Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Jorge Maronna. Integrante del grupo
Si hay en el mundo una formación teatral, humorística o musical que sea querida, que le provoque una sonrisa cómplice y le avive un sinfín de recuerdos al espectador una vez que escucha su nombre, esa es posiblemente Les Luthiers. Los argentinos cierran el capítulo memorable que han escrito y se despiden de los escenarios con Más tropiezos de Mastropiero, un espectáculo que se plantea como una entrevista a ese personaje delirante y genial que inventaron y que aquí renueva su brillante repertorio. El programa, en el que sonarán piezas como Days of Doris (andante con fuoco de metralla), Ella me Engañó (bolero de protesta) o Pasión Bucólica (vals geriátrico), incluye una Coda a la alegría, la que ellos han regalado a su público en estas décadas. La gira de despedida está siendo un éxito: cuentan las crónicas que en Buenos Aires la gente les gritaba al final de la función que los amaba y les daba las gracias por tanto. De su última propuesta, que se verá en Sevilla, en Fibes, los días 27 y 28 de este mes, y en el Festival Cuevas de Nerja el 30 de junio y el 1 de julio, hablamos con Jorge Maronna, uno de los veteranos del grupo junto con Carlos López Puccio.
–En Argentina el espectáculo ha entusiasmado. Parece que se despiden dejando el listón alto...
–Creemos que sí. Más Tropiezos de Mastropiero ha gustado en Argentina, Colombia, México y Ecuador; cada una de las presentaciones ha sido una fiesta divertida y conmovedora.
–Para los integrantes históricos como usted será inevitable la añoranza. Pero al mismo tiempo está la ilusión de los luthiers más jóvenes... Habrá una mezcla de energías muy interesante sobre el escenario.
–Sí. Con la incorporación de los nuevos integrantes el promedio de edad del grupo ha bajado notablemente, y el conjunto despliega una energía contagiosa, lleva un ritmo teatral intenso.
–Aquí vuelven a Mastropiero. ¿Qué va a descubrir el público de él en este montaje? ¿Qué aporta esta obra a la historia de Les Luthiers?
–El espectáculo está centrado en una entrevista a Mastropiero, que revela costados sorprendentes de este compositor. En su transcurso, nuestro admirado Johann Sebastian presenta varias piezas nuevas, de géneros diversos (villancicos navideños, bolero, sonata clásica, balada, vals, chachachá), y el flamante órgano a pistones, un instrumento de viento con timbre de clarinete y aspecto de motor de coche futurista.
–Uno de los placeres de asistir a una propuesta de Les Luthiers es, precisamente, toparse con esos instrumentos extravagantes, como el bajo barríltono o el nomeolbidet. Uno se los imagina como inventores locos, como émulos de Jerry Lewis en su laboratorio... ¿Es tan divertido el proceso de creación de estos artilugios como parece?
–Confieso que ignoramos cómo se clava un clavo: salvo algunas excepciones, esos instrumentos no fueron construidos por nuestras torpes manos sino por las de distintos artesanos. Los primeros fueron creados por Gerardo Masana, nuestro fundador; luego siguió sus pasos Carlos Iraldi, un psicoanalista de gran ingenio y una cultura asombrosa, y hoy es Hugo Domínguez el luthier de Les Luthiers. Otras personas que han colaborado con nosotros son Fernando Tortosa, autor del bolarmonio y el órgano a pistones, y el reconocido artista plástico Pablo Reinoso, quien diseñó los instrumentos sobre muebles Thonet que tocamos en Pasión Bucólica.
–Su agrupación es única por esa deliciosa combinación de humor y música. ¿Echaron de menos alguna vez tener una carrera musical seria, esa solemnidad que tiene tan buena prensa? ¿Se sintieron incomprendidos en un principio?
–Desde hace años, y paralelamente a su labor como Luthier, Carlos López Puccio mantiene una notable carrera musical como director de coros, lo que resulta admirable porque ambas actividades exigen tiempo y mucho esfuerzo. Más modestamente, y sin seguir una carrera propiamente dicha, en mi tiempo libre suelo componer obras de las llamadas serias. En cuanto a la posible incomprensión, no la sentimos. Recuerdo que, en general, el pequeño público que nos veía en nuestros primeros espectáculos disfrutaba con ellos, lo que nos impulsó a continuar con esa actividad que era tan poco rentable pero que amábamos.
–Les Luthiers actuó por primera vez en Sevilla en el Teatro Lope de Vega en 1989. La relación con el público español, con reconocimientos como el Princesa de Asturias de Humanidades, es toda una historia de amor.
–Recibir un premio de la magnitud del Princesa de Asturias era algo inimaginable cuando debutamos en Madrid, en 1974, pero a partir de ese momento comenzó a crecer lentamente esta historia de amor mutuo que se ha agigantado y se mantiene viva. El romance con el público sevillano nació un poco más tarde, en el precioso Teatro Lope de Vega; se trató de un flechazo, de amor a primera vista con ese público tan efusivo y esa ciudad de ensueño.
–En una entrevista a este periódico en 2019, usted aseguraba que el humor de Les Luthiers era sutil y promovía el pensamiento y sentía que quizás los tiempos no acompañaban...
–¿Yo dije eso? Entonces es recomendable revisarlo. ¿Humor sutil? Tal vez, pero me suena un tanto pretencioso. ¿Los tiempos no acompañan? No me asombra, siempre llevaron una vida independiente. ¿Promovemos el pensamiento? Sí, pero sólo buenos pensamientos.
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