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La triste edad media

En mitad de la vida | Crítica

El profesor y filósofo Kieran Setiya propone en estas páginas una completa guía filosófica para cuarentones y cincuentonas en crisis

El profesor y filósofo británico Kieran Setiya (Hull, 1976). / D. S.
Javier González-Cotta

17 de febrero 2019 - 06:00

La ficha

'En mitad de la vida'. Kieran Setiya. Trad. Ramón González Férriz. Libros del Asteroide. Barcelona, 2019. 380 páginas. 21 euros

La que nos ocupa aquí es otra edad media, escrita en minúscula, distinta a la otra Edad Media, aquel inmenso avatar de luz y tiniebla que aconteció en un momento dado de la historia de la humanidad. El filósofo Kieran Setiya aborda el sinsabor, la paralizante sensación que acompaña a quien hoy se halla en la edad media de su vida. ¿Y ahora qué?

Hablamos de hombres y mujeres de mediana edad. Llamémoslos más bien, con el lenguaje del pueblo, cuarentones o cincuentonas. A este pico medio de la población es a quien se dirige Kieran Setiya, en lo que viene a ser una guía filosófica y un libro de autoayuda en su mejor sentido.

No espere hallar el lector un ensayo literariamente ebrio, sumido en la remembranza por lo perdido, en la nostalgia por lo que aún sugiere el horizonte venidero. Setiya nos plantea las causas por las que, a su juicio, las personas de mediana edad se hallan sumidas en la náusea. Puede que usted dé el perfil. Entiéndase a toda persona a la que el pasado, como nudo de errores, no le ha colmado. El presente, ahora, se le ofrece como una urna vacía. Y el futuro no parece otra cosa que la novela corta de una esquela.

Setiya nos invita a salir de esta especie de tristeza pendular que domina a la mediana edad, pero de la que no se ha ocupado casi nunca la filosofía (no así de la infancia o de la vejez). Pero, repetimos, no lo hace a través de una prosa ebria de estilo. Más bien su texto se ajusta al de una clase dictada en un aulario del Instituto de Tecnología de Massachusetts para el que trabaja. Incluso nos parece que buena parte del fastidio de la mediana edad al que alude hay que asociarlo a la antipática ética protestante del triunfo social (lo propio del orbe anglosajón).

El autor nos recuerda que no debemos ser tan egocéntricos buscando obsesivamente a felicidad

Setiya refuta a nuestro agorero favorito, Schopenhauer, autor de una de nuestras citas de cabecera para recibir las mañanas: "La vida oscila entre el sufrimiento y el tedio". Para Setiya no debemos ser tan egocéntricos buscando obsesivamente la felicidad. Hay que aprender que la mediana edad implica perder cosas, que no hay que sobrevalorar las alternativas. Propone una reconciliación con los fracasos del pasado y dar el mismo peso a las ganancias de ese mismo fardo, el pasado, y a las del futuro.

Según el filósofo lo más esquivo para la mediana edad no es lidiar con la retrospectiva (el pasado) y la proyección (el futuro). El problema radica en el presente, en lo que el hoy suscita como piedra pómez. El presente remite a la sensación de que las satisfacciones se aplazan o se quedan atrás. Mientras que esforzarse de forma incesante, en pos de ciertos objetivos, lo único que hace es rellenar un historial de autodestrucción. Pascal ya decía que el hombre no soporta el presente. "Nadie llega sin fe al objetivo que persigue incesantemente. Todos nos quejamos. Pero como no podemos conformarnos con el presente, estamos condenados a la decepción".

Acerca del presente pascaliano, en otros términos se refería nuestro Alfredo Landa como hombre de mediana edad, reflejo de la sociedad española del posfranquismo. En la película Las verdes praderas de José Luis Garci (1979), el burgués acomodado en el que se ha convertido Landa confiesa a María Casanova que todo lo hecho hasta ahora no ha sido sino cumplir con los objetivos impuestos por el discurso social del éxito. La mecánica de cada logro no lo ha colmado, justo cuando por edad se halla en mitad del camino y debería saborear su estatus.

Portada del libro.

Pero Landa, en otra versión del landismo, lo suelta todo a la compañera, sentados como están los dos en un bosquecillo. Y concluye: "Que me he equivocao, coño". A diario, en Radio 3 podemos escuchar este fragmento como cuña del programa mañanero Hoy empieza todo. Quizá nuestro irrealizado burgués debió haberse echado una siesta a la sombra, dejándose llevar por la risa, el sueño y la esperanza. Son los tres consuelos que según Kant nos ha concedido el cielo para evitar la aflicción.

Setiya refiere algunas de las novelas donde el sujeto de mediana edad es el protagonista, sumido cada cual en su nimbo. Caso de Herzog (Saul Bellow), La información (Martin Amis) o el periodista deportivo Frank Bascombe de El día de la independencia (Richard Ford). Cita también, entre otros muchos nombres, a John Stuart Mill, la gran Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, el referido Schopenhauer. Pero todo, como hemos dicho, lo desmenuza a partir de once ideas que parecen escritas no tanto para un libro como para una disertación académica.

Ni que decir tiene que la urdimbre de la muerte merodea por la mediana edad. Dice Setiya que todo sujeto de edad media sabe que la duración ilimitada de la vida deja de ser una abstracción. Sabemos lo que significa una década, que se puede contar con los dedos de una mano. Podría angustiarnos. Pero es un consuelo recordar al estadista Sólon, a quien solía citar Aristóteles. "No hay que considerar feliz a ningún hombre mientras viva".

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