julia de arco: "Soy de la Generación Z, pero mi música me representa a mí misma"

JULIA DE ARCO | Cantante y compositora

Solo dos 'singles' y unos cuantos conciertos apuntan a esta joven sevillana de 18 años como uno de los nuevos valores de la música

En septiembre actuará en el Pop CAAC

A partir de aquí ya todo es futuro

La sevillana julia de arco ("con minúsculas"), fotografiada antes de esta entrevista
La sevillana julia de arco ("con minúsculas"), fotografiada antes de esta entrevista / Juan Carlos Vázquez

26 de marzo 2025 - 06:00

Los redactores de la prensa musical inglesa usan el término The Next Big Thing para referirse a un artista emergente del que se espera que alcance gran popularidad en un futuro cercano, convirtiéndose en una figura relevante gracias a su talento excepcional. Si en nuestra escena local hay alguien a quien puede aplicársele es, sin duda, a una chica sevillana de tan solo 18 años que se hace llamar julia de arco –“todo en minúsculas, por favor, queda mejor así”-, que con solo dos singles lanzados a las plataformas de escucha y unos cuantos conciertos que evocan los sentimientos latentes en su sonido, su estilo, su identidad, ha dado muestras de su potencial para cambiar las tendencias musicales urbanas. Su creatividad está llena de ideas que el viento dispersa hasta que las atrapamos; ideas que son fragmentos de sí misma que se desdoblan y ella lleva a un lienzo en blanco que pinta con cada canción, en las que se mezclan las risas, las luces y los encuentros de la noche con la soledad creativa del día siguiente. A julia la noche le regala sueños que luego convierte en canciones. Me reuní con ella para intentar descubrir algunas claves de la esencia de su música y su personalidad y me encontré con una joven muy animosa que camina entre dos mundos, con un pie en la tierra y otro en las nubes.

Pregunta.-¿El momento en que se encuentra le emociona, le da vértigo o, simplemente, julia, va usted a su ritmo sin pensar demasiado?

Respuesta.-Es más esto último. Es que en la vida he aprendido un poco por las malas, desgraciadamente, a no crearme expectativas. Antes me las creaba; enormes e inalcanzables y me llevaba un chasco. Eso ya lo tengo interiorizado y ahora voy paso a paso. A lo mejor cuando saque el siguiente single la gente lo odia, por eso no me pongo en las buenas ni en las malas.

P.-Necesito contexto para entender eso que me dice. ¿Una chica tan joven como usted, a la que conocemos desde hace muy poco, ha tenido muchas ocasiones de crearse grandes expectativas y tenido tiempo de sentirse frustrada por no alcanzarlas?

R.-Le voy a hablar directamente de la primera gran expectativa que se vio truncada. Estuve un año en Estados Unidos con una beca casi completa, estudiando Arte en una escuela de alto prestigio. Fue una experiencia increíble, sobre todo porque el programa era muy amplio y ofrecía distintas disciplinas como Música, Teatro o Artes Visuales. Yo me decanté por Artes Interdisciplinares, ya que nunca he podido elegir un solo medio artístico. Me gusta explorar todo, desde la música hasta proyectos creativos como el fanzine en el que llevo tiempo trabajando y que, por fin, estoy materializando. Sin embargo, aunque la experiencia en Estados Unidos fue enriquecedora, no fue lo que yo esperaba. Tenía la idea de que irme allí marcaría un antes y un después en mi vida, que sería algo definitivo, pero no fue así. Al volver, me di cuenta de lo afortunada que soy aquí, en Sevilla. Valoré mucho más mi ciudad, mi familia y nuestra cultura, que es única e incomparable. Allí entendí que lo que tenemos aquí, tanto en términos de patrimonio como de forma de ser, es algo que no se puede replicar. Aunque me ofrecieron otra beca para quedarme, decidí no aceptarla. La experiencia me enseñó que no necesitaba irme tan lejos para encontrar mi camino. Aquí, en mi tierra, me siento plena y agradecida por todo lo que tengo.

La experiencia con una beca en EE UU me enseñó que no tienes que irte tan lejos para encontrar tu camino"

P.-¿Y una vez que volvió hizo algo de música o de otras artes antes de comenzar a ser conocida?

R.-La música llegó a mi vida casi de rebote. Antes, mi enfoque estaba más en las artes visuales, especialmente en el mundo de los cómics. De hecho, a los 11 años hice mi primer fanzine, que tenía ¡100 páginas!, algo que hoy en día no me veo capaz de hacer. Lo llegué a vender en lugares como La Casa Tomada y Caótica, y la verdad es que fueron súper amables conmigo. Imagínese, una niña de 11 años llegando con su fanzine bajo el brazo. Fue una experiencia increíble en la que aprendí mucho sobre autoimpresión y el proceso de creación de cómics, incluso llegué a tener mi propia papelería de confianza. Luego, mi interés derivó hacia el teatro. De hecho, durante mi estancia en Estados Unidos, me dediqué principalmente a eso. Pero cuando volví, un día decidí probar el GarageBand en mi tablet. Al principio fue algo casual, casi como un juego. Lo primero que hice fue producirle un tema a mi hermana. Curiosamente, en Estados Unidos ya había estado trasteando con el GarageBand, sobre todo durante las vacaciones, porque me aburría muchísimo. Allí, si no tienes coche, estás bastante limitada, y yo, con 16 años y sin carné, no tenía muchas opciones. Así que, para matar el tiempo, me puse a experimentar con todo lo que se me ocurría, incluida la música. Aunque en ese momento no salió nada serio, fue como una semilla que quedó ahí. Cuando regresé y produje ese tema para mi hermana, algo cambió dentro de mí. De pronto, me di cuenta de que lo había disfrutado como nunca. Era extraño; antes, grabar me parecía tedioso, incluso me resistía a ello. Pero esa experiencia encendió una chispa. Desde entonces, la música se transformó en algo más que sonidos; se convirtió en mi voz, en una pasión que no puedo silenciar.

P.-En la hoja de promo de su reciente single, IMPRESIONANTEE, se define como una chica 06 de Sevilla que sale por la Alameda los viernes y hace música los sábados en la que intenta plasmar lo bien que se lo pasa los viernes. ¿Cómo lleva el equilibrio entre esa julia de los viernes en la Alameda y la artista en plena ascensión?

R.-La verdad es que casi nunca hablo de mi música con amigos. Nuestras conversaciones oscilan alrededor de lo último de Judeline o el EP de Cupido, nunca alrededor de mis propias canciones. La mayoría ni siquiera escucha lo que yo escucho, y eso, en el fondo, me alivia. No quiero vivir en una burbuja donde todo sea acordes y bpm; necesito que la vida me golpee en otros lugares, que me sorprenda lejos de los altavoces. Por eso no estudio producción, por eso me resisto a convertir esto en un monoteismo sagrado. La música, para mí, no es un altar, es el eco. Surge cuando salgo, cuando tropiezo con gente, cuando dejo de forzarla. Funciono a ráfagas; ahora escribo como si me sobrara el aliento, pero antes pasé meses seca, escupiendo ideas que sonaban a hojas marchitas. La solución fue soltarla, llenarme los bolsillos de experiencias que nada tenían que ver con la música. Y entonces, sin aviso, volvió. Porque la inspiración no es una llama que se vigila; es un fuego que se enciende con lo que dejamos atrás.

julia de arco
julia de arco / Juan Carlos Vázquez

P.-Cada generación tiene su propio lenguaje musical y estético. ¿Siente que su música es un reflejo de la Generación Z, o se ve más como una outsider dentro de su generación?

R.-Creo que mi música es, ante todo, un reflejo de mí misma. Punto. Mi relación con la música viene de muy atrás, sobre todo por influencia de mi padre, que es un apasionado y sabe muchísimo del tema. En casa siempre ha habido un reproductor de vinilos, y él constantemente ponía discos. Esa fue mi verdadera educación musical: crecí escuchando los orígenes de la música disco en Nueva York, entre muchas otras cosas. Esos son mis cimientos, mis orígenes musicales. Siento que, en muchas casas, al menos en las de mis amigos, no ha habido tanta cultura musical tan profunda. Muchos se han formado con lo que escuchaban sus amigos, lo que les aparecía en Spotify o las canciones típicas de los campamentos de verano. Para mí, eso era solo un 5% de lo que escuchaba. En mi casa, la música era algo más serio, más diverso y con más historia. Además, mi padre no solo ponía música, sino que también hablaba de ella, explicaba su contexto, sus raíces. Eso marcó mi forma de entenderla y disfrutarla. Por eso, creo que mi música es un reflejo de todo aquello, de lo que he mamado en casa, de lo que me gusta escuchar, que es muy variado, y, por supuesto, también de mi generación. ¿Soy generación Z? Sí, creo que sí. Y como tal, no puedo evitar que ciertas influencias de mi época también se cuelen en lo que hago. Me gustan cosas que están de moda, que son tendencia, y eso también se nota. Al final, mi música es una mezcla de todo: de mis raíces, de mis gustos personales y de lo que define a mi generación.

P.-Y eso hace que use también muchas palabras y expresiones muy propias de su generación, algunas de las cuales pueden dejar descolocados a quienes no son Generación Z, como yo. ¿Qué o quiénes son los swagger boys, qué es la vibra cero seis?

R.-Los swagger boys, aunque ya no están tan de moda como antes, fueron una especie de fenómeno cultural en su momento. Cuando saqué la canción, estaban en su punto álgido, o incluso un poco antes. Para que lo entienda, un swagger es alguien con una estética muy particular. Por ejemplo, este cinturón que llevo ahora mismo -me lo enseña y es tela de cantoso, lleno de brilli brilli- es puro estilo swagger. Es una mezcla de ropa holgada, pantalones anchos, una actitud de me da igual todo y, por supuesto, el skate. También está asociado con fumar porros, aunque yo no fumo, pero eso es parte de la imagen. Es una estética muy rebelde, muy de malote y desenfadada. En aquel momento, me llamó mucho la atención esta tribu urbana. Son como una versión más sucia y alternativa de los canis, ¿sabe? Además, descubrí que en Argentina hay un grupo llamado los Swagger Boys que hacen música muy asociada a la Generación Z. Me inspiré en todo eso para crear algo duro y oscuro -su primer single, SWAGGERBOYZZZ- pero al final, lo que salió fue mi propia reinterpretación de ese estilo. No es exactamente lo que imaginaba al principio, pero tiene mi sello. Y los cero seis somos los que nacimos en 2006. Ahora tenemos 18 años, y en este cumplimos 19. Entre mi generación, hay gente de 2005, 2006 y 2007, pero los que realmente molamos somos los del 2006. Tenemos esa vibra 06, que es como una frescura en la mirada, un flow único e indescriptible, incomparable. Es algo que solo los que somos de ese año entendemos. En la canción, lo menciono porque es parte de nuestra identidad, de cómo nos vemos y cómo nos movemos. Es algo que nos define.

P.-¿Esas expresiones salen de forma natural o es algo que busca intencionadamente para darle más identidad a su música?

R.-A veces es algo intencionado, pero otras veces simplemente forma parte de la forma de expresarme. Con mis amigos, siempre buscamos las expresiones más llamativas o jugosas, por decirlo de alguna manera. Nos hace mucha gracia usar frases como me piro, vampiro o cosas un poco retro-cliché, pero con un toque moderno. Es como si buscáramos crear una nueva ola de expresiones, algo que nos identifique. Y eso, que hago en mi vida personal, también lo traslado a mi música. Es una forma de darle más personalidad, de que la gente me asocie con algo concreto. Por ejemplo, tengo muy claro que mis amigos me relacionan mucho con la expresión cienpor. Es algo que digo constantemente, como una forma abreviada de decir cien por cien. Y como lo uso en mi día a día, de manera natural, también termina apareciendo en mi música. Al final, es una forma de ser yo misma, tanto en lo personal como en lo artístico.

Entre mi generación, hay gente de 2005, 2006 y 2007, pero los que realmente molamos somos los del 2006. Tenemos frescura en la mirada, un flow único e indescriptible, incomparable"

P.-Antes me ha dicho que empezó a hacer música con el GarageBand de su iPad y en la hoja de promo dice que esa es la herramienta que mejor se adapta a usted a la hora de hacer música. Ahora maneja softwares más avanzados, pero ¿cree que las limitaciones técnicas potenciaban su creatividad? Supongo que el iPad es como llevar un estudio en las manos, listo para capturar cualquier destello de inspiración.

R.-De hecho, me alegra mucho que me pregunte esto, porque llevo unas semanas retomando GarageBand en el iPad. La verdad es que he dejado de lado Ableton, los monitores y la tarjeta de sonido. Siento que no me sale igual hacer música con una cosa que con la otra. Quizá es algo que va por rachas, pero en este momento necesito el iPad, necesito GarageBand y, sobre todo, necesito limitaciones. Se lo digo en serio; necesito no poder automatizar pistas. Y, curiosamente, están saliendo cosas que, al menos, me divierte más hacerlas así que con Ableton en el portátil, por ejemplo.

P.-Esta canción de IMPRESIONATEE todavía es heredera de lo que hacía usted antes de sumergirse de lleno en los Rusia-IDK y parece capturar un momento muy concreto de su evolución musical. ¿Cómo ha cambiado su manera de componer y producir desde esta canción hasta lo que esté creando ahora?

R.-Rusia-IDK es un colectivo que me voló la cabeza: productores, artistas, cantantes… gente que rompía moldes sin pedir permiso. Para mí, en su momento, eran pura vanguardia. Ahora se les escucha más, ya no son tan underground, pero cuando descubrí a Ralphie Choo, Rusowsky, Mori o Tristán, fue como si alguien me quitara una venda de los ojos. De pronto entendí que la música no tenía que encasillarse, que podía ser exactamente lo que yo quisiera. Fue una confirmación, casi un abrazo, y al mismo tiempo, un flechazo creativo. Me dije: Voy a probar esto. Pero con el GarageBand las cosas no eran tan fáciles. Samplear era un suplicio, las limitaciones estaban ahí, pero curiosamente, entre restricciones, mi sonido se parecía más a eso que amaba de Rusia-IDK. Después llegó Ableton, con toda su profesionalidad, y aunque me permitió crecer, a veces siento que perdí algo por el camino. Algo crudo, algo libre. Ahora estoy en medio de esa contradicción; explorando, buscando cómo juntar la magia espontánea de GarageBand con las posibilidades infinitas de Ableton. Es un viaje, y no sé dónde terminará. Pero eso es lo emocionante.

P.-Solo tiene editados dos singles, pero en los dos conciertos en que la he visto interpretaba muchas más canciones, entre ellas esta que acaba de sacar. ¿Sus próximos lanzamientos van a salir de esas canciones, ya trabajadas con nuevos medios, o van a ser totalmente nuevos y recién compuestos?

R.-En un mundo ideal, seguiría soltando música como hasta ahora; hacer una canción hoy y soltarla al mundo antes de que se me enfríe el café. Me encanta esa urgencia, esa necesidad de saber al instante: ¿A ti también te late esto como a mí? Pero sé que no es lo más sensato. Y aunque no pienso repetirlo, hay algo hermoso en esa impulsividad, en no darle tiempo a dudar. Ahora mismo tengo unas 25 canciones acumulándose en una carpeta de Drive, algunas pulidas, otras a medio cocer, todas esperando su momento. Y aunque me pica ese impulso de prenderle fuego al botón de publicar, sé que lo correcto es esperar. Así que probablemente lo que suelte en los próximos meses sea lo que ya estoy tocando en directo... aunque ojo, las versiones de estudio son otra bestia distinta. Quien las haya escuchado en vivo se llevará una sorpresa: los arreglos respiran diferente, los detalles cambian el juego. La esencia es la misma, pero la experiencia es otra. Así que mientras tanto, sigo aquí, conteniendo esa ansia creativa, buscando el equilibrio entre la prisa del corazón y la paciencia que requiere hacer las cosas bien.

P.-Y eso que ha mencionado sobre cómo le gustaría hacer las cosas de una manera más libre, como antes, cuando trabajaba sola con el iPad, sin ataduras... Ahora tiene detrás manager, compañía -Caries Records, el sello regentado por Carlangas-, toda una infraestructura. ¿Le condiciona mucho eso? ¿Cambia la forma en la que se enfrenta a la creación?

R.- Sí, cambia, y mucho. La diferencia es enorme, es como entrar en otro mundo. En España, la industria musical está montada de tal manera que casi es necesario no ir tan por libre. Es casi imprescindible contar con una buena red de gente que te apoye, un equipo detrás. Pero para mí, lo más importante es no perder esa esencia, esa frescura que tenía antes, cuando grababa y creaba de manera espontánea, sin pensar demasiado. A veces siento que estoy un poco en esa lucha, como si estuviera perdiendo un poco esa libertad de simplemente hacer las cosas sin más. Pero la verdad es que todo va a golpes. A veces siento que, en términos puramente musicales, sigo siendo completamente libre. Si no lo soy, no es por culpa del sello o del manager, sino por mis propios bloqueos. Cuando empecé, necesitaba expresar cosas de cualquier manera, sacar todo lo que llevaba dentro. Después de eso, es como si hubiera llegado a un extremo y luego el péndulo hubiera oscilado hacia el otro lado: de repente, me quedé en blanco. Pero ahora estoy volviendo a tener un montón de ideas y ganas de grabarlas. Eso nadie me lo impide. Puedo seguir creando como siempre. La única diferencia es que ahora todo se va presentando al mundo poco a poco, a cuentagotas. Y la verdad, no me parece mal. Si así es como funcionan las cosas, pues bien. Mientras siga teniendo tiempo para hacer mi música a mi manera, me parece perfecto. Y por ahora, eso sigue siendo así, entonces todo bien.

P.-Dice usted que puede hacerlo, pero me interesa ahondar también en si quiere hacerlo. Su música se mueve entre el pop y la experimentación, un espacio donde nada es estático. ¿Hasta dónde le gustaría llevar esa exploración? ¿Se imagina haciendo algo completamente fuera de lo que ha hecho hasta ahora?

R.- Sí. De hecho, ahora mismo llevo un tiempo componiendo canciones casi de rock, así por pura casualidad. Y lo curioso es que a mí no me gusta el rock, ¿eh? A lo largo de mi vida, he escuchado muy pocas guitarras. Mi padre era más de soul, disco, funk, psicodelia. Cuando empecé a ser realmente consciente de lo que escuchaba, el rock no estaba presente en mi casa, o al menos no de la forma tradicional. Si sonaba algo, era más bien psicodelia o punk, y sí, a mi padre le encantaba Pink Floyd, lo escuchaba mucho, pero a mí eso no me llegaba tanto. Sin embargo, ahora, sin ningún motivo aparente, estoy haciendo canciones que se acercan al rock. En plan Bo Diddley, con un toque de rock and roll antiguo y punk. No sé, es como si me hubiera dado por explorar ese estilo. La verdad es que me veo haciendo lo que me apetece, sin ataduras. Y soy muy consciente de que, en el momento en que deje de apetecerme hacer lo que se supone que tengo que hacer: pop experimental, vanguardia o lo que sea, simplemente dejaré de hacerlo. No me saldría de forma natural. Claro, siempre podría fingirlo, pero creo que no quedaría bien. No sería auténtico, y eso no mola nada.

Creo que el horterismo, esa esencia tan vibrante y colorida, aún no se ha reflejado mucho en mi música y es algo que me encantaría explorar"

P.-Más allá de lo que escuchase de pequeña en casa, sus influencias han demostrado ser de gente que rompe moldes, como Ralphie Choo, Tyler the Creator, Rojuu, M.I.A., The Free Design, Caroline Polachek, y extremadamente variadas. ¿Hay algún artista o género que le encante pero que todavía no se refleje en su música?

R.-La psicodelia en mi música es como un fantasma discreto: no se anuncia, pero a veces asoma entre los acordes. No es algo evidente, sino más bien una bruma que flota en el ambiente. Mis verdaderos cómplices en esto son Ryuichi Sakamoto y Yellow Magic Orchestra. Su influencia se cuela en canciones como 06, con esos sintetizadores ochenteros que huelen a discos experimentales de Sakamoto, a ese kitsch japonés de los 80 que es hortera pero sublime, como un diamante envuelto en neón. Tengo dos tesoros que son mi Biblia personal: Tokyo Dreaming y Tokyo Glow, dos recopilatorios tan raros que casi nadie conoce. Mi padre los rescató de las profundidades de Bandcamp, y desde entonces viven en mi corazón. Esa música tiene algo que me estremece: es hortera, sí, pero de la buena, de la que vibra con alma propia. Aún no he logrado plasmar del todo esa esencia vibrante y colorida en mis canciones, pero es un viaje que apenas comienza. Quiero explorar ese horterismo con mayúsculas, el que no solo suena, sino que transmite algo. El que, como Sakamoto, convierte lo artificial en eterno.

P.-¿Cómo decide qué elementos de cada artista de los citados quiere incorporar en sus propias composiciones?

R.-Yo no decido; solo soy el tablero de la Ouija, el canal por donde pasa la música. No soy dueña del proceso, sino el puente. Mi forma de crear es puro instinto: empiezo con un destello, unos acordes, un ritmo, algo que me hace parar y decir esto tiene algo. Y entonces me dejo llevar. Para mí, componer y producir son lo mismo, un baile a ciegas donde cada paso se inventa al andar. Lo más bonito es cuando el error se convierte en hallazgo. De pronto, algo se equivoca de camino y… ¡zas! Surge un sonido que no planeé, pero que lo cambia todo. Esto no estaba en el guión, pienso, pero es justo lo que necesitaba. Es ahí cuando la canción empieza a hablar por sí misma. No busco controlar; busco sorprenderme. Pruebo, tiro del hilo y veo a dónde me lleva. La música ya sabe adónde va. Yo solo soy la primera espectadora.

julia de arco
julia de arco / Juan Carlos Vázquez

P.-Sevilla y la Alameda aparecen en su definición personal, como citaba antes. ¿Cómo influye su ciudad en su sonido y en su manera de vivir la música?

R.-Lo que más me inspira es perderme en la Alameda, fundirme con el bullicio de Sevilla y dejar que la ciudad me cuente sus historias. Cuando termine esta entrevista, iré a buscar a mis amigos recién salidos de la universidad, a ese rincón donde todos acabamos siendo vecinos. Aquí tienes lo mejor de los dos mundos: la energía de una gran ciudad y el corazón de pueblo que late en cada esquina. Esa magia cotidiana, el sol en la piel, las risas que se escapan de las terrazas, el cielo azul que te hace parar y pensar qué suerte tengo; esa es mi verdadera materia prima. Sin esos momentos, sin esa conexión con la gente y las calles, mi música no existiría. O al menos, no sería la misma. Aunque, eso sí, no soy una persona muy folclórica. No es que viva en Sevilla y automáticamente me inspire en el flamenco, no. No va por ahí la cosa No hablo de la Sevilla de postales, sino de la que late debajo; esa sensación de pertenecer a algo, de que la vida ocurre aquí y ahora, en las conversaciones improvisadas y en los atardeceres compartidos. Ese calor humano que no necesita guitarra para sonar a verdad.

P.-¿Cómo es la julia que sube al escenario en comparación con la que se mueve por Sevilla?

R.-Subir al escenario es donde cobra sentido todo lo que el teatro ha significado en mi vida. Es esa necesidad visceral, esa llama que hoy siento más viva que nunca; quiero hacer teatro para siempre. No hay nada como sentir las tablas bajo los pies, entregarse a un personaje, devorar un guion, ensayar sin descanso, transformarse, reinventarse. Actuar es pura magia, una experiencia única, intensa, liberadora. El teatro es expresión en estado puro, un espacio donde volverse loco sin miedo, donde todo es posible. El cine lo he probado, pero no es lo mío. Es otro mundo, otra energía. El teatro tiene esa chispa, esa conexión directa, ese fuego que me atrapa. Ahora, aunque ya no formo parte de una compañía y el tiempo escasea, esa pasión sigue viva. Y la canalizo, la transformo, la vivo en los conciertos. Porque al final, siempre hay un escenario, siempre hay una historia que contar.

En el escenario cobra sentido todo lo que el teatro significa para mí. Esa llama que hoy siento más viva que nunca"

P.-Hablando de subir a los escenarios. Sobre ellos la he visto en los Festivales Monkey Week y Nocturama. Me consta también que en octubre abrió la noche para los Crystal Fighters. ¿Cómo viene el futuro?

R.-Ahora mismo ya hay confirmaciones oficiales para festivales, en las que el cartel ha salido y todo está listo. En Sevilla volveré a estar el 4 de septiembre en el PopCAAC, abriendo para Judeline y Ralphie Choo, algo que me hace muchísima ilusión porque este es uno de mis mayores referentes. Antes que eso, tenemos el Vida Festival y Palencia Sonora, ambos confirmadísimos para este verano. En el caso del Vida, además de actuar en el festival, también he ido a la presentación previa. Por lo que sé, suelen llevar a uno o dos grupos cada semana para tocar y dar un adelanto de lo que vendrá, como un avance de lo que será el evento. Y ahí estuve yo, el día 20 en Barcelona. Ha sido mi primera vez en la ciudad, así que estaba emocionadísima por visitarla y, por supuesto, por presentar mi set, que es el mismo que he estado mostrando hasta ahora, pero mejorado, con la interpretación más clara y preparada que nunca.

P.-¿Y volveremos a verla pronto en salas?

R.-No, la verdad es que no, al menos aquí. Di muchos conciertos seguidos en Sevilla, y creo que lo más inteligente, y casi necesario, es esperar al menos un año antes de volver a ellas. Hay que darle espacio a las cosas. Pero espere, que voy a hacer promo de otra cosa; el 30 de abril toco en el Fun Club con Helicóptero Bloom, un grupo que tengo con mis colegas de toda la vida. Ensayamos en El Pelícano y ya hemos dado tres conciertos, concretamente dos en la Señora Pop, y uno en el Mutante, en el que llenamos la sala. Yo me encargaba de la batería, pero ahora voy a cambiar a los teclados y sintetizadores; a veces también canto. La verdad es que nos llevamos genial; son como una segunda familia.

P.-Ahora mismo está en un punto clave de su carrera. Si pudiera diseñar su propio camino, sin límites, ¿cuál sería el escenario soñado para julia de arco en el futuro?

R.-A medio plazo tengo un plan en marcha: estoy ahorrando. De hecho, hace poco abrí una cuenta de ahorros y me siento súper contenta. Es como si, de repente, me hubiera convertido en una persona adulta de verdad. Ya sabe, ese momento en el que te das cuenta de que estás tomando decisiones de gente mayor. Mi objetivo es claro, quiero comprarme una caravana o autocaravana para empezar a viajar. Sí, me gustaría ser hippy, aunque ahora mismo no puedo, porque soy demasiado crítica para serlo. Pero no hippy en el sentido clásico de rastas y desenfreno. Más bien, me atrae la idea de vivir con libertad, explorar, leer mucho, consumir arte en todas sus formas y, sobre todo, producir arte. Para mí, el arte es una necesidad. Muchas veces me siento frustrada, triste o vacía, y cuando me pregunto por qué, la respuesta siempre es la misma: julia, no estás creando. Necesito expresarme, darle un propósito a lo que hago y sacarlo al mundo. Por ejemplo, hace poco pasé casi toda una mañana dibujando en casa, con un propósito claro, y me sentí increíblemente bien. Eso es lo que me llena. No tengo grandes ambiciones específicas, como ir a Coachella, aunque si llega la oportunidad será genial. Pero, para mí, la felicidad está en las pequeñas cosas: salir un viernes, pasarlo bien con mis amigos, sentir que nos queremos y que estamos conectados. Eso me hace más feliz que casi cualquier otra cosa. Por eso, cuando pienso en la caravana, no me la imagino sola. Soy una persona sociable, necesito compañía. Me encantaría viajar con mis amigos, ir a donde sea, vivir experiencias juntos y, por supuesto, seguir haciendo música. La música es algo que me apasiona, pero quiero hacerla por y para mí. No quiero sentirme atada a ella solo porque en el pasado decidí dedicarme a esto. Si algún día deja de gustarme no tendría sentido seguir. Por ahora, tengo la suerte de que sigo disfrutándola, y si puedo hacerla desde una caravana en Japón, pues mejor que mejor. En resumen: ahorrar, viajar, crear, compartir y vivir con libertad. Ese es el plan.

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