasaje de su carrera que contemple con cierto bochorno?

El artista catalán, durante un concierto. / D. S.

-No. Todos somos un poco Guadiana, entramos y salimos, somos algo y dejamos de serlo, pero no recuerdo nada con especial vergüenza. La etapa más difícil fue después de disolver El Último de la Fila. Estaba tranquilo, pintando, pero me preguntaba qué iba a hacer con mi vida. Fue un acierto dejarme llevar y que mi instinto me mandase. No estuve apretándome a mí mismo, me dije que lo que me apeteciera ya saldría. Luego saqué mi disco en solitario y a partir de ahí todo fueron alegrías. Ese paréntesis no fue de alegría ni de tristeza, fue simplemente un tiempo detenido.

-En uno de sus libros, La historia del buen viejo y la bella muchacha, Italo Svevo decía que era fácil rechazar una vez un dinero que te ofrecen, pero no tanto hacerlo cuando te lo proponen por segunda vez. ¿En cuántas ocasiones se ha visto tentado por la reunión de El Último de la Fila?

-[Ríe] Uf, muchísimas. Y si tú tienes una convicción no es difícil esa renuncia, si tienes dudas resulta más complicado. Ya digo, no soy una persona que suela caer en la añoranza. Pienso que no hay que volver al sitio donde fuiste feliz, ya fuiste feliz, ahora hay que buscar nuevos lugares. Así actúo siempre. También porque yo tengo un recuerdo sagrado de mi experiencia con El Último de la Fila, y no quiero manchar eso. Hace tres o cuatro años hicimos un reencuentro puntual de Los Burros y Los Rápidos y dimos un par de conciertos en Madrid. Fue como hacer una barbacoa con antiguos compañeros, algo bonito, pero anecdótico. Cuando alguien te pregunta por qué no se reúne de nuevo El Último de la Fila yo suelo decirles: tú en realidad no quieres que vuelva El Último de la Fila, tú quieres que vuelvan tus veinte años. Y eso no va a ocurrir. Si ahora tienes cincuenta o sesenta, disfrútalos, es otro momento. Y ponte los discos. Yo vuelvo a menudo a Pink Floyd, y a Triana...

"La gente que quiere el regreso de El Último de la Fila lo que quiere en realidad es volver a tener 20 años"

-Precisamente quería preguntarle por Triana y por Smash, por todos esos referentes del Sur que tiene.

-De jovencito flipas con la música anglosajona, con Janis Joplin, Led Zeppelin... pero un día descubres a unos que son de aquí, que cantan en tu lengua, que mezclan la guitarra española con la eléctrica, y eso te gusta muchísimo. Hay bandas del rock andaluz que son maravillosas y que han dejado un legado, pero yo por Triana siento debilidad y me fascina cómo componía Jesús de la Rosa. Igual que me enamora Camarón. Yo soy catalán, pero para que te guste alguien tan auténtico como Camarón no importa tu procedencia. Ahora estoy maravillado con La Chana, vi un documental sobre ella y estoy deseando verla bailar. Mira, estamos hartos de móviles, de mensajitos, de chorradas, y yo lo que quiero es algo genuino. Como cuando tu amigo de Utrera te da unos tomates que no tienen nada que ver con los del supermercado. Pues en la música y en el arte lo que importa es el tomate real. Estamos en un tiempo de fast food, en el que intentan llevarnos al consumo rápido, que ganemos pasta, pero ¿y la emoción?

-Hoy también hay que tener cuidado con los mensajes que se mandan, porque todo se tergiversa muy rápido. He leído que usted cambia la letra de Disneylandia, de Los Burros, cuando la interpreta en directo. Que hay un momento en el que decía "si no vuelves te mataré" y ha suprimido esa frase por todos los casos de violencia de género que se dan...

-Uno no debe tomarse esa letra de manera literal, hay que ver el contexto de las cosas. Si un andaluz te dice qué hijo de puta no te está insultando, lo más probable es que te lo diga en plan cariñoso. Lo que pasa es que esa libertad con la que te expresas puede colisionar con la realidad. Por supuesto que nadie puede agredir ni tocarle un pelo a nadie, y que hoy hay que ser beligerante con eso. Hace tiempo que no la interpreto, pero si mañana la cantara le cambiaría la letra a Disneylandia, sí, y no diría eso de "si no vuelves te mataré", que era una frase hecha, sino que diría "si decides no volver te respetaré". El tema del maltrato es una epidemia y hay que ponerse firmes.

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