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Libres y libreras | Crítica
Libres y libreras. Mujeres del libro en Londres. Yolanda Morató. I Premio del Certamen Literario de la Asociación de Amigos del Libro Antiguo de Sevilla. El Paseo. Sevilla, 2021. 160 páginas. 16,95 euros
Aunque no faltaran los testimonios que ponían en cuestión la presunta exclusividad, desde antiguo se ha presentado la bibliofilia como una pasión masculina, asociada a un mundo del que las mujeres, por sus supuestas carencias intelectuales o su real dificultad de acceso a la formación, habrían permanecido alejadas. Los investigadores, sin embargo, encuentran cada vez más datos que contradicen esta apreciación, especialmente chocante si nos referimos a la edad contemporánea en la que un número para nada desdeñable de bibliófilas, en un sentido amplio que abarcaría a libreras, coleccionistas, bibliotecarias o profesionales vinculadas a los "negocios de compraventa y edición de libros", ha ejercido su actividad desde la primera línea, aunque su huella no siempre esté presente en la historia, la prensa o la literatura del periodo.
Desde hace al menos una docena de años, cuando coordinó la espléndida antología de ensayos Un mundo de libros (2010), la poeta, traductora y filóloga Yolanda Morató ha incluido la bibliofilia, no sólo objeto de estudio sino razón de vida, entre sus líneas de trabajo e investigación, como demuestran su traducción de las memorias casi secretas de Emily Millicent Sowerby, Gente rara y libros raros (2019), o este nuevo ensayo, Libres y libreras, con el que ha ganado el II Certamen Literario de la Asociación de Amigos del Libro Antiguo de Sevilla, una iniciativa promovida por el librero José Manuel Quesada que está también, como inspirador de la colección Bibliofilia de la Universidad Hispalense, detrás de los títulos citados. En un artículo publicado por la revista Jot Down, "La bibliofilia y el género", donde con razón cuestionaba los "prejuicios heredados", citaba Morató las palabras de la pionera norteamericana Mary Hyde Eccles, que definió los requisitos necesarios para entregarse al amor de los libros: "recursos, educación y libertad". Y de eso, de mujeres solventes, educadas y libres, trata esta apasionante colección de semblanzas que se centran en una ciudad, el Londres de los dos últimos siglos, pero definen tipos reconocibles en muchos otros lugares y tradiciones.
Muy gráficamente, la ensayista recurre a la imagen de una "carrera de relevos" para resaltar la continuidad del "potente equipo de libreras que contribuyó a colocar la cultura británica en el lugar que le asignamos hoy", más de una treintena de nombres que no agotan la relación de todos los que conoce. Porque en efecto no se trata de excepciones o casos aislados, sino de un linaje, diríamos, sustentado en la vocación, el conocimiento y el apoyo mutuo, que pone de manifiesto el soterrado protagonismo de muchas mujeres altamente cualificadas en la vida editorial y literaria del reino, desde precursoras como la señora Bennet o las sufragistas, tan activas en la Inglaterra de entre siglos, a las jóvenes que en nuestros días han recogido el testigo. Figuras verdaderamente fascinantes como la visionaria Alida Klemantaski, la mencionada Millicent Sowerby, la feminista y filántropa Florence Boot, las anarquistas Esther Archer y Eva Reckitt o la exquisita Nancy Mitford, entre muchas otras no menos atractivas. Las semblanzas no sólo dan cuenta de perfiles y trayectorias, sino de mil aspectos referidos a los oficios del libro, pues hablamos de libreras que a menudo fueron también activistas, editoras, impresoras, autoras o artesanas, en cualquiera de los trabajos asociados a la industria.
Lejos del estereotipo enfadoso, que tratándose de mujeres lleva a componer retratos previsibles, edulcorados o plañideros, el recorrido de Morató retrata a "libreras excéntricas, desafiantes, únicas", personalidades fuertes, obstinadas y genuinamente interesadas por las letras que desmienten el papel ancilar o meramente decorativo que todavía hoy predomina en las caracterizaciones, incluso en las noticias o ficciones que tratan de rendirles homenaje. Y es porque la autora, bibliófila impenitente, sabe de lo que habla. Los claros argumentos, la amena erudición y la elegancia de la prosa, hacen de Libres y libreras un ensayo ejemplar por lo que enseña y por el modo en que lo hace, a la altura de la tradición que recoge. Frente al sectarismo ágrafo de una parte de los estudios de género, importa celebrar la labor de quienes de verdad contribuyen a desterrar los tópicos para ensanchar nuestra visión de la Historia.
Entre los hallazgos de los últimos tiempos, fuera del marco cronológico de su estudio pero muy representativos del cambio de perspectiva, Yolanda Morató cita varios casos reveladores que con toda probabilidad no pueden calificarse como anecdóticos. Reciente y recordado es el de los restos de la dentadura de una monja alemana del Medievo en la que los análisis hallaron trazas de lapislázuli, el preciado pigmento con el que se iluminaban los manuscritos, evidencia inequívoca de que la labor, costosa y reservada a las manos expertas, no sólo era ejercida por varones. Igualmente significativas son las investigaciones de Sajed Chowdhury, que en Women Writers and Alchemy in Early Modern Britain documenta la existencia de autoras hasta ahora desconocidas que trabajaban en laboratorios, poseían bibliotecas y hasta escribieron, como hizo Grace Mildmay, una de las primeras autobiografías firmadas por una mujer. O la ilustración de una vendedora de libros que Stuart Bennett reproduce en su estudio sobre la encuadernación en la Gran Bretaña de los siglos XVII y XVIII, y que tal vez sea, como señala la ensayista, el testimonio más antiguo –mediados del siglo XIV, anterior por lo tanto a la invención de la imprenta– de lo que pudieron ser las primitivas librerías del continente.
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