Tres metros bajo tierra

La maquinaria industrial sigue buscando filones para atraer a las salas a las nuevas generaciones. Lo saben bien los responsables de esta Mala influencia de ambición internacional salida de una plataforma narrativa interactiva de Wattpad y que se mira en aquella 3 metros sobre el cielo (2010) salida de las novelas de Federico Moccia para intentar adaptar su fórmula romántico-adolescente deluxe a estos tiempos de RRSS, mensajes de texto simplificados y culturas urbanas en constante reciclaje.

Buscando a los nuevos Mario Casas y María Valverde en los insulsos y blanditos Alberto Olmo (su personaje, contengan la risa, se llama Eros) y Eléa Rochera, la hasta ahora realizadora de video-clips Chloé Wallace se saca de la manga colectiva una trama insustancial entre una niña rica acosada en su colegio pijo y el guapito macarrilla que su padre decide ponerle como guardaespaldas para justificar estampitas moteras, ojitos y arrumacos frente a la puesta de sol y escenas de discoteca a ritmo de playlist de Spotify. Consiente de su propio ridículo y de un desenlace-sorpresa de juzgado de guardia, la película se permite algún chiste a costa de sus marionetas juveniles y su pírrica lucha de clases como inerte tirita para la hemorragia incontrolable.