'Los Machado. Retrato de familia': la estirpe de los hombres buenos

La exposición, que muestra los fondos que Unicaja y la Academia Burgense custodian de los poetas, se despide este sábado de Sevilla.

“Manuel y Antonio Machado jamás estuvieron enfrentados”

Visitantes en la exposición ‘Los Machado. Retrato de familia’, programada en Artillería hasta el sábado.
Visitantes en la exposición ‘Los Machado. Retrato de familia’, programada en Artillería hasta el sábado. / Juan Carlos Muñoz

Para que Antonio Machado escribiera a los campos de Soria, a las “tardes tranquilas, montes de violeta, / alamedas del río, verde sueño / del suelo gris y de la parda tierra”, y lanzara a estos parajes una pregunta estremecida: “Me habéis llegado al alma, / ¿o acaso estabais en el fondo de ella?”, antes hubo una estirpe curtida en la observación al aire libre, en las liturgias de la naturaleza.

Para que su hermano Manuel proclamara: “Hasta que el pueblo las canta, / las coplas, coplas no son; / y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor”, consciente de que “lo que se pierde de nombre, / se gana de eternidad”, también fue necesario un linaje de hombres y mujeres que amaron la palabra y una sabiduría que trascendía el tiempo.

Al comienzo de la exposición Los Machado. Retrato de familia, la muestra comisariada por Alfonso Guerra y que cierra sus puertas este sábado en la Fábrica de Artillería, se recrea a través de algunas piezas, entre ellas una culebra disecada, el Gabinete de Historia Natural de la Universidad de Sevilla que fundó el abuelo de la saga, Antonio Machado y Núñez, una figura que inculcaría en sus descendientes el amor por la naturaleza y el paisaje.

A unos metros, todavía a la entrada de Los Machado. Retrato de familia, en la que dialogan por primera vez los fondos que sobre los poetas custodian la Fundación Unicaja y la Real Academia Burgense de Historia y Bellas Artes, el ábaco en el que los pequeños Manuel y Antonio aprendieron a leer se exhibe junto al quinqué con el que la abuela, Cipriana Álvarez Durán, alumbraba los cuentos y coplillas que recitaba a aquellos niños. Un repertorio que esta investigadora, sobrina de otro estudioso del romancero como Agustín Durán, había atesorado con pasión en sus viajes por los pueblos de Extremadura. Un respeto por el folclore que heredaría el padre de los escritores, Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, referente en la investigación del flamenco y un hombre cuya curiosidad sin límites fue de la mano de la mala fortuna: vetado por su progresismo para la Universidad en los años de la Restauración, regresaría fatalmente enfermo de un intento de prosperar en Puerto Rico.

Los Machado. Retrato de familia, un proyecto ideado por la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y la Real Academia Burgense de Historia y Bellas Artes, articula el itinerario vital de los dos hermanos, desde los escenarios que Manuel y Antonio comparten en su juventud –la formación con los “santos varones de la Institución Libre de Enseñanza”, o el París lleno de prodigios en el que conocen a Oscar Wilde y frecuentan a Rubén Darío– hasta los caminos que se bifurcan, su fecundo tándem como dramaturgos o los destinos dispares que les reservará la Guerra Civil. Uno, de natural bohemio pero harto de “tanta canallería”; otro, melancólico y herido por la pérdida, no son sino dos camaradas cuyos caminos se acompasan incluso en la distancia. “Uno de los propósitos de la exposición”, apunta la escritora y académica de Buenas Letras Eva Díaz Pérez, coordinadora de este Retrato de familia, “es mostrar la vida paralela de los dos hermanos, como demuestran hechos como que el primer libro de Manuel es Alma y se publica en1902, y el primero de Antonio es Soledades, y aparece en 1903”.

Un recorrido que los organizadores de esta muestra plantean con austeridad, con vitrinas inspiradas en el salón familiar o los cafés de Madrid o París y telares en los que “vuelan” los versos de Antonio y de Manuel Machado. “No queríamos abrumar al espectador con demasiadas cosas, ha habido una importante labor de síntesis”, explica Díaz Pérez.

Sobrecoge la esquina destinada a la muerte de Leonor, en la que se impone sobre un fondo negro el canto desolado de su viudo: “Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar”. Tras ese recodo, el visitante se topará con una carta en la que Antonio confiesa a Juan Ramón Jiménez la redención que le brindó la poesía: “Cuando perdí a mi mujer pensé en pegarme un tiro. El éxito de mi libro me salvó, y no por vanidad, ¡bien lo sabe Dios! sino porque pensé que si había en mí una fuerza útil no tenía derecho a aniquilarla”.

Los Machado. Retrato de familia, que viajará después de su presentación en Sevilla a la Fundación Círculo de Burgos y a la sede de la Real Academia Española en Madrid, desmonta esa leyenda de dos hermanos enfrentados por razones ideológicas durante la Guerra Civil. “Se separan, pero no porque quisieran, sino por circunstancias azarosas”, matiza Díaz Pérez. “Todos los años, Manuel viaja con su mujer, Eulalia Cáceres, para celebrar la onomástica de su cuñada Carmen, monja en un convento de Burgos. Estalla la guerra y se queda ahí a su pesar”. En la Pensión Filomena concede una entrevista a una periodista francesa, Blanche Messis, que tendrá consecuencias: un artículo de Mariano Daranas en el Abc de Sevilla señala la tibieza del poeta con la cruzada y el autor es ingresado en prisión. “El fusilamiento a Lorca está reciente, y el Manuel Machado que sale de ahí es otro. Hay que entender el miedo”, apunta la coordinadora de la muestra, a la que emociona el desplazamiento del poeta a Francia con un salvoconducto cuando es informado de que su querido hermano ha muerto allí. El itinerario se cierra con un hermosísimo poema en el que Manuel se pregunta, conmocionado, a partir de un verso de su familiar, “¿qué puso Antonio en las letras?”.

stats