Alhambra Monkey Week
La cultura silenciada
Daniel Ruiz García
Ha caído la noche y Mario, pinchadiscos y severo crítico musical, se entrega a un "simulacro de exorcismo", a una confesión agónica en la que examina las postales ya borrosas de su relación con una joven inescrutable, una historia brutal e inquietante que araña con uñas sucias el corazón del joven. Necesita desesperadamente ser comprendido, pero tiene poco tiempo, y la confesión debe ser también frenética: a veces parece -a veces casi ocurre- que el único punto y seguido es el último del capítulo. En La canción donde ella vive (Calambur), su tercera novela, la segunda publicada apenas dos meses por carambolas editoriales, el sevillano Daniel Ruiz García se adentra en el reverso tenebroso del amor mientras sacude su gramola sentimental, los Stones, Hendrix, Love, Clapton y sobre todo los Beach Boys, una banda sonora soleada para un descenso a los infiernos. Ayer presentó el libro en la feria junto al periodista y crítico Jesús Morillo y hoy (a las 11:00 en la caseta de Bibliodiversidad) firmará ejemplares.
-La novela es un homenaje al pop y también a la literatura fantástica. ¿Cómo surgió la idea de mezclar ambos universos?
-Siempre me ha maravillado, porque me inspira sentimientos asociados a la juventud y la felicidad, la música de los Beach Boys, que ha sido muy despreciada pero ahora ha entrado en un periodo de revisión. Leí la historia de Dennis Wilson, el segundo espíritu creativo del grupo; fue amigo de Charles Manson, aunque saltó del barco antes del asesinato de Sharon Tate. Me llamó la atención el contraste entre su música -él componía- y esta parte oscura de su vida. En la historia de la música popular hay muchas conexiones con esa parte telúrica del ser humano: Marianne Faithfull está convencida de que su vida de degradación absoluta se debe a que es descendiente de Sacher-Masoch, a quien el sadomasoquismo debe su nombre; El maestro y Margarita, tan diabólica, inspiró Sympathy for the Devil de los Stones; Anita Pallenberg, amante de Brian Jones y luego de Keith Richards, se reivindicaba como bruja; los Beatles sacaron a Aleister Crowley en la portada del Sgt. Pepper's... A partir de ahí me planteé una revisión de la literatura de terror, de la literatura gótica, del mito del vampiro, que partiera de un concepto musical, en este caso puramente estético.
-La prosa es tan nerviosa que parece a veces fruto de un proceso de escritura automática. ¿Es así?
-Cuando escribo anoto ideas y tengo un esquema del argumento en la cabeza, pero para mí son más importantes el tono y la cadencia; si no los tengo no escribo, porque le doy mucha importancia a la improvisación. Corrijo mucho, pero prefiero sacrificar la corrección absoluta ante el ritmo. En ese sentido puede que sea un poco punk, valoro la espontaneidad, la sinceridad.
-Sus novelas son muy distintas, pero todas muy viscerales. ¿Por qué le interesa este tipo de literatura?
-Comencé a escribir como desahogo. Y luego siguió interesándome la rabia como resorte literario. Hago una literatura muy expresiva, me interesa ser hiperbólico, me gustan los ambientes sórdidos, degenerados, el feísmo, esos márgenes. Para escribir una cosa complaciente, para hacer literatura de salón, prefiero no escribir. Y está también la tradición española de lo oscuro, de la sangre y de la mala leche: muchos episodios del Quijote, del Libro del buen amor, o Goya, que es el pintor de lo siniestro y de la pesadilla. Para mí, la parte más potente de la obra de Goya es la que surge después del 2 de mayo, de esa rebelión. Yo me considero heredero, muy lejano evidentemente y dentro de mis limitaciones, de esa tradición. En mi programa estético la literatura tiene que sudar rabia.
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