Dolor y éxtasis
Artes Escénicas
La bailarina Laura Morales estrena en la sala B del Central 'El último Acto de Fe', un espectáculo inspirado en la asombrosa historia de la beata Dolores, la última mujer ejecutada por la Inquisición
Tras coincidir con la escritora Silvia Federici, que ha retratado en su obra la caza de brujas, la bailarina y coreógrafa Laura Morales empezó a interesarse por el mundo de las hechiceras, por esas mujeres que se negaban a someterse al orden impuesto por los hombres y pagaron con la hoguera, o con alguna otra condena terrible, el precio de su libertad, la audacia de su rebeldía. Morales hizo una consulta en Google buscando "imágenes, cuerpos" de ese ámbito que pudiese revivir mediante el movimiento, detalles para incorporar a su vocabulario, pero se encontró con algo más poderoso, una historia asombrosa que desconocía, la biografía de María de los Dolores López, la beata Dolores. El titular que resumía su vida, "la última mujer asesinada por la Inquisición española", la atrapó. Después, cuando conoció en profundidad el extraño recorrido vital de ese personaje, no albergó dudas: supo que tenía que invocarla en un espectáculo, viajar al siglo XVIII y dialogar desde allí con el presente. El último Acto de Fe se estrena hoy, también mañana (19:30), en la sala B del Teatro Central.
En la beata Dolores confluyen "el dolor, el placer y el surrealismo": las notas de la obra comparan sus vivencias con la sinopsis de Nymphomaniac, de Lars von Trier, por el modo en que esta religiosa ciega desde los 12 años se enredaba con sus confesores en una espiral de lascivia y disciplina, entre el éxtasis y el castigo. "De ella", dice Morales, "me fascinó su trato con el cuerpo, con el sexo, con la carnalidad, el salvajismo. Hay descripciones sobre ella muy explícitas, muy alocadas, en las que el sacerdote la golpea, que parecen sacadas de una mala película porno de Canal 47", asegura la intérprete. La mujer moriría por el garrote vil y su cuerpo sería quemado, una muerte espantosa que recordaría toda su vida Blanco White, un niño por entonces. La había llevado hasta ese juicio que se desarrolló en Sevilla, su ciudad natal, su modo singular de encarar la religión. "Desde pequeña, hacía ayunos, se flagelaba, y creía que el sexo formaba parte de la espiritualidad, era una forma de contactar con Dios", explica la coreógrafa.
Morales se acerca a esta figura escurridiza desde la curiosidad, desde la duda. Es una de las intérpretes que le da vida, pero ha reclutado a otras compañeras para el mismo encargo: Marie Delgado, María Pizarro y María del Mar Suárez, La Chachi. "No tengo gente religiosa en mi entorno, ésta no es una pieza autobiográfica. Una de las primeras cosas que hablamos entre nosotras fue si se confesarían, esa espiritualidad, y cómo lo harían, cómo podrían plantear el personaje desde su autonomía", expone sobre un elenco con el que apenas había trabajado (lo había hecho con Pizarro en una pieza de Guillermo Weickert) y del que le interesaba mezclar sus "energías" diferentes. "A veces, en los ensayos", reconoce Morales, "no sabía cómo indicarles lo que quería. Yo soy muy física, una cantante lolailo, y ellas se mueven en otros registros. En los ensayos, en la residencia que hemos tenido en El Real de la Jara, ellas han sido extraordinariamente generosas, han entrado en mi mundo y aquí lo dan todo", agradece. Juan Luis Matilla, de Mopa, éste sí un aliado habitual en su carrera, se encarga de la asistencia a la dirección y la música, y "en esta faceta es como si lo sintiéramos bailar con nosotras. Preparamos esta obra mandándonos cartas, ya fuese por whatsapps o por correos electrónicos era como si nos escribiéramos cartas. A mí Juan Luis me complementa, porque yo soy muy loca y él es calmado".
"Las mujeres, de diosas hemos pasado a esclavas, brujas y putas, por un único motivo: el género", sostenía Morales hace un par de años, cuando presentó en el Teatro Central Me. Laura Palmer, un montaje inspirado en la serie de David Lynch que guarda cierto paralelismo con esta propuesta. Laura Palmer, la chica popular del instituto, llevaba una doble vida tal vez porque una mujer no puede responder a su deseo, abiertamente, en una comunidad pequeña. "Y también termina asesinada, no lo había pensado. No es que quiera ir de justiciera, pero es verdad que ahora me interesa contar esas historias. Y no es nuevo. En Las Hermanas Gestring [el dúo que tiene con Greta García, una creación que puede presumir de muchos fieles] hicimos Pulquérrimas, donde el padre explotaba a las dos muchachas llevándolas por las ferias. Supongo que de un modo u otro", concluye la bailarina, "me he preguntado qué es ser mujer y nos defiendo".
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