Julio Ruiz y el alfabeto del tacto
Flamenco
El almeriense presenta en el Flamenco Festival de Londres 'Tocar a un hombre', una pieza que interpreta junto a Javier de la Asunción y en la que explora el aprendizaje de acercarse a otra piel
Averno: Danza desde las emociones
Dos tipos se saludan desde la distancia, con timidez y nerviosismo, reprimiendo la necesidad que sienten de calor humano, esquivando la tentación de romper la barrera invisible que se interpone entre ellos. Después se van aproximando, y se estrechan las manos todavía con una frialdad protocolaria, pero más tarde uno de ellos se atreve a ir más allá: tantea con sus dedos el cuerpo ajeno que tiene ante sí, empieza a practicar, con la torpeza y curiosidad de quien habla por primera vez un lenguaje extranjero, ese ejercicio vetado tantas veces del cariño, del tacto.
Así arranca Tocar a un hombre, la propuesta que el bailaor Julio Ruiz presentó este viernes en el Lilian Baylis Studio, dentro de la programación del Flamenco Festival, y que interpreta con el bailarín Javier de la Asunción. Una obra que analiza cómo esa idea de la masculinidad concebida como un dique que frena las emociones alimenta el miedo al otro, el rechazo a las caricias o a las manifestaciones de afecto. "Me preguntaba, como hombre", explica Ruiz (Almería, 1993), "cómo me habían enseñado a tocar y cómo afrontaba el tema del tacto. En mi familia he tenido una educación muy relajada, muy abierta en este sentido, mi padre y yo nos dábamos besos con naturalidad y yo caía en la cuenta de que eso no era lo normal a mi alrededor, veía que los padres de mis amigos nunca besaban a sus hijos. Con el tiempo fui descubriendo mis sentimientos, mi sexualidad, y eso acentuó mi pregunta de cómo se debe tocar a un hombre".
Con un humor delicioso, y un escenario desnudo en el que Ruiz y De la Asunción encarnan a esos dos extraños que lidian con sus deseos y temores, la pieza investiga por qué a veces nos quema palpar otra piel, por qué a algunos hombres les resulta más fácil descargar su agresividad antes que el afecto, "hasta el punto de que muchos hombres que son homosexuales no saben querer si no es con violencia, es algo que ocurre", apunta Ruiz, un bailaor formado junto a Antonio Canales, Daniel Doña, Eva Yerbabuena o Rubén Olmo que ha ido ganándose el reconocimiento con trabajos como Azul como la piel del melocotón o Vendehumo.
Surgida del espacio para la creación de In Progress, el laboratorio que promueven el Flamenco Festival y el Ayuntamiento de Torrox, y estrenada en la Bienal de Málaga, Tocar a un hombre deja en la retina de los espectadores escenas memorables, como una sucesión de sevillanas que interpretan los protagonistas. "Desde pequeño comprobaba que cuando las bailaban mi madre y mi tía, o dos mujeres, eso estaba plenamente aceptado y se tomaba en serio, pero si las bailaban dos hombres se apreciaba como algo de broma, como algo cómico. Queríamos equiparar un baile y otro, y ya que entrábamos en eso, explorar las maneras en que dos hombres podían enfrentarse a unas sevillanas", cuenta Ruiz sobre una obra que dialoga con su presente y que también retrata la vulnerabilidad y el desconcierto de quienes buscan el amor en las aplicaciones para tener una cita. "Esos encuentros no tienen que acabar en sexo, pero tú acudes a esas historias para que te toquen de alguna manera, o para tocar. Ese deseo provoca a veces situaciones muy extrañas".
Julio Ruiz y Javier de la Asunción no se conocían, venían de ámbitos distintos como el flamenco y la danza contemporánea, uno estaba habituado a bailar solo y otro en coreografías corales, pero fueron acercando posiciones en los ensayos. "Yo sólo sabía de Julio lo que mostraba en las redes sociales y temía que podía ser ese espectáculo con partes muy diferenciadas, flamenco y contemporánea cada uno por su lado, una mezcla que no siempre funciona. Pero ha sido una colaboración muy honesta, muy valiente", opina De la Asunción sobre un trabajo en el que sus artífices encuentran un territorio común en la performance.
Para montar el espectáculo contaron con el asesoramiento de otros creadores como Guillermo Weickert, María Cabeza de Vaca, Violeta Gil y Ernesto Artillo, un colaborador habitual de Julio Ruiz. "Ellos nos proponían ejercicios. Nos decían: La primera vez que toqué a un hombre fue terrible. Necesito afrontar esa historia y sanarme de esto. Y nosotros planteábamos algo a partir de ahí. No vieron el resultado hasta que la pieza estaba terminada, en un preestreno en el Centro Coreográfico María Pagés, y fue muy emocionante la reacción que tuvieron", recuerdan. En el conjunto también ha influido el universo del escritor Pedro Lemebel. "No hemos llevado ningún texto suyo a escena, pero me he leído Tengo miedo torero cuatro veces y ya lo subrayé entero. Lo que cuenta ese libro sigue concerniéndonos, parece que las cosas han cambiado pero no hemos evolucionado tanto como creemos", defiende Ruiz.
La calurosa acogida que Tocar a un hombre ha tenido en Londres confirma el momento dulce que vive Ruiz. "Fue salir del In progress y ya teníamos la Bienal de Málaga, el Festival Flamenco de Madrid, después esta función en Londres. Mi madre me dijo: Debes de estar feliz, esto era lo que soñabas cuando tenías cinco años. Y es curiosa la vida, porque te pasas todo el tiempo luchando y luchando por algo, y un día decides tomarte la profesión con otro ánimo, hacer lo que te apetece sin importarte qué pasará, y entonces te encuentras con la aceptación, te empieza a ir bien. Siento que todo llega cuando tiene que llegar: quizás antes no estaba preparado, sobre todo a nivel emocional", confiesa este flamenco que ha entrado en el circuito de festivales de danza contemporánea –"a veces me siento un intruso", admite- y que también anda de gira con Vendehumo. "Es lo más petardo que he hecho. Bailo La falsa moneda de El Fary, hago un remix catetísimo pero que me apetecía mucho, y me visto de rosa copiando el traje de limpiadora de mi madre", dice sobre un montaje con el que ganó en 2022 el Certamen de Coreografía de Danza Española y Flamenco de Madrid. "Con Vendehumo me propuse: Esto lo estreno en Madrid y no lo hago más, pero creo que llevo 18 bolos. Me temo que una carrera es siempre algo imprevisible", concluye.
Javier de la Asunción, entretanto, estrenó esta semana en el Festival de Itálica Averno, la última aventura de Marcat Dance, la galardonada compañía de Mario Bermúdez en la que lleva cuatro años implicado, y en la que se mueve en unos registros muy distintos a los de Tocar a un hombre. "Nunca había estado en el Teatro Romano, pero pisarlo fue impresionante, a pesar de la ola de calor que tuvimos. Yo había actuado con Marcat en espectáculos que ya estaban terminados, y Averno ha sido mi primer proceso de creación con ellos, y ha sido muy inspirador, muy especial".
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