Juan Pérez Floristán: "Es triste que sigamos llamando música moderna a una composición de hace 100 años"

El músico actuará esta tarde de 10 de abril y mañana en el Teatro de la Maestranza interpretando el ‘Concierto para piano y orquesta número 1’ de Béla Bartók, junto con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla

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El pianista Juan Pérez Floristán (Sevilla, 1993).
El pianista Juan Pérez Floristán (Sevilla, 1993). / Juan Carlos Muñoz

Juan Pérez Floristán (Sevilla, 1993) es uno de los grandes pianistas del momento aunque reniegue de elogios y palabras huecas. Lo suyo es pasión y constancia. Se aleja con orgullo de las críticas negativas, pero también de esas que exageran las loas. Mantiene los pies en la Ronda de Capuchinos, donde tiene un hogar al que regresar de grandes giras europeas y espectáculos por el mundo. Tiene las ideas claras respecto a su oficio y respecto al público: “Los músicos no podemos convertirnos en estos pajaritos que regurgitan y digieren la comida para sus criaturitas”. Esta tarde –a las 20:00– y mañana se subirá a las tablas del Teatro de la Maestranza para interpretar el Concierto para piano y orquesta número 1 del húngaro Béla Bartók. Una hazaña única que emprenderá junto con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.

Pregunta.Tanto hoy como mañana interpreta el primer concierto del músico húngaro Béla Bartók. Una iniciativa pionera junto a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS).

Respuesta.Aquí en Sevilla nunca se han hecho los tres conciertos de Bartók por un mismo pianista como parte de un mismo proyecto. Menos con uno español y sevillano. En ese sentido sí que estoy orgulloso de una iniciativa tan pionera, difícil y valiosa. Además, amo a Bartók, o sea que está hecho desde el convencimiento propio.

P.Este primer concierto se vio frustrado por la huelga de la ROSS de 2023. ¿Qué pasó?

R.Hace tres temporadas hablé con Marc Soustrot, director titular de entonces. La idea fue mía y le pareció estupenda y para la siguiente temporada programamos este primer concierto. Como justo coincidió con la huelga, no se hizo. Y ya la temporada pasada hicimos el tercer concierto. Una cosa es interpretar los tres conciertos para piano y otra es hacerlo en orden. Decidimos hacer uno, tres y dos, porque el dos es más difícil para el pianista. Entonces, la temporada pasada hicimos el tercero y la duda era interpretar el segundo o el tercero. Me dieron la oportunidad de recuperar el programa y es el que vamos a realizar. La temporada que viene tocaremos el segundo y terminamos.

P.Un rasgo característico de este autor es que sus piezas son muy accesibles para el gran público por el folklore que despliega, pero para los músicos son muy complejas.

R. Todo depende del prisma. Si alguien escucha esta música por encima puede considerarla muy difícil. En el vivo y en el directo gana mucho, porque es un espectáculo rítmico, folklórico y que, incluso 100 años después de su estreno, sigue teniendo una vanguardia sensacional. Más miedo le tienen los programadores que el público. Los espectadores suelen ser menos desprejuiciados para lo moderno que las instituciones. Es triste, por cierto, que sigamos llamando música moderna a una composición de hace 100 años. Y en cuanto a los músicos, requiere mucho conocimiento del oficio, mucho sentido del ritmo y técnicamente es muy difícil. Bartók conocía muy bien su oficio.

P.¿Por qué tienen más miedo los programadores?

R.¿Cuántas oportunidades tiene el público de escuchar a Bartók en directo? No tantas. Suele ser un compositor que puede dar más miedo, porque piensas que se te va a vaciar el auditorio. No por programar los clásicos populares de ayer y hoy va a crecer la afluencia de público. Los greatest hits son absolutamente necesarios, porque son grandes obras. Pero el público no es tonto y también tiene ganas de variedad.

P.¿Cree que la música clásica se debe desencorsetar?

R.El puente entre público y artistas se tiene que construir desde ambas orillas. Este tipo de preguntas siempre pone mucho el foco en qué podemos hacer nosotros los músicos para desencorsetarla y, efectivamente, parte de nuestra estrategia tiene que ser quitarle solemnidad cuando no es necesaria. Para que este puente se construya es fundamental que los músicos hagan un ejercicio autoconsciente, pero el público también. Pasa que exigirle al público cosas no está muy de moda o da mucho miedo. Puedo desencorsetar a Bartók y puedo dejarlo al desnudo, pero el de enfrente debe tener un mínimo de curiosidad. Puedo poner toda mi alma por transmitir pasión por la música, pero si desde el otro lado no hay esa curiosidad...

P.Totalmente, pero es cierto que nombres como el suyo o el del cantante de ópera Jakub Józef Orlińsk son un soplo de aire fresco. Capaces de abrir puertas a nuevos públicos a través de las redes sociales, por ejemplo.

R.Es necesario abrir puertas y que entre aire fresco, pero los músicos no podemos convertirnos en estos pajaritos que regurgitan y digieren la comida para sus criaturitas. No puedo pretender que esto se convierta en un consumo rápido. Las redes sociales son un arma de doble filo. Sirven para abrir las puertas, meter aire y divulgar, pero también para quitarles el sentimiento de culpa a ese público que no hace nada. Es decir, yo siento que como ciudadano tengo que culturizarme más, pero no tengo tiempo ni dinero. Por ello, sigo a varias cuentas de música, con lo cual mis clips de Instagram me los veo todos los días y ya he cumplido. Ahí también se plantea una pregunta: ¿Estamos ayudando a la difusión de la música o estamos ayudando a la anestesia de la necesidad por la cultura? No creo que haya respuesta.

Los músicos no podemos convertirnos en pajaritos que regurgitan y digieren la comida"

P. Hábleme de sus inicios, porque es verdad que fueron poco usuales. Además, siempre se ha caracterizado por atizar a los conservatorios e instituciones dedicadas a la enseñanza musical.

R.Mis padres eran músicos y profesores de conservatorio. De sus manos aprendí todos mis cimientos musicales. Después, es verdad que mi formación ha sido muy clásica. Me fui a la Escuela Reina Sofía en Madrid, un sitio al que van la mayoría de los jóvenes que prometen. De ahí marché a Berlín, una de las grandes capitales de la música clásica. Con Eldar Nebolsin, uno de sus grandes profesores gané el concurso Santander y el Rubinstein. En cierta medida, mi carrera no ha sido anormal para nada. Sí que es verdad que cuando eres más joven te vas un poco más de la lengua y hablas de lo que es mejor callar. Como no formo parte del gremio de los conservatorios, hace años que he decidido dejar de hablar del tema. Cualquiera que conozca el mundo del conservatorio sabe cómo está el tinglado. Si alguna vez se soluciona eso, pues genial. Dicho esto, el nivel musical en España ha subido y eso es innegable. Algo bien estarán haciendo los conservatorios o, simplemente, son tantos que algo tiene que salir.

P. El nivel de exigencia es mayor.

R.Totalmente. Cuando se habla de las nuevas generaciones, lo único que intento es representar el amor por mi oficio.

P.¿Siempre ha sentido pasión?

R. Sí. Siempre me ha podido mucho la curiosidad. Ha habido algún momento de duda, porque es una carrera muy larga, difícil y depende de muchas variables como la percepción pública, la constancia o la suerte.

P.Ha sido considerado una joven promesa del piano y también el mejor pianista de España. ¿Cómo se enfrenta a las críticas teniendo el listón tan alto?

R.Si uno dice que no se tiene que creer las malas críticas, pues haría mal en creerse las buenas, ¿no? No creo ser el mejor de nada, pero porque no existe tal cosa. Cambio mucho y mi manera de afrontar las cosas también. Si pensara en esos términos, la presión sería tal que entraría en depresión clínica en dos semanas. No le doy mayor importancia, porque no estoy de acuerdo con esas aseveraciones.

Si uno dice que no se tiene que creer las malas críticas, pues haría mal en creerse las buenas"

P.Ha vivido en Berlín y realiza giras internacionales. ¿Por qué instalarse en la Ronda de Capuchinos?

R.(Risas) Pues precisamente por eso. Cuando te mueves tanto, el sitio al que vuelves tiene que sentirse como una casa. Durante siete años viví en Berlín y es una ciudad a la que tengo mucho cariño, pero no era un hogar realmente. Cuando vuelvo aquí, regreso a mi casa, con mi pareja, cerca de mi familia y en mi ciudad. Cuanto más peligro hay de que te desenraíces, más tienes que afianzar tus raíces.

P. ¿Hay posibilidades de crecer aquí o las sensibilidades musicales de los sevillanos van por otros derroteros?

R.Claro que van por otros derroteros, pero algunos de los grandes logros de esta ciudad son el Teatro de la Maestranza y el Central, por ejemplo. Sevilla tiene que aspirar a ser esa especie de segunda liga española y no creo se lo haya tomado en serio. Acto seguido de Madrid y Barcelona tiene que venir Sevilla. Esa aspiración ni se está cumpliendo ni parece que se esté haciendo nada más allá de vender la ciudad al turismo. Nos están adelantando por la derecha más de una y más de dos ciudades en España.

Los 'greatest hits' son absolutamente necesarios, porque son grandes obras. Pero el público no es tonto y también tiene ganas de variedad"

P.Tengo entendido que no hace ascos a la interpretación teatral.

R.(Risas) Sí, desde hace cinco años me estoy formando como actor en mi tiempo libre.

P.¿Tiene tiempo libre?

R.No siempre, la verdad. Es pasión pura y dura. Me he formado aquí y también en Madrid y en Salamanca. Voy haciendo una pequeña comunidad de amigos teatreros, dramaturgos y directores de actores. Es una de las pequeñas joyas que me tenía reservada la vida en una edad más avanzada. No es algo que haga desde los 10 años.

P.¿El canal de YouTube es un Plan B por si el piano falla?

R.(Risas) ¡Uf! No creo. Depender de eso sería una pesadilla, porque las redes sociales son como son. YouTube me permite hacer un vídeo de hora y media para que lo escuche quien quiera. Con la ayuda de esta plataforma he aprendido muchísimo y quiero pensar que así estoy aportando mi granito de arena.

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