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Mi pareja calva y yo vamos a tener un hijo | Crítica
'Mi pareja calva y yo vamos a tener un hijo'. Legna Rodríguez Iglesias. Ediciones Liliputienses. Cáceres, 2019. 88 páginas. 10 euros
Legna Rodríguez Iglesias ganó en 2011 el Premio Iberoamericano de Cuentos Julio Cortázar y desde entonces se ha afianzado como escritora reconocida y galardonada. Narradora, poeta y dramaturga, esta cubana residente en Miami se define sin complejos vanos como escritora y madre, que no es poco. Quizás por eso Mi pareja calva y yo vamos a tener un hijo –Premio Centrifugados de Poesía Joven– pueda considerarse un paradigma de su forma de entender la literatura, indisolublemente unida a su vida desde que, como ha confesado en alguna ocasión, su padre le leía cuentos antes de dormir o su abuela, que no sabía leer, le relataba fantásticas historias.
En este poemario intenso y desconcertante la autora aborda una experiencia vital crucial, la maternidad, y lo hace con el regocijo y el dolor propio del que se enfrenta a un acontecimiento por el que se siente absorbido, pero sobre el que no tiene control. La poesía adquiere de este modo un doble carácter: como vehículo de las emociones y como herramienta para explicar una realidad humana trascendente. La autora asume con valentía un asunto que se entiende como eminentemente femenino y obvia los estigmas de género para centrarse en una etapa que ha marcado su vida por decisión propia.
El poema pórtico del libro, ¿Cómo quieres que sea el futuro?, nos da pistas del tono general del libro, nos sumerge en un mundo poético cotidiano, lleno de humor y de ternura, que en ocasiones roza lo absurdo, que se recrea en el lenguaje para acercarnos a los más profundos miedos, a la desazón y al desamparo, pero también a la esperanza y a la alegría.
El poemario, concebido como un relato personal sustentado en los acontecimientos cotidianos que perfilan un deseo y su realización, está dividido en dos partes: un cigoto/el aborto y un gameto/el embarazo, cada una de ellas precedida de un pequeño prólogo en el que la autora explica cómo se sometió a una inseminación casera para que su pareja y ella pudieran ser madres. La primera sección está marcada por la pérdida del hijo, por la terrible sensación de haberse convertido en "una abortaniños". La segunda parte está atravesada por la plenitud –"Llega un día en que la tristeza te abandona"– pero también por el desconcierto ante lo desconocido.
Legna Rodríguez Iglesias entiende la poesía como un modo de conversar con el otro, pero también como una manera de reflexionar, de articular el propio pensamiento. Algunos de sus poemas tienen un pretexto aparentemente anodino e incluso pueden rozar lo escatológico, pero esa excusa intrascendente suele tener un destino más hondo. Ocurre en composiciones como La emoción de orinar sobre un test de embarazo, donde el hecho concreto de analizar la orina se convierte en un símbolo de individualidad y de conexión personal: "Es la misma emoción de saber que has tomado / Tus propias decisiones con tu propia conciencia"; y también en Stuva Följa, una dinámica e irónica reflexión sobre la identificación de consumismo y felicidad simbolizada por uno de los muebles de una conocida marca sueca: "Queremos lo mejor y lo mejor es Stuva Följa. / Tu mereces lo mejor porque no has nacido / Y lo mejor es Stuva Följa".
Es éste un libro de aparente sencillez, aunque una lectura atenta desvela la voluntad de la autora de acercarse a una realidad compleja y caleidoscópica en la que conviven el prosaísmo de la vida doméstica con la necesidad de comprender el significado último de cada emoción, de cada vivencia. Por eso a la línea narrativa principal, la que describe el deseo y la realidad del embarazo, se suman otras afluentes que dotan de profundidad al poemario: la familia (Hace tiempo mis padres me contaron), la amistad (Una casa donde no vive nadie), el amor (Mi pareja calva y yo vamos a todas partes en un Mini-Cooper verde), y también la literatura, los autores preferidos que han marcado su vida y su obra (El estilo).
La autora juega con las palabras, disfruta con los paralelismos, como en el poema ¿Qué nos une y qué nos separa?; construye listas que configuran poemas de efectiva intensidad como en Decálogo de la madre irresponsable o soliloquios disparatados en los que reconoce: "Pensé en las palabras / Que conozco hasta ahora / No son muchas / A veces las escribo mal / Y me avergüenzo" (Palabras y números).
Legna Rodríguez Iglesias advierte en el poema que cierra Mi pareja calva y yo vamos a tener un hijo: "Como mujer lo único que necesito / Es una mochila al hombro / Con algunos recuerdos / De mi casa" (Internacional), aunque también le resulte indispensable el único hombre de su vida, el hijo que "al verlo pesar apenas medio kilo / Me hiciera olvidar la casa / La tierra / Y la náusea".
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