La sepultura que merece una hermana

Nela 1979 | Crítica

El escritor barcelonés Juan Trejo cuenta la historia de su hermana, fallecida en 1979 y una de las primeras víctimas de la heroína en España

La plaza Sant Felip Neri, de Barcelona, epicentro de la contracultura a finales de los setenta.
La plaza Sant Felip Neri, de Barcelona, epicentro de la contracultura a finales de los setenta. / D. S.

La ficha

Nela 1979. Juan Trejo. Tusquets editores, Barcelona, 2024, 244 páginas. 19,90 euros

Juan Trejo ha escrito un libro sobre su hermana Manuela, fallecida en 1979, cuando él solo tenía nueve años. Manuela, la Nela del título, fue una de las primeras víctimas de la heroína en España, una droga que arrasaría a toda una generación no mucho después. Ha debido ser un libro muy difícil de escribir para un autor que ha tenido que rebuscar entre sus escasos recuerdos, enfrentarse en cierta manera a su propia familia y realizar una investigación nada fácil de unos hechos ocurridos hace 45 años.

El resultado es la apertura en canal de un escritor que no sólo cuenta la vida de una joven que se enfrentó a sus padres para marcharse de casa a los 17 años, que se fue a vivir a Italia siendo aún menor de edad, cuando no había erasmus, Ryanair, ni moneda común, y era necesario el pasaporte para salir de España aunque fuera para ir a comprar toallas a Portugal o a por tabaco a Gibraltar.

Es además un retrato interesante de la contracultura de una Barcelona que empezaba a abrirse al mundo en los últimos meses de la dictadura de Franco y en los años de la Transición, del rollo, como recuerda el autor en varias ocasiones a lo largo del libro que se le llamaba a ese movimiento de hippies, punks y demás fauna underground que empezaba a coquetear con las drogas y pululaba por el Barrio Gótico, con la plaza Sant Felip Neri como lugar principal de reuniones. Es en este sitio donde está tomada la fotografía de la portada del libro, en la que Nela exhibe esa característica sonrisa que su hermano describe varias veces en su libro.

Es también el retrato de una joven, como muchas otras, que se negó a ser ama de casa, que se rebeló contra las vidas ordenadas y convencionales de unos padres que habían emigrado del campo a la ciudad para prosperar. De hecho, los padres de Trejo nacieron en sendos pequeños pueblos de Extremadura y en uno de ellos vivieron hasta pasados los treinta años de edad, cuando decidieron mudarse a Barcelona ya con tres hijos. Juan, el autor, fue el único que nació en la Ciudad Condal, en 1970. (Interesantísimo es el apunte sobre el posible autismo no diagnosticado de su madre, que daría para otro libro o al menos para un artículo).

La diferencia de edad marcó la relación del escritor con sus hermanos, y especialmente con Nela, el elemento díscolo de la familia. Mientras los otros hermanos, Paco y Carmen, seguían caminos más o menos ordenados de estudios, trabajos y parejas estables, Nela se iba de casa a los 17 años sin que sus padres supieran muy bien adónde. "Hasta su marcha, Nela había sido un problema, un elemento disruptivo y desestabilizador, foco de tensión, de discusiones constantes e incluso de brotes de violencia espontánea. Nela, a mi entender, pero también al de mis padres, se había ido convirtiendo de manera imparable en una suerte de monstruo egoísta y agresivo que no parecía tener en cuenta la idiosincracia de la familia. Por ese motivo, que hubiese elegido marcharse voluntariamente, borrarse de la familia, había supuesto, a pesar de la contrariedad inicial, un alivio", escribe Trejo en los albores del libro.

A través de su hermana rebelde, que leía a Cela, Burroughs, Nabokov y Whitman, el autor cuenta la historia de toda una generación que llegaba con ganas de comerse el mundo y se topó después con la epidemia de la heroína. Por extensión, es también la crónica de un país que empezaba a liberarse de las cadenas de cuarenta años de dictadura y a respirar el aire fresco de la libertad y la democracia que acababan de aterrizar. El libro está trufado de descripciones de la Barcelona de la época, un lugar en el que ni se intuían los cambios que vendrían luego con los Juegos Olímpicos de 1992.

No es un libro sobre la droga, aunque ésta esté muy presente. Se sabe que Nela era consumidora de heroína y que murió de una perforación de estómago, sin que el autor haya podido encontrar mucho más dada la opacidad de las autoridades sanitarias, lo que hacen sospechar que la muerte de aquella joven responde a una negligencia médica que nadie quiso asumir entonces, y mucho menos lo hará ahora.

"Pero mi hermana Nela no tuvo nada que ver con esta epidemia generalizada, ni con la sordidez asociada a ella, ni mucho menos con la delincuencia que retrataban las películas de quinquis de Eloy de la Iglesia o José Antonio de la Loma. Su relación con la heroína no se prolongó demasiado en el tiempo, poco más de un año como consumidora habitual, entre 1978 y 1979, y guardó mucho mayor relación con los pioneros del consumo de dicha sustancia en España y en Italia, es decir, con la contracultura y las clases más o menos acomodadas", detalla el escritor.

Juan Trejo es aquel niño que esperaba que Nela le aportase a su fiesta de comunión "otro aire, algo de diversión y singularidad, restándole una pizca de grisura a todo el conjunto". La joven no apareció. Casi medio siglo después, su hermano rompió a llorar uno de los días de la pandemia del covid-19 cuando veía en la tele Sonrisas y lágrimas con sus hijos. Fue la primera película que vio en el cine. Lo llevó Nela. Y fue entonces cuando comenzó a trabajar en un libro sobre ella, que contó con la oposición de su madre, que le pedía que no la desenterrara, y con la colaboración de sus hermanos, a los que entrevistó en numerosas ocasiones tratando de exprimirles sus recuerdos.

Dejemos que sea el propio autor quien cierre esta reseña. "A estas alturas, tengo claro que lo que deseo, más que desenterrar a Nela es darle la sepultura que merece, no dejarla tirada, apartada, en un rincón de la historia, sino precisamente cerrar su tumba y colocar encima una lápida en la que pueda leerse su verdadero nombre y el año de su muerte. Quiero que se sepa que existió, que vivió en un momento y en un lugar concretos, y que compartió su suerte, o su infortunio, con un montón de jóvenes que, al igual que le ocurrió a ella, han sido borrados injustamente de la versión oficial, pero merecen ocupar su propio lugar en el pasado; aunque se trate, si es que es así, de un discreto rincón que ya no le interese a nadie. Y quiero, por encima de todas las cosas, encontrar algo de luz y calidez en toda esa oscura y fría corriente de olvido, una chispa o un simple atisbo que certifique que el paso por esta tierra de Nela, y de esos compañeros suyos de generación, no fue prescindible y doloroso".

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