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Espido Freire
Una princesa noruega a la que el destino ha llevado hasta Sevilla intenta recordar, mientras agoniza, las palabras que bautizaban las plantas de su tierra. Mientras pretende que vuelva a su memoria esa sonoridad perdida contempla las flores que adornan ahora el patio de su última morada. "Me llamo Cristina", dice el personaje, "tengo veintiocho años, no logré concebir hijos, y nada de eso alberga ahora la menor importancia, porque todos saben que me estoy muriendo". Así comienza La flor del Norte, una novela editada por Planeta en la que Espido Freire reconstruye la existencia de Kristina Haakonardóttir, hija del rey de Noruega que acabó sus días en el sur tras casarse con el infante de Castilla don Felipe, hermano de Alfonso X.
La escritora tuvo su primer contacto con la figura de esta mujer hace una década, un tiempo en el que residía en Noruega, pero "fue por un amigo mío escritor, que asoció que yo estaba allí y me mandó un recorte de periódico sobre esta princesa". En el país nórdico Freire empezó a preguntar sobre ella, y se topó entonces con un enigma. "No les sonaba de nada; sí su padre, que fue uno de los reyes más importantes de ese periodo", cuenta sobre Cristina de Noruega. Las imprecisiones en torno a su biografía, la "poquísima documentación" que halló al respecto, estimularon la imaginación de la autora de Soria Moria. "Podemos saber de ella a partir de los restos. Es lo que yo tuve que hacer: documentarme sobre la corte noruega y la corte castellana y empezar a tirar, a deducir, de qué manera podía sentirse esta princesa", de la que, según apunta Freire, "ni siquiera se conserva un retrato".
Todos los datos históricos que describe La flor del Norte son, señala la narradora, "fehacientes", pero más allá de la fidelidad a la cronología real, lo que le interesaba a Freire era crear un personaje. "Ella es muy espidiana", una heroína "muy del estilo de las que me gusta trabajar", reconoce la bilbaína. A su creadora no le interesa tanto profundizar en la injusticia de un tiempo en el que las mujeres apenas tenían voz, sino ahondar en la psicología de alguien que, al final de su vida, vuelve la mirada atrás y se enfrenta a la verdad del recorrido. "Nunca me había planteado escribir una novela histórica como tal, por quien me fui sintiendo atraída fue por el personaje", sostiene Freire. En su percepción, Cristina de Noruega es "una mujer que ha vivido más o menos satisfecha consigo misma, que en el momento en el que se le acerca la muerte se tiene que replantear, de raíz, quién era". Y entonces "tiene que cuestionarse qué tipos de mentira se ha contado". Al final del libro, ella descubrirá "cosas muy dolorosas, porque todos nos mentimos. Tiene que reevaluar si fue amada, si fue respetada, si su viaje o su matrimonio han servido de algo o han sido una buena decisión. Eso es, para mí, la aportación más novedosa al género", opina.
Utilizar a una extranjera como Cristina permite a Freire, además, una mirada "más crítica" a Alfonso X. La protagonista piensa que el rey "comienza la casa por el tejado, en lugar de asentar bien los cimientos" y está tentada de recomendarle que deje "por un tiempo los versos y los plañideros cantos galaicos" y que centre su atención en su reino "donde hierven calderos de intrigas". Junto a él, su mujer, Violante de Aragón, queda retratada como una mujer ambiciosa que en la ficción "desearía mandar sobre los ejércitos y se ve limitada a mangonear con los pañales". Para Freire, "Violante es una mala pécora, como esas amigas que te dicen que estás engordando. Es la hija de Violante de Hungría, viene de una estirpe con fama por su crueldad, y de Jaume I, que arrasó con todo. No puedes convertir a alguien así en débil".
Si bien "los cuentos de hadas hablaban de campesinas y la posibilidad de convertirte en princesa o en reina, de ascender a través del matrimonio", Freire asegura que la literatura "refleja una idea más amarga de la realeza ", y que la proliferación reciente de biografías noveladas -como la revisión de Sissi por Ana María Moix o Ángeles Caso- ha destacado los "claroscuros" frente a esa visión "edulcorada" de las princesas Disney.
Para La flor del Norte, Espido Freire escoge un lenguaje contemporáneo. Le ayudó la actualización del Poema de Mío Cid que le encargaron, gracias a la cual descubrió que "tenía que realizar algo así: mantener la esencia y algunos giros, pero no podía imitar el estilo del siglo XIII, que nos resulta muy ajeno, muy difícil de leer".
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