Kenneth Branagh vuelve a su infancia
Cine
El norirlandés estrena este viernes 'Belfast', un emotivo viaje al verano de 1969 que desprende amor por el cine
Es el verano de 1969, el mismo en que el hombre llegó a la Luna. Buddy (Jude Hill) apenas tiene nueve años, pero ya asiste al derrumbe del mundo que ha conocido. La comunidad plácida en la que ha vivido hasta entonces, en el norte de Belfast, se ve sacudida por los disturbios y los enfrentamientos entre católicos y protestantes. Y aquel chaval fascinado por los westerns, admirador de Solo ante el peligro o de El hombre que mató a Liberty Valance, descubrirá que fuera de la pantalla también existen los héroes y los villanos, y que también hay espacio para las historias de amor.
Buddy es el protagonista de Belfast, la película con la que el director Kenneth Branagh regresa a los cines este viernes y en la que el cineasta norirlandés se reencuentra consigo mismo. Un reencuentro que se da no sólo porque el creador se base en su propia infancia para escribir un guión que le valió el Globo de Oro hace unas semanas, también porque con este emotivo drama el realizador firma su proyecto más personal tras un rumbo algo errático y un puñado de producciones –Cenicienta, Jack Ryan: Operación Sombra, Asesinato en el Orient Express– a las que les faltaba el brío de los comienzos, cuando Branagh se erigía en una promesa ineludible con sus revisiones de Shakespeare –Enrique V, Hamlet, Mucho ruido y pocas nueces– o la celebrada Los amigos de Peter. Aunque a estas alturas de la temporada El poder del perro de Jane Campion parece la favorita para el Oscar, Belfast ganó el Premio del Público en el Festival de Toronto, un galardón que suele allanar el camino para la estatuilla, y puede presumir de ser uno de los títulos del año. El filme clausuró en noviembre la última edición del Festival de Sevilla.
Branagh empezó a escribir Belfast en el confinamiento al que obligó el coronavirus en marzo de 2020, un momento impactante en que el cineasta se aferró al recuerdo del niño fantasioso que había sido, que se servía de las escenas que había visto en las películas para descifrar el mundo. El autor tuvo en mente para describir la infancia obras como Dolor y gloria de Almodóvar, Esperanza y gloria de John Boorman, El imperio del sol de Spielberg o Adiós muchachos de Louis Malle, pero pronto se percató de que su película tenía alma de western. "Buddy adora el género, y Belfast, desde luego, tiene algo de ciudad del Oeste, así que, en ocasiones, sentía como si estuviera escribiendo un western que Buddy va creándose en su mente. La vida para él es un enfrentamiento de buenos contra malos, y eso es lo que piensa cuando observa al tipo malvado que vive al final de la calle, a quien ha visto dar puñetazos a la gente y que puede que hasta tenga un arma", señala Branagh.
Con el director de fotografía Haris Zambarloukos, un colaborador habitual en su carrera, Branagh buscó para este largometraje lo que llama blanco y negro de Hollywood, "una especie de blanco y negro aterciopelado, sedoso y satinado con el que todo el mundo parecía más glamuroso. Eso era lo que quería porque un chico de nueve años puede ver a sus padres como tremendamente estilosos, y también porque permitía que todo pareciera más impresionante. Cuando vemos fotoperiodismo en blanco y negro, de autores como Cartier-Bresson, percibimos una autenticidad extra, aunque en realidad esa no sea la forma en la que vemos el mundo. Es una curiosa paradoja que obtengas un efecto más realista y crudo a partir de un tratamiento poético", analiza el director, que para la música de este proyecto ha reclutado a Van Morrison, que "ya era una leyenda de Belfast cuando yo tenía la edad de Buddy en la película".
El niño Jude Hill, Caitriona Balfe y Jamie Dornan, como los padres del chaval, y Judi Dench y Ciarán Hinds como los abuelos, integran el reparto. Dench, asidua en la filmografía de Branagh, se percató pronto del valor que tenía Belfast para el director, de la implicación emocional con la que iba a encarar este rodaje. "La vista ya no me da para leer", cuenta la veterana, "y Ken vino a mi casa con el guión y me leyó toda la película, sin una sola pausa. Era obvio que significaba mucho para él".
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