Las letras conquistan el Pacífico

La atracción de la Tierra Austral ha producido una amplia literatura de historia y viajes.

1. Una representación del Mar Pacífico del Theatrum Orbis Terrarum de Abraham Ortelius (1589). 2. Exvoto del Galeón de Manila, embarcación que dio nombre a la ruta de comercio oficial entre Manila y Acapulco que funcionó durante dos siglos.
1. Una representación del Mar Pacífico del Theatrum Orbis Terrarum de Abraham Ortelius (1589). 2. Exvoto del Galeón de Manila, embarcación que dio nombre a la ruta de comercio oficial entre Manila y Acapulco que funcionó durante dos siglos.
Jaime García Bernal

13 de octubre 2013 - 05:00

La Mar del Sur, como bautizó Vasco Núñez del Balboa el inmenso océano que se abría a su contemplación desde las costas de Panamá, representó durante siglos la última frontera del conocimiento para los pueblos e imperios que lo circundaban. En consecuencia también un espacio que la imaginación de los europeos pobló de seres fantásticos y mitológicos, asociados a leyendas que hablaban de la Edad Dorada, y en el que quisieron proyectar los ideales de una sociedad justa y sabia, reverso de una existencia frágil enfrentada a un mar indómito y desconocido.

Con ocasión del V Centenario del célebre descubrimiento del lugarteniente de Diego Colón se ha celebrado en la capital andaluza un Congreso Internacional organizado por la Universidad de Sevilla, la Escuela de Estudios Hispanoamericanos y el Archivo General de Indias que ha devuelto la centralidad a este espacio tradicionalmente marginado en las investigaciones: El Pacífico, 1513-2013. El renglón que sigue al título de la convocatoria científica no es menos significativo: De la Mar del Sur a la construcción de un nuevo escenario oceánico. Porque de la construcción espacial y simbólica de este piélago de islas se ha tratado sometiendo a revisión la narración lineal de una historia clásica de los descubrimientos y exploraciones, devolviendo a los agentes sociales su protagonismo en los procesos históricos y, en fin, incorporando a la reflexión dimensiones de la nueva historiografía como el poder, el mundo del negocio, la identidad o la memoria. En paralelo permanece abierta hasta el 9 de febrero en el Archivo de Indias la exposición Pacífico. España y la aventura de la Mar del Sur, organizada junto al Ministerio de Educación Cultura y Deporte y Acción Cultural Española. Necesario complemento al simposio de los especialistas que reclama la atención del visitante sobre el papel que jugó España, con sus barcos y sus hombres, en la articulación del tercer océano, que oculto tras la inmensa escollera de América, parece aún hoy no pertenecernos. Sin incurrir en estériles heroísmos, la narrativa de la muestra recrea la magnitud del desafío, desde el horizonte de los navegantes y mercaderes que se engolfaron en sus aguas, dibujando un periplo sinuoso, con más fracasos que triunfos, cual la derrota de un galeón en alta mar.

El planteamiento de la exposición, como los resultados científicos del congreso, hubieran sido muy diferentes sin los avances de la última investigación que algunos buenos libros han tenido el acierto de divulgar. A principios de la década pasada vieron la luz dos trabajos de equipo significativos: El Pacífico español. Mitos, viajeros y rutas oceánicas, coordinado por Salvador Bernabeu, y El Galeón de Manila, editado por Marina Alfonso Mola y Carlos Martínez Shaw. Contiene el primero una gavilla de textos imprescindibles que estudian el imaginario fabuloso del Pacífico (Juan Gil), el viaje de Ruy López de Villalobos que puso fin al primer ciclo de exploraciones del Mar del Sur alcanzando, tras atravesar las Marshall y las Carolinas, las costas de Mindanao en 1543 (Consuelo Varela), e inaugurando así el Lago español, al que el propio compilador dedica su estudio. Tras la expedición de Villalobos la exploraciones españolas quedaron interrumpidas hasta que Miguel López de Legazpi consolidó la posición en Filipinas, completando Urdaneta el tornaviaje hasta Nueva España por el norte gracias a la bondad de la corriente del Kuro-Shivo. Fue posible entonces poner en marcha un ruta de comercio oficial entre Manila y Acapulco, exclusivo canal de intercambio durante dos siglos de mercancías, lenguas y culturas. Del Galeón de Manila que dio nombre a la ruta y al sistema intervenido que la reguló nos hacen gracia los autores en el segundo libro mencionado, subrayando la importancia del nuevo archipiélago para el conocimiento de los reinos asiáticos y la interconexión entre Europa y China, pues la plata americana servía para pagar las sederías y porcelanas del Imperio Ming, los tejidos de Bengala, los marfiles de la India y las especias de las Molucas, de tal modo que el Extremo Oriente se convirtió, en palabras de los autores, en la fosa argentífera de los reales de a ocho del Potosí. La primera globalización del mundo estaba en marcha y la conciencia política del desafío ha sido subrayada por Manuel Ollé en La empresa de China. De la Armada Invencible al Galeón de Manila (Acantilado, 2002). Del mismo modo que María Dolores Elizalde y sus colaboradores dan cuenta del papel que jugaron las islas Filipinas en la articulación de este hemisferio económico, abordando la construcción de una sociedad mestiza y la crisis del orden colonial: Repensar Filipinas. Política, identidad y religión en la construcción de la nación filipina (Bellaterra, 2009).

La atracción de la Tierra Austral también ha producido una amplia literatura de historia y de viajes en los últimos años. Empezando por las páginas que le dedica Juan Pimentel en Testigos del mundo: ciencia, literatura y viajes en la Ilustración (Marcial Pons, 2003), que encuadran la jornada de Pedro Fernández de Quirós en busca de la bíblica Ofir hasta recalar en un islote al que llamó Austrialia del Espíritu Santo en la concepción milenarista de la época. La cuestión de la existencia de una gran masa de tierras en las antípodas del mundo conocido estaba lejos de resolverse, sin embargo, cuando la expedición de Cook, paradigma de las grandes exploraciones del siglo XVIII, resolvió los últimos enigmas pendientes del Pacífico. Vale la pena recuperar El Pacífico Ilustrado de Salvador Bernabeu (Mapfre, 1992) para adquirir una idea de conjunto de estas grandes empresas en las que rivalizaron las potencias marítimas (Holanda, Inglaterra y Francia) y los imperios emergentes (Rusia). Y mejor aún adentrarse en la lectura de la Expedición de Malaspina, publicada en 2010 por el Ministerio de Defensa con motivo del bicentenario de la muerte del marino, para comprender la respuesta española al desafío de las naciones enemigas que impulsó la apertura de las expediciones directas a Filipinas y la fundación de su Real Compañía.

Así pues, los libros han redescubierto el Pacífico a los lectores cinco siglos después de que Núñez de Balboa diese cuenta al rey Fernando el Católico de su existencia y que el Portulano de la Herzog August Bibliothek Wolfenbüttel retratase por primera vez el recién descubierto Mar del Sur (edición facsímil de Círculo Científico, 2013).

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