Espejo negro, dientes blancos

La fiebre de los ricos | Crítica

Una imagen de 'La fiebre de los ricos'.
Una imagen de 'La fiebre de los ricos'.

La ficha

** 'La fiebre de los ricos'. Thriller, España-Chile, 2025, 118 min. Dirección: Galder Gaztelu-Urrutia. Guion: Pedro Rivero, Galder Gaztelu-Urrutia, Sam Steiner, David Desola. Fotografía: Jon D. Domínguez. Música: Aránzazu Calleja. Intérpretes: Mary Elizabeth Winstead, Rafe Spall, Timothy Spall, Lorraine Bracco, Johan Hauer-King

En su tercera película casi consecutiva en cuatro años, el director vasco Galder Gaztelu-Urrutia sale del alegórico Hoyo de hormigón que le ha dado cierta aureola de culto para airearse por el planeta en crisis en una nueva distopía con mensaje de actualidad (ya saben, los excesos del capitalismo y la nueva lucha de clases) que bien podría haber salido de un capítulo extendido de la serie Black Mirror o incluso de la reciente toma de posesión de Donald Trump y sus efectos colaterales en redes sociales.  

En esta Fiebre de los ricos rodada en inglés, con elenco internacional, múltiples localizaciones (o no tantas pero bien aprovechadas) y presencias de lujo (Timothy Spall), los millonetis del planeta se ven afectados por un virus selectivo (todo empieza por un destello dental) que los empuja a desprenderse de sus posesiones y a huir de las hordas enfurecidas que los persiguen como responsables de la extinción de la especie. En mitad del caos mundial, una ejecutiva agresiva (Mary Elizabeth Winstead) al servicio de uno de ellos, ve cómo su trabajo de productora cinematográfica es sustituido pronto por cometidos de más altura mientras lidia con una separación matrimonial y la custodia de su hija.

Durante su primer tercio, La fiebre de los locos parece subida encima de una montaña de rusa de frenesí, continuo cambio de escenario y giros constantes que desafían la verosimilitud a golpe de montaje y nueva pantalla. Aterrizada ya en Barcelona, la película inicia un descenso hacia África (el origen, el futuro) y la reconciliación familiar y la toma de conciencia que la sitúan ya en un tramo de obviedades humanistas (la inmigración, los desplazados, etc.) y subrayados con rotulador gordo que no sólo pierden interés sino que ralentizan el ritmo hasta adormecer al espectador previamente sacudido por constantes volantazos.    

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