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Sevilla/Hay discos que son también manifiestos. Y Cuarteto Fuerte, el personalísimo proyecto de Juan M. Martín, bajista sevillano de larga trayectoria, siempre ligado a múltiples proyectos en torno al jazz (desde la Big Band de Assejazz a Malheur), tiene ya dos que vienen a proclamar lo mismo, aunque de maneras sutilmente diferentes: no, rotundamente no a las ataduras, a los corsés, a las inercias, a los aspavientos para resultar cool, a toda concesión a la galería; sí, absolutamente sí a Ornette Coleman, al espíritu de los Lounge Lizards, al verso suelto de la vanguardia que siempre ha sido John Zorn, al influjo más sereno de Bill Frisell, sí a transitar sin necesidad de asumir guías preestablecidas esa zona de nadie en la que el jazz contemporáneo se roza alegre y promiscuamente con el rock (en este caso, muy particularmente con el Morricone menos evidente, aquél que se dejó atrapar por los timbres y ritmos de la psicodelia), las tensas y umbrías bandas sonoras de cine criminale italiano de los 60 y 70, el funk o el prog-rock, y sí también, por descontado, a partir de un armazón compositivo riguroso y metódico, lleno de ecos y guiños melómanos, para después hacer volar lo escrito en la partitura con la espontaneidad causada por el roce de su interpretación en directo, canalizando así la pasión por la improvisación y el free que en buena medida propiciaron la puesta en marcha del proyecto.
Tras el inicial y homónimo Cuarteto Fuerte, publicado en septiembre de 2019, la banda liderada por Martín acaba de lanzar su segundo álbum, Últimeit, editado por Sentencia Records, el sello que dirigen Borja Díaz y Marco Serrato, y grabado el pasado verano en la antigua sede de Assejazz "con dos grabadoras portátiles ZOOM, una de ellas con dos micrófonos externos para los saxos, de manera bastante doméstica y calentita, y mezclada posteriormente por Manu González y masterizada por Trevor Coleman", cuenta Martín sobre este nuevo trabajo que, sin que medie giro drástico de ningún tipo, matiza y afina sus presupuestos, que se concretan en una música que ha ganado en concreción y hondura emocional.
La formación, esta vez, ha cambiado: del esquema clarinete/guitarra/batería/bajo del debut, a la formación actual, con dos saxos, los de Bernardo Parrilla (alto) y Javier Ortí (tenor), más el jovencísimo Fernando Caro a la batería y Martín al bajo eléctrico. "En esta ocasión me dio por inventar música que tenía una armonía muy básica y modal que soportaba perfectamente hacerse sin guitarra ni piano. También empecé a pensar en unos ritmos muy poco tradicionales y poco standards, de manera que le pregunté a Fernando si podía asimilar mis algo infantiles ocurrencias, y sin duda que lo hizo. A mí el resultado me ha parecido muy satisfactorio, imperfecto pero divertido y muy original sin pretenderlo", dice el bajista y compositor y honestamente pensamos que no queda otra que darle la razón. "Bernardo y Javier son improvisadores de categoría máxima y además tienen una personalidad espectacular. Fernando es estudiante del Superior de jazz, muy entregado en la ejecución y en la escucha, muy flexible. Tremendos musicazos locales los tres", dice Martín sobre los cómplices que en esta ocasión han puesto su talento al servicio de sus composiciones.
“A mí este repertorio me sirve mucho no sólo artísticamente sino psicológicamente, porque me desarraiga de mi rutina y de mi biografía. Siempre ando haciendo repertorios de otros y siempre a la orden, no sé si me explico, pero todo lo que hago con este cuarteto pretende ser lo más honesto y visceral posible. Si el resultado le resultara satisfactorio al que escucha, todos encantados”, concluye Martín, que deja muestras de su humor sardónico en los títulos de algunos de los cortes, como Excrecencia de la evidencia o Borbones bolivarianos, de su innegociable pasión por el maestro Morricone versionando su tema Il Giardino Delle Delizie, que pone el broche final al disco, o de un sereno y madurado lirismo en composiciones como Sedimentos de pena. Argumentos de sobra hay, en fin, para acercarse este jueves al Espacio Turina (20:00, entradas a 10 euros) y sumergirse en el más vibrante jazz contemporáneo, que no pasa solamente por Chicago, Londres o Berlín.
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