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Decir los afectos sin afectación

Raquel Andueza & La Galanía | Crítica

Pablo Prieto, Raquel Andueza y Jesús Fernández Baena, La Galanía en el patio de los Pinelo / Luis Ollero

La ficha

RAQUEL ANDUEZA & LA GALANÍA

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Otoño Barroco 2024. La Galanía: Raquel Andueza, soprano; Pablo Prieto, violín; Jesús Fernández Baena, tiorba.

Programa: ‘Alma che fai (música italiana del siglo XVII)’ (obras de Obizzi, Radesca, Camerella, Crivellati y anonimos).

Lugar: Patio de la Casa de los Pinelo. Fecha: Martes 1 de octubre. Aforo: Casi lleno. 

Hace años que el Otoño Barroco, este programa anual que organiza la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla, sale por los palacios, iglesias y casas sevillanas. Esta vez fue en los Pinelo, donde tienen hoy su sede las Academias de Buenas Letras y Bellas Artes, cuyo edificio e historia contó y contextualizó admirablemente un académico de la casa, Rafael Sánchez Saus, en un breve parlamento previo al concierto.

La primera cita del ciclo trajo el emocionante reecuentro de Raquel Andueza con su público sevillano. La soprano navarra, que llevaba años sin actuar en Sevilla, ha sido una de las grandes del Barroco en España y, aunque su voz es hoy bien distinta de la que deslumbraba hace un par de décadas (accidente de por medio, que la obligó a reinventarse como cantante), conserva al menos dos virtudes que siguen haciendo extraordinariamente atractivo escucharla: su suave timbre, singularísimo e inconfundible, y su forma de decir, que atiende al sentido de cada palabra, al matiz oculto, a la penetración de los afectos, eludiendo siempre la afectación, el melindre y el artificio.

Cierto que su canto ahora es contenido, que se mueve en una franja central en la que se siente cómoda y evita alardes virtuosísticos, pero la expresividad sigue ahí, en la flor de los labios, y a poco que va calentando y empieza a mostrarse segura es también capaz de apretar en alguna escala ascendente, de acelerar los tempi (como en la tarantela), de probar por encima del mezzoforte. Su forma de recoger la voz en piano sigue siendo seductora (maravillosas nanas) y su encanto en escena, una baza para conquistar al público. El programa estuvo espléndidamente escogido, una colección de monodias italianas del primer Seicento, la mayoría muy poco conocidas, que nos hablan sobre todo del amor y sus desvaríos, muchas veces apoyadas en atrayentes bassi ostinati. Ejemplar acompañamiento: lo mismo Pablo Prieto en sus ritorneli y sus danzas como el estepeño Jesús Fernández Baena, soportando toda la trama de afectos de un recital cargado de dulzura.

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