"La literatura latinoamericana, tan pomposa, me hizo mucho daño"

Gregorio León. Escritor

'La emperatriz de Jade' es la continuación de 'El último secreto de Frida K', la saga protagonizada por la detective Daniela Ackerman.

Enrique Lara

02 de septiembre 2013 - 14:11

Gregorio León es un observador de la vida, de los detalles. Un ejercicio que le gusta y suele practicar con regularidad es imaginar cómo sería la vida de personas que desconoce y que se encuentra en su camino, intentar escudriñar su pasado o crear su imagen en el futuro. En una ocasión, el autor estaba en un hotel y presenció como una anciana lloraba y a su lado una joven intentaba calmarla, sin éxito. Esta escena es el germen de La emperatriz de Jade. Gregorio León imaginó que la joven era la protagonista de su anterior novela, Daniela Ackerman, afanándose en consolar a una pobre anciana que lloraba recordando un amor del pasado.

De esta manera, la atractiva detective Daniela Ackerman vuelve a la carga, tras su primera aventura en El último secreto de Frida K. Su talento para encontrar objetos ocultos y destapar entuertos ha hecho sonar bien alto su nombre y ha recorrido mares y océanos. Ahora la requieren en Moscú. El nuevo encargo no será precisamente fácil. El ambicioso millonario que la llamó desea tener en su poder un objeto muy exclusivo: un libro hecho con piel humana.

La novela se sustenta sobre unos "pilares bibliográficos bien definidos y abundantes", con la puesta en escena de algunos episodios de la Segunda Guerra Mundial, donde mezcla datos verídicos y matices inventados. Pero ese es sólo el fondo, dice: "Esto es un thriller con mucho suspense, pero que gira en torno a una historia de amor, celos y cicatrices en el alma".

Los fantasmas del pasado persiguen a los personajes sin descanso durante toda la novela, con situaciones y coincidencias que harán brotar de nuevo, explica el autor murciano, "la sangre de una herida que parecía sellada". León insiste en la importancia del día a día, de "afrontar nuestros problemas y no huir de ellos, que es algo inútil (aunque la mayoría lo hagamos)". "Las heridas hay que mirarlas, acariciarlas y sentirlas", apostilla.

A la hora de redactar la novela, la tarea más costosa, según el autor, fue la de "sintetizar toda la información que tenía sobre la segunda Gran Guerra", que previamente fue recopilando. Tardó cuatro años en escribirla.

Según León, la historia está "plagada de mensajes". A través del personaje de Freddy Ramírez, un periodista mexicano amigo y ayudante de la protagonista, el autor reivindica "la recuperación del periodismo tradicional, el periodismo callejero y de investigación". También hay una defensa de los fotógrafos de prensa. "No son los únicos mensajes pero sí, digamos, los más llamativos", advierte el escritor.

Como suele ocurrir en la narrativa de Gregorio León, esta novela tiene un lenguaje claro y sencillo, evita excesos estéticos y redundancias, hace fácil y agradable el seguimiento de la historia, dando más importancia al contenido que al envoltorio. "De joven leí mucha literatura latinoamericana, muy pomposa, brillante y excesiva, y esto me hizo mucho daño. Hasta que llegó a mí la influencia norteamericana, una escritura más sencilla, que contaba lo mismo con menos palabras".

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