Gracias, Maestro

Tras el retrato biográfico de Morricone elaborado por Tornatore, su único competidor posible en el Olimpo de la música cinematográfica ya tiene el suyo de la mano de su inseparable Steven Spielberg, productor de este documental, y del especialista Laurent Bouzereau, responsable también de otros filmes sobre Faye Dunaway, Natalie Wood, Roman Polanski, George Lucas o Harrison Ford.   

A sus 92 años, John Williams (1932, New York) sigue convocando a las masas y haciendo agitar las espadas láser de colores en el Hollywood Bowl como una verdadera estrella del pop, prueba irrefutable de su estatus de leyenda viva y figura del patrimonio cultural norteamericano como artífice de algunas de las melodías y bandas sonoras más recordadas de la historia al tiempo en que tiene ya el respeto del orbe clásico que él mismo se encargó de penetrar al frente de la Boston Pops, siempre reivindicando el valor autónomo de la música de cine y a la orquesta sinfónica como el más humano de los vehículos de comunicación con el público en plena era tecnológica.

Su relación esencial y simbiótica con Spielberg, fraguada a lo largo de 50 años y 29 películas, ocupa el centro y el pie de entrada en este poliédrico y extraordinariamente bien documentado retrato de una carrera nacida en el seno de una familia musical y prolongada en una formación temprana en el piano, la pasión por el jazz y unos inicios profesionales en la televisión, primero como instrumentista de sesiones de estudio y luego como compositor, que fraguaron un dominio pleno del oficio y un lenguaje propio que iban a eclosionar, después de un puñado de comedias y westerns, en aquel Tiburón (1975) que cambió para siempre las reglas del juego en Hollywood y reimpulsó la herencia del sinfonismo clásico por entonces en desuso a partir de un simple e inquietante motivo de dos notas.

El resto es Historia: su serie de disaster movies, Superman, las sagas de La guerra de las galaxias, Indiana Jones o Harry Potter, los hitos de Encuentros en la Tercera Fase, E.T., La lista de Schindler y Parque Jurásico, las 54 nominaciones y los cinco Oscar desde El violinista en el tejado, las colaboraciones más fieles o exigentes (Rydell, Altman, Stone), los himnos olímpicos, las sintonías televisivas, los cursos en Tanglewood, la entrada en el repertorio de las grandes orquestas, el acceso a los auditorios y sellos de prestigio, el bautizo de edificios con su nombre o las condecoraciones presidenciales.

Todo este recorrido está ejemplarmente narrado en este ortodoxo documental sin fisuras y jugoso anecdotario donde sus grandes compañeros de viaje (Spielberg, Lucas, Kasdan, Howard, Columbus, Marshall, Abrams, Mutter, Yo-Yo Ma, Perlman, Ax, Marsalis, Dudamel), colegas (Newman, Silvestri) y expertos (Ross) apuntalan la leyenda frente a su modestia artesana y donde el generoso archivo vibra por sí solo recordando algunas de esas secuencias y momentos memorables del cine popular que lo son precisamente gracias a su música.

Descubrimos aquí también facetas personales e íntimas menos conocidas: su paso por el Ejército, su vida familiar, la temprana muerte de su primera esposa Barbra Ruick, su pasión por el golf, el entusiasmo con el que rememora al piano el origen de sus temas, su minucioso y solitario proceso de trabajo a la vieja usanza, con papel y lápiz, su entrega más experimental y contemporánea al repertorio para concierto o su agradecimiento a cada uno de los músicos y solistas que le ha acompañado en más de 60 años de oficio.