La libertad como obstáculo

Sexto Piso publica un nuevo ensayo del pensador británico John Gray, Los nuevos leviatanes, enfocado al mundo actual, y que resulta ser, como indica el subtítulo, un incómodo y lóbrego conjunto de Reflexiones para después del liberalismo.

El ensayista británico John Gray (South Shields, Inglaterra, 1948)
El ensayista británico John Gray (South Shields, Inglaterra, 1948)
Manuel Gregorio González

29 de septiembre 2024 - 06:00

La ficha

Los nuevos leviatanes. John Gray. Trad. Albino Santos Mosquera. Sexto Piso. 196 págs. 20,90 €

En Los nuevos leviatanes se plantea la cuestión del actual descrédito de las democracias liberales y el posible origen de dicho retroceso. Para ello, Gray aborda este fenómeno desde una doble perspectiva: la que atañe a la propia naturaleza del Leviatán hobbesiano; y aquella otra en la que se analiza su deriva histórica. Por la primera, Gray concluye que los nuevos leviatanes -expresión que da título al ensayo- se hallan en un proceso de inclinación hacia soluciones poco liberales, a cuyo extremo se encuentra la solución autoritaria representada por Rusia y China. Por la segunda, Gray analiza aquel espejismo que condujo al mundo posterior a la Guerra Fría (recuérdese el célebre ensayo de Fukuyama), a pensar en la expansión de las democracias liberales como un estadío superior y acaso último de la historia. Tal concepto finalista de la historia se encuentra ya formulado en San Juan de Patmos. Es en El miedo a la libertad de Fromm, escrito en 1941, donde pudiéramos hallar un precedente analítico para la referida pulsión autoritaria.

Según Gray, la proliferación de lo woke es una hija inopinada del liberalismo

La novedad que ofrece Gray, pensador cuya originalidad se ha aplicado a refutar la supuesta excepcionalidad del ser humano, bien tratando la cuestión del ateísmo, bien su situación respecto de las especies que habitan el planeta, es aquella que sitúa a la libertad, a su desmedida apetencia, como fuente de la actual inclinación autoritaria de las democracias. Si el Leviatán de Hobbes poseía un poder irrestricto para salvaguardar a sus ciudadanos, los nuevos leviatanes se inclinan en esta misma dirección, después del interludio democrático. Esta salvaguarda, por otro lado, implica un adoctrinamiento del individuo, que en el caso de las tiranías es orgánico y manifiesto, y que en el de las sociedades occidentales (la norteamericana en mayor modo), ha adoptado la forma del pensamiento y la censura woke. Según Gray, esta proliferación de lo woke es una hija inopinada del liberalismo, por cuanto es un libertad sin restricciones (por ejemplo, la libertad del individuo para conceptuarse como crea oportuno, al margen de la biología o la historia), la que exige, para su cumplimiento, la cancelación de la opinión dispar. A este respecto, el pronóstico de Grey sobre el futuro de los Estados Unidos es ciertamente lóbrego. No tanto, en ningún caso, como el que prevé para la Rusia de Putin.

No en vano, la mayor parte del libro está dedicado al análisis de la historia rusa (y en menor modo, de la China), y a los diferentes modos de totalitarismo en que se halló inmersa desde los días de Catalina la Grande. Todo lo cual se halla puesto en relación con el pensamiento de Hobbes y su concepto del estado de naturaleza. Un concepto -añadimos nosotros- de importancia suma, a partir del descubrimiento de América (piénsese en la obra de Las Casas y Francisco de Vitoria), y que sería determinante en la formulación del pensamiento ilustrado del XVIII. Para Hobbes, como es sabido, el Leviatán era una necesidad histórica y un hecho providencial, por cuanto el estado de naturaleza implicaba el crimen, la violencia y el desorden. Este mismo concepto es el que encontramos en Voltaire, un siglo más tarde, en su Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones. No ocurre así, sin embargo, ni en el Montesquieu de las Cartas persas, donde nos topamos con la idealizada fábula de los Trogloditas, y tampoco en Rousseau, cuyo concepto del hombre originario alcanza su máximo vigor en la Esparta del mundo antiguo. Según postula Gray, las actuales tiranías rusa y china alimentan la inseguridad de sus súbditos con el fin de recrear un estado inducido de naturaleza que justifique el voluminoso Leviatán que los sojuzga. Por contra, en el menguante grupo de las democracias liberales, no es el Estado quien estrecha el ámbito de las libertades, sino la propia sociedad, a través de movimientos de creciente influjo coercitivo como la doctrina woke.

Acaso lo más determinante de este ensayo de Gray sea el recordatorio de algo tan manifiesto como olvidado: la existencia de las democracias liberales -o sea, de la democracia-, puede que sea un mero paréntesis, una extravagante anomalía, en la marcha global de la historia.

Antiguos y Modernos

Gray presenta el actual adelgazamiento de las democracias como efecto paradójico y colofón extremo de la doctrina liberal británica, que lleva la exigencia de la libertad hasta el ámbito de la coerción y el impulso cancelatorio. Hay, sin embargo, sin salirnos de Hobbes, otro vector histórico que coincide con esta inclinación actual por abolir y censurar el pasado, y en la que el propio Hobbes tomaría partido. En la disputa -la querelle la llamarán los franceses- entre Antiguos y Modernos, Hobbes se colocaba del lado de la modernidad cuando recuerda el alto precio -en sangre y en desórdenes- que había pagado Europa por aprender el latín y el griego. Y es también Rousseau quien deplora la decrepitud de las artes y las ciencias, es decir, la tradición heredada, más allá de una mítica y violenta Esparta. Esto es, más allá de cierto estado de naturaleza y el “derecho de los antiguos” que declara Constant. Según Heine, en la sangre derramada por Robespierre -moderno que abole el mundo anterior, el Ancien Régime- se hallaba la huella indeleble del pensamiento de un pacífico ginebrino: el solitario paseante Jean-Jacques Rousseau.

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