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El atado | Crítica
El atado. Ilse Aichinger. Trad. y prólogo, Adan Kovacsics. Ediciones del Subsuelo. Barcelona, 2024. 127 págas. 16 €
Según señala Richard Reichensperger en su “Nota editorial”, una primera versión -incompleta- de estos relatos se publicó en 1952 con el título Discurso bajo la horca. Un año después, aparecerá, ya completo, bajo el nombre de El atado. Añadamos también que Aichinger es una de las primeras escritoras -así lo recuerda Adan Kovacsics en el “Prólogo”- en abordar literariamente la persecución y el exterminio judíos. Este hecho, como parece obvio, no debió resultar ajeno a su escritura; y en mayor modo, por cuanto Aichinger y su familia padecieron, en distinto grado, la criminal infamia. No obstante, la literatura de Aichinger que se recoge en El atado no es de carácter testimonial. Su terror y su fantasía, su delicado lirismo, guardan dentro de sí, en todo caso, una naturaleza infausta.
Es difícil no encontrar en el relato “El atado” un eco de Kafka y su “Un artista del hambre”, publicado casi tres décadas atrás. De igual forma, es fácil adivinar en “El pliego abierto” un aire de familia con El desierto de los tártaros de Buzatti, publicada en 1940. ¿La leyó Aichinger, tuvo noticia de su publicación, del contenido de aquella novela sobre la espera, la guerra lejana y el vacío? La huella más distintiva de la literatura de Aichinger es aquella misma que comparte con Kafka: la claridad expositiva y la sencillez de su narración, de la que emerge con naturalidad alguna forma de terror, de maravilla o espejismo. Ya en los primeros cincuenta adquirió justa fama -es de nuevo Kovacsics quien lo cuenta- su relato “Historia en espejo”, cuyo título no alcanza a expresar, entendemos que voluntariamente, la verdadera inversión, en absoluto especular, que se produce en sus páginas. También en el relato “Allí donde vivo” advertimos aquello que pudiéramos calificar de un aire kafkiano, y que se resume en cierta naturalidad con que se acepta o se celebra lo incongruente y lo fantástico.
En el “Discurso bajo la horca”, será la propia naturaleza humana quien consigne su paradójica y mordaz sustancia; en “El atado”, relato con que se abre el libro, uno cree adivinar, acaso por error, una figuración, pudorosamente alegórica, de cuanto ocurre a ambos lados de la violencia padecida por Aichinger. Del modo en que la violencia determina, absorbe y modifica, con fascinación perdurable, el corazón de los hombres.
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