Levedad y paradoja
Se prohíbe hablar con el conductor | Crítica
Fórcola recupera, en un único volumen, dos libros de artículos de Camba, publicados en 1945, cuando el autor se hallaba en Lisboa: Esto, lo otro y lo de más allá y Etc., etc..., ahora recogidos bajo el título de Se prohíbe hablar con el conductor
La ficha
Se prohíbe hablar con el conductor. Julio Camba. Edición de Javier Jiménez. Fórcola. Madrid, 2024. 340 págs. 25,50 €
Se recogen aquí, bajo el título de Se prohíbe hablar con el conductor, dos libros de Julio Camba publicados en 1945, donde se compilaban artículos recientes: Esto, lo otro y lo de más allá y Etc., etc... Cuando ambos libros ven la luz, Camba se encuentra ya en la sesentena, trasterrado a Lisboa y asediado por las estrecheces propias del escritor fuera de sitio. A pesar de esta situación adversa, que alcanza ya a toda Europa, el tono de los artículos de Camba sigue siendo humorístico. No es ya la literatura agitada, socarrona y leve de sus libros de viaje (Renacimiento acaba de editar su París, y la Biblioteca Castro ha dedicado un estupendo tomo a varios de sus Libros de viaje); pero exhibe, de igual modo, una suave mordacidad, aplicada a los asuntos del mundo. Añadido a ello, como ya hemos dicho, se encuentra la gracia de la levedad; una levedad, en este caso melancólica, por cuanto de sus páginas es posible extraer cierta idea de crepúsculo.
En Camba se da una escritura cerebral, emboscada tras una frivolidad cortés y un gusto constitutivo por la paradoja
Calvino, en sus Seis propuestas para el próximo milenio, consigna en primer término la levedad como constitutiva de la literatura del futuro. Le seguían la rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad y la consistencia, cualidad esta última de la que no dejó constancia escrita. Muchas de las propuestas milenarias de Calvino pueden encontrarse con facilidad en la literatura de Camba. Una literatura, recordémoslo, que se dio principalmente en los periódicos, y cuya calidad iba pareja a la repercusión y la modernidad del medio en que se recogía. Camba, en todo caso, no es eso que se llama, en tono de reprobación, un «humorista». En Camba se da una escritura cerebral, emboscada tras una frivolidad cortés y un gusto constitutivo por la paradoja. La casa de Lúculo, su libro dedicado a la re coquinaria de Marco Apicio, contiene una buena porción de apreciaciones técnicas, ausentes en otras obras de gastronomía. Por igual forma, estos artículos que ahora se retoman, contienen, embarnecidos por la ironía, acotaciones y avizoramientos incisivos sobre el mundo de lo porvenir; y en consecuencia, sobre la forma en que el albor del XX se iban convirtiendo ya en el mundo de ayer atesorado por Zweig.
En tal sentido, es una tímida o briosa floración de lo nuevo lo que se abre paso en estas páginas, con educada y distante bonhomía. Como si, de algún modo, el mundo no hubiera ardido aún en una pira inabarcable.
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