La libertad del editor total

Las letras están en deuda con el filólogo y ensayista Jaume Vallcorba, fallecido el pasado sábado en Barcelona a los 64 años. Tenaz, exigente y riguroso, el fundador del sello Acantilado fue uno de los grandes valedores de la cultura humanística.

Charo Ramos

26 de agosto 2014 - 09:59

"Jaume Vallcorba era el editor humanista por excelencia. Culto, refinado, valiente y con un amor a los libros que todo lo alimentaba", declara a este medio Rafael Argullol quien, con más de la mitad de sus 25 libros publicados en Acantilado, es un referente de la grandeza de un sello que logró convertir en bestsellers obras de rotunda carga intelectual como El mundo de ayer de Stefan Zweig, los Ensayos de Montaigne o su último éxito, La utilidad de lo inútil, del profesor italiano Nuccio Ordine.

Detrás de esos logros que marcaron un antes y un después en la historia de la edición independiente en castellano -y en catalán a través del sello Quaderns Crema que puso en marcha en 1979- se hallaba el filólogo y ensayista Jaume Vallcorba, un alma libre que se jactaba de publicar sólo lo que le gustaba y que ayer fallecía a los 64 años de edad a causa de un tumor cerebral que nunca rebajaría su apuesta por la calidad, como prueba el avance editorial de Acantilado para el próximo trimestre (Pessoa, Simenon, Bassani, Fumaroli y el Adiós a Berlín de Isherwood), donde perviven su esmero y amor por el trabajo bien hecho.

Nacido en Tarragona el 21 de noviembre de 1949, Vallcorba estudió Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Barcelona y se doctoró en la Universidad de Barcelona con una tesis sobre Josep Maria Junoy y las primeras vanguardias europeas. El también autor de los poemarios Onades i estels (1974) o Postals (1981) y de Lectura de la Chanson de Roland jamás se desvinculó del mundo académico y el discurso que preparó para despedir a la última promoción del Máster de edición de la Universidad Pompeu Fabra -y que, por su delicada salud, leyó su esposa Sandra Ollo el pasado 1 de julio- adquiere hoy la textura de un testamento profesional. Allí reveló que empezó "en el colegio, con una revista en ciclostil" su trayectoria de más de 30 años por "un oficio en el que confluyen el trabajo intelectual y artesanal, en la fabricación del libro, así como un cierto tino empresarial en su publicación, distribución y venta". Un quehacer donde "la humildad", advertía, "es fundamental": "El editor ha de saber callar y no hacerse demasiado visible. A menudo debe hacer lo que en el teatro se llamaba el mutis por el foro".

Los libros de Acantilado, con su característica cubierta en rojo y negro, con su elegancia tipográfica y cuidada elección del papel, reflejaban la condición de resistente de quien, en tiempos de pantallas electrónicas, estuvo atento a las circunstancias cambiantes de sus colegas de Anagrama y Tusquets.

Un último mohicano que se convirtió en una inspiración para las nuevas generaciones de editores. Así lo cree Enrique Redel, el alma del sello Impedimenta, que califica como "editor total" a este hombre "independiente en grado extremo, exquisito y controvertido" que fue el único editor que consiguió personalmente el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial (en 2002). Y es que, al contrario que en otras ocasiones, Vallcorba recibió en vida todos los reconocimientos del sector, el último de ellos, en julio, el Premio de Cultura de la Generalitat.

Para Redel "es imposible concebir en estos momentos una editorial independiente española sin el antecedente de las fundadas por Vallcorba: Quaderns Crema, ecléctica, comprometida, rompedora en su momento, y referencia del diálogo entre lo nuevo y lo antiguo; la soberbia Sirmio, de corta vida, pero antológica en cuanto a su propuesta; y naturalmente Acantilado, el modelo perfecto de las modernas editoriales de rescates que hemos seguido su estela: erudita, juguetona, con un diseño perfecto, visionaria".

A Elena Medel, editora del sello cordobés La Bella Varsovia, le impresionaba de Vallcorba "su amor por el equilibrio: la armonía entre la necesidad del libro como texto y la belleza del libro como objeto. También la armonía de un catálogo empeñado en subrayar a los maestros de fuera y a la vez atento a los nuevos nombres, incluidos los del sur. Por fijarnos en autores recientes, descubrió a Javier Mije e impulsó los poemas y aforismos de Andrés Neuman".

Si en Quaderns Crema Vallcorba dio a conocer las Poesies de Ausiàs March y sirvió de trampolín a las jóvenes promesas catalanas (como Quim Monzó, Sergi Pàmies o Empar Moliner), en Acantilado logró cumplir otro de sus sueños: que se percibiera con el vuelo que tiene hoy el testimonio fundamental del siglo XX que ofrecía Stefan Zweig (a quien había empezado a publicar en Sirmio) en El mundo de ayer. Y para ello, como le enseñara su profesor y amigo Martín de Riquer, era preciso que el vienés dialogara con autores afines a su espíritu, como Joseph Roth y Chateaubriand, "porque esa conversación", defendió, "es la que da forma a cualquier catálogo editorial".

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