"Los libros de Onetti expresan las frustraciones de Latinoamérica"

Francisco Camero / Sevilla

08 de octubre 2010 - 05:03

"Impactado por la belleza" de Osuna, Mario Vargas Llosa reserva unos minutos para atender a Diario de Sevilla después de almorzar y pocas horas antes de pronunciar en la localidad sevillana un pregón sobre la cultura milenaria del aceite y plantar un olivo en la Colegiata, actos organizados por el Ayuntamiento ursaonense y la Sociedad Agraria de Transformación Santa Teresa. Exquisito en el trato, el escritor, que ha viajado durante todo el día, logra disimular su fatiga. Es uno de los autores cruciales de la literatura en español del último siglo, responsable de una obra monumental en la que se cuentan, entre otros libros, Conversación en La Catedral, La ciudad y los perros, La guerra del fin delmundo, La fiesta del Chivo y Pantaleón y las visitadoras, absorbentes narraciones torrenciales que dan cuenta de su sociedad y su tiempo y celebran con deliciosa claridad la pulsión humana de contar. La semana que viene publica en Alfaguara El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti, un ensayo sobre el escritor uruguayo, autor de El astillero o La vida breve.

-El de Onetti no es un nombre frecuente en sus escritos sobre literatura. ¿De dónde surgió la idea de este ensayo?

-Le tengo mucha admiración desde que leí sus primeros cuentos en los años 60. Quedé muy impresionado, y desde entonces lo he leído y releído mucho. Pero este ensayo nace en realidad de un curso universitario en la Universidad de Georgetown. Duró un semestre, lo que me hizo leer de manera sistemática todos los cuentos y las novelas de Onetti. Es uno de esos autores que gana mucho leyéndolo así, porque las obras se van enriqueciendo unas a otras, porque es una literatura que forma un conjunto muy orgánico. Me quedé con muchísimas anotaciones, con fichas, y de ahí resulta el ensayo. Es uno de los grandes autores de nuestra lengua y uno de los primeros en haber introducido la modernidad. Se familiarizó con la novela renovadora y aclimató todo lo que aprendió leyendo a Faulkner, Dos Passos o Céline a nuestra idiosincrasia. No es autor fácil, porque plantea muchas exigencias intelectuales a los lectores, pero creo que los que hacen el esfuerzo se sienten más que recompensados por la profundidad, la riqueza y la belleza de sus historias y de su prosa.

-¿Diría usted que ha pasado la prueba del tiempo?

-Nadie discute a Onetti como uno de los autores más originales. Efectivamente, ha pasado esa prueba terrible del tiempo.

-Y sin embargo, a diferencia de coetáneos como Julio Cortázar, Gabriel García Márquez o usted mismo, no ha llegado a tener ese arraigo colectivo. ¿A qué cree que se debe?

-Su mundo es pesimista, con una visión negra del destino y de la condición humana, a veces un poco deprimente. Ahora bien, todo eso está hecho con tanta destreza, con tanta técnica y elegancia, que en cierta forma la belleza de la obra compensa y desagravia al lector de tanto pesimismo. Su obra expresa mucho las frustraciones de la realidad latinoamericana de su tiempo. A él le tocó vivir una época muy traumática, de dictaduras militares, de guerras intestinas, de grandes fracasos económicos, de inmensas desigualdades y, sobre todo, de derrotas una y otra vez de las mejores opciones. Y aunque él no hacía una literatura política, indirectamente ese mundo negro y pesimista de sus libros expresa de una manera simbólica la gran frustración latinoamericana de los tiempos modernos.

-Fue uno de los más célebres acostados, según el término de Caballero Bonald. ¿Qué cree que le llevó a una actitud tan definitiva?

-En sus últimos años había caído en una cierta apatía y había perdido los entusiasmos de la juventud... Pero no renunció a una vida intelectual y aunque es verdad que andaba acostado, casi siempre recibía a mucha gente. Esa última época yo no lo vi, pero los testimonios, entre ellos el de Caballero Bonald, dicen que mantenía un espíritu muy alerta, incluso con sentido del humor y de la ironía. A pesar de todo, tenía unos ciertos entusiasmos vitales, sin los cuales no habría podido dejar una obra tan numerosa, tan importante. Para poder escribir tantos cuentos, tantas novelas a lo largo de una vida hay que tener ciertos entusiasmos y ciertas ilusiones, por lo menos con su trabajo de escritor, con su vocación literaria.

-En su novela Conversación en la Catedral, un personaje decía de otro, político, que no tenía "ideas políticas", sino "intereses políticos". No sé si esta recurrente confusión, aunque en el ámbito económico, ha acabado causando este caos mundial que hoy vivimos...

-En muchos casos creo que es cierto. Ha habido muchos banqueros y financistas con una enorme codicia y un enorme egoísmo. Eso explica la irresponsabilidad con la que han actuado. Pero quizás más grave que la responsabilidadde estas personas es la de los organismos encargados de vigilar el funcionamiento de la banca. Lo que ha ocurrido debería llevarnos a una revisión muy severa del sistema.

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