Laura Gallego: "Quiero celebrar que ahora mismo me estoy comiendo el mundo"
Laura Gallego | cantante
La intérprete conmemora mañana en un concierto en Fibes sus 15 años de carrera, una velada en la que, asegura, va a "cantar copla tuneada de tal forma que ni siquiera lo parezca"
Laura Gallego: "La Jurado fue la primera en cantar una letra de sexo"
El triunfo de Laura Gallego en Cazalla de la Sierra
Quince años. Quince hojas en blanco sobre las que Laura Gallego (Jerez, 1991) ha ido escribiendo el guion de una carrera artística que comenzó sin querer, sin pensar, pero que una vez leído y disfrutado invita a la celebración. “Voy a celebrar que ya no soy tonta, que ya no soy fea, que ya no estoy loca, que ya no soy gorda, que ya no me importa la opinión de la gente y que ya no me afecta el mundo”, me cuenta ella, brillante bajo los rayos del sol otoñal que asoma para darnos la calidez necesaria para las confidencias. “Durante estos quince años he sufrido y celebrado a partes iguales todo lo que he sido. He celebrado que era joven y he sufrido que la gente no me diera importancia precisamente por serlo; cuando no era la más guapa ni la más sexi he celebrado que nadie me atacara, pero he sufrido que nadie me eligiera. Hablo solo de la parte profesional. Todo eso ha pasado a mejor vida y ahora me encuentro en un momento máximo de seguridad, de felicidad y de poder. Lo que estoy celebrando es que ahora mismo me estoy comiendo el mundo”.
Laura Gallego ha mantenido en el mundo de la copla una evolución similar a la que el propio género ha tenido desde que comenzó con La Argentinita y Pastora Imperio. “La copla ha estado sometida de la misma forma en que yo lo estaba cuando empecé. Todo estaba muy mal visto, simplemente ser artista ya era de señora de mala vida; hemos perdido muchos talentos que nos había regalado el mundo porque los padres veían mal que la niña fuese artista. La copla ha estado sometida en cuanto a letra, a interpretación, a vestuario; había que respetar unos cánones y punto. Después hemos sido cada vez más libres. Llegó Lola Flores y dijo que le gustaba vestirse de flamenca, y además, de flamenca con lentejuelas, que eso no lo había hecho nadie; ¿por qué no iba a hacerlo ella, que era Lola Flores? Llegó Rocío Jurado y dijo: si tengo un pecho precioso, ¿por qué no voy a llevar un escote hasta el ombligo? Y llegó Isabel Pantoja y dijo que quería ponerse una bata de cola para cantar copla y al ratito cambiarla por un traje de fiesta y cantar que el moreno baila y el moreno ríe. Como la copla, yo cada vez he ido siendo también más libre. Y al igual que la copla permite ahora hacer lo que nos dé la gana con ella, yo me puedo permitir cantar lo que me dé la gana porque soy yo, y lo que yo cante va a sonar a copla”.
Mañana sábado, en el recinto de Fibes, podremos comprobar que esa aseveración suya es cierta: todo lo que canta suena a copla. Aunque no fuese así en el inicio de la carrera de la que esa noche celebra sus quince años, que tuvo su kilómetro cero en la segunda edición del programa concurso Se llama copla, que emitía Canal Sur. “Yo nunca quise ser cantante”, me confiesa. “Me iba genial en mis estudios; tenía matricula de honor en el Graduado y me metí en Bachillerato porque quería estudiar periodismo o derecho. Era muy fiestera y echá p’alante, pero a la hora de cantar no me sacaba nadie del Ali Ali Ali se la llevó, con la que era el alma de las fiestas. Pero toda la gente de mi entorno estaba enganchada a ese programa y se les ocurrió la maravillosa idea de presentarme a la segunda edición sin que yo lo supiera. Nunca supimos a quien hicieron caso, porque llamaron mi madre, mi abuela, mi prima, mis vecinas; de repente me avisaron un día para hacer un casting que mi madre me tuvo que contar para qué era y me vi en el hotel Puerta Tierra de Cádiz con el estribillo de Limosna de amores preparado. Cuando lo canté me pidieron que la cantara entera y les dije que no me la sabía; pues canta otra, me pidieron; no me sé ninguna, les repliqué; pues canta el estribillo otra vez; así que lo canté tres veces. Cuando salí, una señorita con una cámara, al verme arrastrando los pies y con tan mala cara, me quiso consolar: que lo sentía mucho, que tendría más oportunidades. Que no, hija, es que me han escogido”. Y a partir de ahí nació su amor por la copla; el roce hace el cariño. “Con el paso de las semanas hice un master de copla. Me sé todas las letras, me he enterado de todas las historias, conozco a todos los autores, los artistas, tanto de ahora como antiguos. Yo no cantaba bien y me fui descubriendo; aprendí a utilizar mi instrumento, que es la voz; a utilizarla, a no quedarme afónica cada vez que cantaba. Y, mire, casi dieciséis años después estoy encantada de la vida y no cambiaría mi carrera por ninguna otra cosa en el mundo”.
Echando la vista atrás, Gallego recuerda que la primera canción que interpretó fue La niña de Puerta Oscura. “Es muy bonita, pero muy difícil. Me la dieron porque es muy movida y no se dieron cuenta de que yo de afinación andaba perdidísima y me resultaba muy complicada. El casting final se retransmitió en directo y me dijeron que yo no valía para esto, que era muy joven y estaba muy verde, por lo que me dejaron a expensas de que el público salvase a alguno de los que quedábamos fuera. Y resultó que fui la más votada y me quedé dentro. A partir de ahí, con rosas y espinas, porque el jurado siempre me echaba para atrás y el público siempre me salvaba, me fui haciendo un hueco entre gente que llevaba cantando toda su vida. Era un poco ridículo que alguien que no quería estar ahí fuese avanzando semana a semana, perdiendo a otros compañeros por el camino”. Durante su posterior carrera profesional se los ha ido encontrando a todos ellos en ese camino, porque ha ido cantando por los pueblos y ciudades donde viven y los ha invitado a cantar con ella. “Tenemos menos relación de la que me gustaría, pero me siento identificada con todos, porque pasaron por lo mismo que yo. Éramos competidores, pero como a mí nadie me consideraba competencia tuve la suerte de poderlos tener, sobre todo, como compañeros de trabajo”.
Me resulta paradójico que las dos canciones más escuchadas en las plataformas de toda su florida carrera no sean coplas puras, que es algo que ella siempre ha defendido. Qué sabe nadie es una canción de Manuel Alejandro para Raphael y Mi niña Lola es una zambra de Pepe Pinto. “Lo que yo quiero decir es que no hago inventos con mi cante y mi folclore”, me aclara. “Solo hago copla pura y dura. Todo lo que canto, aunque esté mezclado con lo que sea, siempre será copla. No hago innovaciones con mi voz para que suene a gospel o a rock, solo a copla. Luego me puedo permitir el lujo de hacer flamenco, pop o algo que tenga afluencia de otros géneros y siempre sueno a copla. Camarón ha cantado sevillanas, canción más moderna y siempre ha sonado a flamenco. Para mí eso es la pureza: no redirigirte a otro camino. Y yo me considero así. Somos pocas en la copla y cuando la Pantoja se jubile tendré que cambiar eso que digo de que soy la última folclórica por soy la única folclórica. Somos pocas porque la gente que canta copla no se dedica profesionalmente a eso, o si lo hace es más cantaora o hace canción ligera y además algunas coplas; yo me dedico exclusivamente a la copla”. Y eso queda patente si seguimos viendo cuáles son las demás canciones más escuchadas: Ojos verdes, María de la O y Amante de abril y mayo. Me resulta llamativo que todas esas coplas fuesen interpretadas por Concha Piquer, como también lo son todas las que componen su último disco, Sin fronteras. “Para mí Concha Piquer fue la primera. Sé que hubo otras antes, pero tal como yo concibo la copla, ella fue la pionera, la que dijo que la copla era así, que la copla era esto. Y a mi me hacía muchísima ilusión grabar todas esas que tenemos en el recuerdo, las que nos llenan de melancolía porque recordamos que nos las cantaban nuestra madre o nuestra abuela como nanas. Cuando a alguien mayor le pides una referencia musical siempre tiene una copla en la boca. La gente con problemas de salud, con alzhéimer, cuando recuerda lo primero que escuchó en su vida siempre es una copla. La gente de otro género que versiona coplas, versiona las antiguas. Y yo quería atravesar esa época entera”.
Ese disco termina con la canción Cinco farolas, que además de la Piquer la interpretó también Rocío Jurado, con quien muchas veces se compara a Gallego. Le pido que me diga cuál le gusta más y que imagine un segmento donde Concha esté en el punto 1 y Rocío en el 10 y me diga donde estaría ella. “En el 8”, contesta sin dudarlo más de un par de segundos. “Estoy más cerca de la Jurado porque tengo más semejanzas con ella. No de forma tan exagerada como dice la gente, que me hace sentir halagadísima, porque como ella no ha habido ni habrá nadie que le llegue a la suela del zapato y lo que yo hago es continuar un legado. Tenemos muchos elementos para escucharla y verla, pero si alguien quiere escuchar ese tipo de canciones en un concierto, ahí estoy yo. Siento también semejanza con ella porque fue la primera en dar un golpe en la mesa y decir que le gustaba más el escote que el cuello vuelto, aunque se lo taparan con una rosa. Yo le di la patada a la bata de cola y dije que me gustaba más el vestido de fiesta, e incluso cantar en pantalones a veces. Y ahora que me veo lo suficientemente responsable, en esta nueva etapa de mi vida voy a recuperar la peineta, los caracoles en la frente de Estrellita Castro, las gafas de la Martirio y la bata de cola de todas las que me han precedido, pero de una forma muy vanguardista, porque la cola por delante me estorba, yo me la pongo por detrás. También veo semejanzas con ella en cuanto al atrevimiento, al empoderamiento, pero no de la mujer, sino de la figura libre, que hace lo que quiere y es consciente de su don. Concha Piquer era mucho más comedida de lo que yo me considero, que soy una exageración en todo mi ser y estoy más lejos de ella. Pero la guardo como gran referente y de todas las versiones de las coplas, prefiero siempre las de Concha Piquer. Porque de ahí es de donde hay que aprender, del inicio, de la raíz, no de las versiones que vinieron después”.
En el escenario no me acuerdo de la persona humilde que yo me considero. Allí arriba me siento la mejor"
Escuchándola tengo la sensación inequívoca de que es una persona consciente de sí misma y de lo que significa y sabe expresarlo muy bien, por lo que la invito a seguir contándome lo que tiene de cercano y de lejano con otras folclóricas idolatradas. “Marifé de Triana ha sido la gran actriz de la copla”, y se acentúa el brillo de sus ojos al recordarla. “Yo me siento muy Marifé en cuanto al drama y a lo mucho que me duele una letra cuando la canto; llevo el drama al extremo y siempre me acuerdo de ella cuando pienso que en una copla pega llorar muchísimo. Como Lola Flores, me siento un torbellino de colores. Ella ha sido mi folclórica por excelencia y mi referente, porque yo siempre decía que quería que la gente sintiera por mí lo que he sentido yo por Lola; que no sabría explicarlo, porque no era la que mejor voz tenía, ni la que mejor cantaba, ni la que mejor bailaba, pero me dejaba todo el tiempo con la boca abierta, siempre queriendo más. La Pantoja tiene una sabiduría en el escenario, en cómo se mueve, cómo vende la copla, de la que yo carezco. Yo soy un palo y prefiero el pie de micro o apoyarme en el piano de cola y cantar tranquilamente. El baile lo considero una distracción. Es cierto que la gente viene a ver un espectáculo completo, donde la escenografía y lo visual son partes importantes, pero si yo lo pongo todo bonito, ¿qué necesidad tengo de hartarme de bailar?, que eso me desconcentra a mí y a quien me está viendo; vamos a centrarnos en el cante, que es a lo que hemos venido. Confío en mí y en mi voz, tengo que ir muy guapa; pero el aspecto físico y los movimientos del cuerpo, bajo mi punto de vista, nada tienen que ver con lo que yo quiero transmitirle al público; yo quiero que a través de mi voz la gente vea una historia”.
Juguemos a construir la intérprete de copla perfecta. ¿De quién tendría el sentimiento, de quién el poderío, la dulzura, el melodrama, la visceralidad…? “Para empezar, una folclórica perfecta tendría la voz de Rocío Jurado”, lo dice Gallego sin dudar esta vez esos dos segundos de antes. “El señorío de doña Juana Reina, la sabiduría de Concha Piquer, el ángel de Lola Flores, el control de la Pantoja y la forma de interpretar de Marifé. Pero como la perfección no existe, la naturaleza nos ha regalado una colección de señoras que se ha sabido identificar cada una con algo de eso. Yo prefiero ser la última folclórica, que ha bebido de todas ellas y desde ahí ha sacado su propia conclusión y se ha convertido en algo diferente, nuevo y adaptado a su época”. Una folclórica que cuando canta se convierte en alguien muy distinta a la mujer que tengo sentada delante de mí. “Dice mi prima Ester que estoy poseída cuando me subo al escenario, que no me conoce. Y es verdad, porque cuando me subo a él no me acuerdo de la persona humilde, bondadosa, cariñosa, coherente, que yo me considero. Cuando subo al escenario me convierto en la mejor. Y si alguien se sube al escenario mientras yo estoy en él, le piso la cabeza, porque el escenario es mío. Yo admiro y valoro a todos y cada uno de los que se atreven a subirse a un escenario, porque para eso hacen falta unos redaños muy grandes, pero cuando yo estoy en el escenario tengo que creerme que soy la mejor y demostrarle al público que está recibiendo el producto que ha comprado, porque si paga una entrada es porque considera que merece la pena pagar por lo que va a ver; y lo que yo pretendo es no defraudar a nadie”. Laura Gallego me está mostrando unos sentimientos tan al límite que estoy convencido de que solo los da la copla, ningún otro género musical. “Las folclóricas llevamos el drama al extremo; y se está quedando tan huérfana porque es el género más difícil. El flamenco tiene la facilidad de que tú te puedes poner todo lo feo que quieras, te sientas y haces lo que te da la gana, puedes estar tranquilo y relajado y solo necesitas concentrarte, con tus ojitos cerrados, en llevar a cabo un género tan difícil también como el flamenco; pero en la copla tienes que estar mona, llevar el atuendo que la gente espera que lleves, muy guapa, muy maquillada, muy peinada, muy diva; tienes que preocuparte de transmitir a través de tus gestos la historia que estás contando, que tiene que ser una historia con introducción, nudo y desenlace, que eso no se hace en ningún otro género; tienes que creerte la historia para que la gente se la crea. Se requiere una concentración para un género que es más difícil que los demás; por lo tanto, claro que las folclóricas tenemos que ser extremistas, dramáticas; porque somos las únicas que podemos y debemos serlo”.
Aunque en la televisión empecé con 16 años y me siento en mi hábitat, el escenario es mi vida"
Le hago incidir en lo que ha dicho sobre que la copla se está quedando huérfana y que si es por eso por lo que no hay una renovación de su lírica, por lo que no hay grandes maestros para componer coplas nuevas. “Es que ya no hay folclóricas. Así que cómo va a haber autores para ellas”, le sale casi el grito a raudales. “Si nadie conoce mi forma de vida de folclórica, ¿cómo va a entender cómo era y cómo es? Lo más parecido que he visto a un compositor de copla es Paco Cepero, pero tampoco pretende hacer copla; a mí me hizo un disco de copla muy novedosa; tanto que eso ya no era copla, estaba degradado, adaptado a los tiempos que corren, lo que es un mérito grandísimo para un señor que ha vivido el tiempo de las folclóricas de verdad y ha estado en una mesa con Lola, Rocío, Isabel. Un tiempo que ya no existe, porque ¿quién va ahora con una orquesta grande que tenga delante a un señor con un palito en la mano diciéndole a ochenta señores con smoking, sentados: esperaos, que ella se va a parar a respirar...? Ahora los músicos son parte de mi equipo, no son mis trabajadores; antes eran otros conceptos, por eso ahora no me pueden hacer copla, sino continuar el legado de la copla que hubo. Ya no hay autores de copla porque ya no hay gente que la cante”.
La mención a sus músicos nos lleva de nuevo al motivo principal de nuestra charla, el concierto de mañana. ¿Quiénes van a ser esos músicos? ¿Quién es su director musical? “Pues es José Antonio Márquez, el director del Liceo de la Música de Moguer, un chico muy joven, pero con un currículo impecable y extensísimo, con un gran oído y capacidades plenas para estar a la altura de cualquiera que lleve treinta años dedicándose a la música. Tiene un gusto exquisito y un corazón maravilloso, que me hace estar segura y feliz de que voy a estar cuidada en el escenario. Hemos preparado durante mucho tiempo un espectáculo que estará a la altura de las circunstancias. Él va al piano al frente de una gran parte de músicos onubenses, de Moguer también, como él: Juanma Ruiz, un bajista que me viene acompañando desde que yo tenía 16 años; una apuesta mía firme y segura sobre el talento sobrenatural que he descubierto en un percusionista es la de Manuel de la Torre, que acaba de cumplir la mayoría de edad y se le nota que ha nacido para la música. Llevo a Fernando Iglesias a la guitarra porque me parecía que tenía que estar a mi lado el guitarrista de los artistas en las partes en las que me pongo flamenca. Y también llevo guitarra eléctrica con Mario Pousada y un trío de metales, trompeta, saxo y trombón, capitaneado por Nacho Botonero, con Manuel Cirera y El-Hadji Thiam Torres. Todos con un clavel muy grande en el pecho, porque el clavel va a ser el símbolo del concierto”. La ilusión le sale por todos los poros; le pregunto si no siente vértigo. “No lo siento porque la ignorancia es muy atrevida y nunca me pongo nerviosa porque nunca me entero de la envergadura de las cosas que hago. Sé que en Fibes caben 3.000 personas y me gustaría verlo abarrotado, porque lo que quiero es celebrar una fiesta con todo el que quiera acompañarme”.
Se ha embalado en la conversación y ya no hay quien la pare. Sabe que este concierto es el más importante de su vida hasta ahora y arde en deseos de contármelo. “Será un repertorio absolutamente de copla. Pero de la manera más sibilina posible, para que la gente no se entere de que les estoy metiendo un dramón del quince. Voy a cantar copla tuneada de tal forma que ni siquiera lo parezca; voy a hacer la interpretación de diferentes géneros musicales a través de la copla, porque Tatuaje es un tango argentino y voy a fusionarlo con La musa y el pintor que me hizo Riky Rivera cuando yo todavía pensaba qué quería hacer. Voy a fusionar canciones que he grabado con coplas de siempre, para enseñarle a la gente la similitud y lo mucho que estamos copiando en el presente de todo lo que hubo en el pasado. Haré cosas de Rocío Jurado, como Qué no daría yo, que la canto porque la gente se pone mu pesá. Cosas más flamencas, como Las campanas de Linares; homenajearé a los hombres de la copla que han sido flamencos: Farina, Caracol, Juanito Valderrama. Cogeré una silla de enea y me pondré el sombrero de ala ancha. No quiero montar un drama con Cuchillito de agonía y cosas de esas, pero habrá coplas intensas como un fragmento de Torre de arena, cuando todos se vienen hacia mí chasqueando los dedos, como si fuese música negra, y canto a capela varios trozos de canciones de tó la vida. Y voy a enseñarles también que cuando una folclórica coge una mesa de DJ y se pone las gafas de la Martirio, con brillantes y peineta, sigue siendo una folclórica, aunque lo que estés escuchando tú sea una copla en versión techno. Me van a montar una mesa de DJ y me voy a poner a pinchar copla. Cuando el concierto termine con Déjala correr y hagamos los saludos, entra una mesa y me pongo a pinchar Campanera de Joselito y un poco de todo, dentro de que sea copla. Todo eso va a pasar en el Fibes, además de que voy a disfrutar de una cantidad de gente maravillosa, que no se van a subir al escenario, pero voy a hacer una alfombra roja con todo el entorno de mis compañeros de la copla, de la tele; estoy feliz porque nadie va a querer perderse el concierto más especial de mi vida y voy a disfrutar mucho. Pero sin colaboraciones, que es lo que hace todo el mundo en los aniversarios; quiero cantar yo y demostrarle a mi gente y al mundo que nos hemos quedado sin relevo, pero que la copla sigue estando de moda, a ver si así espabila alguien”.
Tengo que pararla para que deje algo reservado para las sorpresas de la noche, que no lo desvele todo. Le pido que me hable de los próximos quince años, de si en ellos va a estar más cerca de los escenarios o de los platós de televisión. “Si me lo permiten, yo pretendo seguir jugando a dos bandas, porque en las dos me siento en casa. Si usted me pide que elija, yo, que me mojo siempre, le digo que prefiero los escenarios, porque aunque en la tele empecé con 16 años y me siento en mi hábitat, el escenario es mi vida, es lo que necesito para sentirme realizada; no necesito el éxito, ni la fama; a mí cantar es lo que más me gusta del mundo, casi tanto como mi marido, ahí tengo mis dudas -se ríe abiertamente-; pero mi pretensión en los próximos tiempos es enseñarle a la gente que soy la última folclórica y me gustaría que hubiese una cantera que me callara la boca. Quizás dentro de muchos años cantaré menos porque para ir a la tele solo me hace falta ponerme a charlar con alguien y para cantar hace falta una preparación que considero que es más complicada. Si me veo que ya estoy muy empalagosa en la tele, que salgo mucho, a lo mejor me quito de en medio un año, pero de los escenarios sí que no me voy a ir”.
Y aunque esto ya no aportaba nada a la entrevista, al hablar de la televisión recordé que Laura Gallego es muy amiga de alguien por quien tengo una malsana curiosidad que satisfacer y aproveché para preguntarle: ¿es verdad que alguna vez…? “¡Noooo, jamás!”, me contestó ella taxativamente. “Joaquín no ha contado un chiste bueno en toda su vida”.
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