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La virgen roja | Crítica

Najwa Nimri y Alba Planas en una imagen del filme. / Concha de la Rosa

La ficha

*** 'La virgen roja'. Drama, España, 2024, 114 min. Dirección: Paula Ortiz. Guion: Eduard Sola, Clara Roquet. Fotografía: Pedro J. Márquez. Música: Guille Galván, Juanma Latorre. Intérpretes: Nawja Nimri, Alba Planas, Aixa Villagrán, Patrick Criado, Pepe Viyuela.  

Llevada ya al cine por Fernando Fernán Gómez en 1977 (Mi hija Hildegart), la historia de Hildegart Rodríguez, niña prodigio y precursora del feminismoen la España de la Segunda República asesinada por su propia madre en 1933 cuando apenas tenía 18 años, regresa de nuevo a la gran pantalla en el momento justo para reabrir debates sobre las distintas corrientes feministas en la forma de un cuento siniestro de reminiscencias frankenstenianas que pone el acento, después de un extraordinario prólogo que condensa los preámbulos y la infancia de nuestra protagonista, en la tortuosa relación entre madre (Nawja Nimri, presentando sus credenciales para el Goya) e hija (Alba Planas, otro tanto) en plena efervescencia social y política, pero sobre todo entre las paredes de una casa familiar convertida en campo de entrenamiento intelectual y prisión de cristal para una adolescente atribulada entre el adoctrinamiento, el dogma político y las pulsiones románticas propias de su edad.

Con un estupendo trabajo de ambientación de época, La virgen roja exhibe una gran potencia visual en su puesta en escena aunque se ve lastrada en ocasiones de los excesos retóricos y simbólicos que caracterizan el cine de Paula Ortiz (La novia, Teresa, Al otro lado del río y entre los árboles). De igual forma, sus diálogos fluctúan entre la rotundidad literaria y una tendencia a lo explícito en un relato que, en muchas ocasiones, no necesita de los subrayados instalado ya en un poderoso territorio de combate y en las formas de una fantasmagoría gótica.

El filme se abre también a esa relectura contemporánea de la historia tan cara al cine de Ortiz, a saber, aquí a propósito de la encrucijada feminista, pero también a costa del socialismo primigenio y sus renuncias y traiciones una vez instalado en el poder. Sea como fuere, el filme se impone pese a sus desequilibrios, muy bien sostenido por Nimri, Planas y Villagrán en su encierro asfixiante y castrador y convenientemente aireado en algunas salidas que, como la que atañe al primer experimento fallido de la madre, un joven pianista fracasado, aquella otra protagonizada por el director del periódico que encarna con solvencia Pepe Viyuela o esa tercera que nos acerca a la realidad de clase, la violencia de género y la agitación anarquista, completan un cuadro de época y asuntos que siguen resonando con fuerza en el presente y hacen de este melodrama revisionista y posmoderno un producto de actualidad, amplio espectro y largo recorrido.      

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