"En 'Abril' me permito ser yo misma por completo"
Lucía Álvarez 'La Piñona' | Entrevista
La gaditana presenta el domingo día 20 en el Teatro Central su particular homenaje a la figura del poeta y bohemio Juan Manuel Flores, autor de las letras inmortales de Lole y Manuel
Sevilla/Por encima de todo, Abril es una historia de amor. El resultado de un enamoramiento entre una joven bailaora y soñadora llamada para el arte Lucía La Piñona y un poeta bohemio que supo conectar con el alma de miles de personas hasta el punto de convertirse en parte de lo que se denomina memoria sentimental.
El nombre del poeta –fallecido en 1996– que escribía poemas en las servilletas de los bares tal vez no les diga mucho, pero seguro que lo hacen por él sus versos libres y luminosos...: "Érase una vez una mariposa blanca, que era la reina de todas las mariposas del alba..."; o "Voy soñando con tus besos por el Callejón del Agua, no despertarme del sueño campanas de la Giralda..."; o también "Sentao en el río, vi cómo un pajarillo quería cantar pero estaba ronco, lloraba de pena y en mis manos le di de beber agüita del río con hojas de menta...". Juan Manuel Flores escribió las letras de los tres primeros discos de Lole y Manuel, con música de Manuel Molina y producción de Ricardo Pachón. Sus temas lograron sacudir las raíces del flamenco y algunos, como Tu mirá, llegaron a escucharse, sin necesidad de redes sociales, hasta en una película de Tarantino.
"Lole y Manuel eran unos ídolos para mis padres y yo me convertí en una friki de ellos. Más tarde me encontré con la antología de Flores y me pasaba todo el día leyéndola y releyéndola hasta que me enamoré de su figura. Me imaginaba cómo era y pensé, hace ya mucho tiempo, dedicarle un espectáculo, aunque luego deseché la idea. Pero hace un año y medio retomé el proyecto", cuenta la bailaora, que estrenará su obra en el Teatro Central el próximo domingo día 20 en la Bienal de Flamenco.
La antología a la que se refiere, Ha llegao la mañana. Poesía inédita poética de Juan Manuel Flores Talavera (2014), fue fruto de la tesis doctoral de la italiana Marianna Maierù, en colaboración con el director de Ediciones en Huida, Martín Lucía.
"Cuando decidí dedicarle mi nuevo trabajo, fui a hablar con su familia y con todos los que habían estado cerca de él de un modo u otro, como Ricardo Pachón o Gualberto. Y un día, viendo el último documental sobre Manuel Molina, en el que salía Pedro G. Romero, decidí llamarlo. Desde el primer momento hubo un buen entendimiento entre nosotros porque, por encima de todo, es una persona con un amor inmenso por el flamenco, así que le pedí que fuera el director artístico de la pieza. Fue él quien empezó a desarrollar la idea y a buscar referencias sobre las que poder hilar los contenidos", sigue contando Lucía.
Unas referencias que encontraron en textos del propio Flores, como Maya, la luna y el arlequín, una obra de teatro inédita en cuyo reparto aparecían personajes como Matilde Coral, los Seises de la Catedral de Sevilla, los Armaos de la Macarena, el rock de Imán o la música de Albinoni. Pero también en otros escritores como T. S. Eliot, en cuya obra La tierra baldía define abril como el más cruel de todos los meses.
Porque la artista supo siempre que su obra se llamaría Abril, entre otras cosas porque ése fue el mes en que murió su madre. El resultado, sin embargo, no tiene nada de trágico, como tampoco lo tenía el llamado "poeta de la luz", amante de las cosas sencillas y, sobre todo, de la naturaleza. Tal vez por eso, la escenografía del montaje –obra de Antonio Marín– tiene mucho que ver con las plantas.
"El espectáculo se desarrolla de un modo muy natural, sin misterios ni oscuros, y todos estamos en escena todo el tiempo. Musicalmente es muy flamenco. Hay una solea, una bulería, un taranto-seguiriya... En ningún momento hemos querido versionar a Lole y Manuel. Lo importante es el baile y la categoría de todo el equipo: de Alfredo Lagos (guitarra y dirección musical), de Pepe de Pura, que ha hecho un gran trabajo en la adaptación de las letras, de Alejandro Rojas-Marcos en el teclado y de Perico Navarro con la batería y el compás. También hay un trío de voces femeninas, además de la dirección de Pedro, claro. Yo creo que él ha sabido sacar todo mi brillo, mi potencial, sin pedirme nada gratuito o fuera de lugar", añade satisfecha la artista.
De Lucía Álvarez La Piñona dicen muchos que es especial porque no se parece a nadie. Tal vez porque, desde muy niña, se ha movido en un triángulo cuyos vértices son la tierra gaditana que la vio nacer (Jimena de la Frontera), Granada, adonde se fue muy jovencita para seguir formándose, y Sevilla, donde vive desde que con 18 años se afincó en la ciudad para estudiar en la Fundación Cristina Heeren. Desde entonces, los tablaos han sido sus lugares de experimentación entre bolo y bolo y su ilusión, tener una compañía propia con la que expresar todo el arte que lleva dentro.
En 2011 ganó el premio Desplante del Festival de La Unión y decidió emprender un camino en solitario, aunque nunca ha dejado de colaborar con otros artistas en trabajos que han recorrido numerosos festivales y países. Un granito de arena, estrenada en 2012 en el Festival de Jerez, fue su primera obra con nombre propio, y la última, Emovere (2018), obtuvo una candidatura en los Premios Max y dos nominaciones a los Lorca como mejor intérprete femenina de flamenco.
La carrera de la Piñona, sin embargo, ha ido lenta, sin prisas, tal vez porque, según confiesa, "he pasado épocas duras en las que me he sentido muy vulnerable. Pero he aprendido mucho y ahora me encuentro fuerte, tanto física como mentalmente. Confío en mi criterio y en mi intuición y en Abril me permito ser yo misma por completo. Espero que los demás disfruten como lo hago yo".
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