José Luis Garci: “No he hecho ninguna obra maestra, pero tampoco ninguna película mala”

Cine

El director de ‘El crack’ y ‘El abuelo’ asegura que “uno nunca sabe los motivos concretos por los que se embarca en un proyecto”.

El ganador del Oscar recibe un homenaje en Sevilla.

Érase una vez Leone

La casa por la ventana

José Luis Garci, fotografiado hace unos días en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus).
José Luis Garci, fotografiado hace unos días en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus). / Juan Carlos Vázquez

José Luis Garci (Madrid, 1944) ha declarado en algún texto suyo que todo lo que filma y teclea "no deja de ser algo en minúsculas". Quizás por eso la visita del director al Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus), con motivo de un homenaje organizado por el Cineclub Antonio Cuadri, fue una lección impartida por un tipo que se encoge de hombros y que compagina la pasión con la que habla con la humildad y el realismo de quien sostiene no haber rodado "ninguna obra maestra, pero tampoco ninguna película mala. Soy un modelo del 44, acabo de cumplir 80 años y no voy a engañar a nadie a estas alturas", defendía el cineasta hace unos días, una mañana lluviosa que parecía un fotograma de You’re the One, la película que se proyectó en el Cicus.

El nombre de Garci siempre estará asociado al hito de conseguir el primer Oscar a la película extranjera para España con Volver a empezar, pero la edad propicia que el director compare –en el libro El toque Lubitsch, editado por Reino de Cordelia, y en persona cuando el periodista le recuerda esa cita– los resultados amables de una analítica con ganar la estatuilla. "Es que eso es lo más importante", asegura entre risas. "Ya lo decía Woody Allen, que las dos palabras más bonitas del mundo ya no son Te quiero, sino Es benigno. Que el médico te diga que no tienes nada es estupendo, porque miras atrás y ya no queda nadie. Estaba viendo ahora You’re the One, y pensaba que ya faltan Marisa de Leza, y Fernando Guillén, y Juan Diego... Haces cuentas y es descorazonador".

La conversación vira pronto a las sesiones de cine de la infancia, a ese territorio luminoso que poco tenía que ver con ese país grisáceo en el que creció Garci. "No quiero caer en el error de quien piensa que en sus tiempos todo era mejor, pero creo que nadie ha superado a John Ford, Alfred Hitchcock, Howard Hawks... Que se levantaran cada mañana para rodar y que coincidieran con otros grandes como Cecil B. DeMille o King Vidor... Es muy difícil que vuelva a ocurrir algo parecido", reivindica un director que recogió su Oscar ataviado con una americana blanca y una pajarita negra como homenaje a Rick Blaine, el personaje de Humphrey Bogart en Casablanca.

"Yo siento todavía que tengo una deuda con Hollywood", reconoce el director madrileño. "Si tú coges la Florencia de los Médici, la Viena de Klimt, de Freud y de Stefan Zweig, el Madrid de Lope de Vega y de Quevedo, la Puerta de Ishtar en Babilonia y mezclas todas esas referencias, eso fue Hollywood durante 25 ó 30 años. La mayor conjunción de talento por metro cuadrado que ha habido, y no sólo por los directores y los actores, también lo digo por los guionistas y los músicos... ¡Scott Fitzgerald llegó a escribir diálogos para Lo que el viento se llevó! Pero llegó la televisión y ya no importaba el formato que te inventaras, que si Cinemascope, si Cinerama, VistaVision, que le gustaba a Hitchcock, u Odorama, en el que sabías la colonia que usaba el asesino... Pero estrenaron en la tele Las aventuras de Rin Tin Tin, después I love Lucy y desde entonces la gente está en arresto domiciliario", lamenta un espectador que alguna vez ha parafraseado a Antonio Machado para decir que su niñez "son recuerdos de un patio de butacas".

"No me veo como un autor. Soy el único director en España que no ha puesto eso de ‘Un film de’ en los créditos”

"Junto al más humilde cine de barrio nunca podía pasarte nada malo, ya fuera de madrugada o de amanecida. Y es que los cines, al menos aquellos, daban cobijo. Estaban llenos de amor", ha escrito Garci en alguna ocasión. "¿Cuántos cines había en España, y cuántos hay ahora?", pregunta con tristeza en su paso por Sevilla, pero evita caer en el desánimo. "No todo es malo, ahora en internet un joven con curiosidad lo puede encontrar todo... Nosotros íbamos muy lentos, un día descubríamos la existencia de Griffith y de Intolerancia", recuerda un director que cree que el uso de la inteligencia artificial "resultará muy útil para la medicina, va a haber unos avances científicos increíbles en ese sentido, a mí me operó un robot, pero en el mundo del arte no se puede copiar a Vermeer o a Velázquez".

Ninguna máquina puede reproducir la emoción, como la que el director de Sesión continua o Historia de un beso encuentra en Ordet (La palabra), de Carl Theodor Dreyer. "Hay pocas películas que debería santificar el Vaticano, y una de ellas es esa. Hay veces en que el cine es curativo, que te sientes bien, mejor persona, después de una proyección, aunque el efecto dure sólo quince minutos...", opina entre risas, aunque el discurso se oscurece de nuevo. "Siempre necesitaremos que nos cuenten historias. El cine era como cuando llegaba alguien de fuera y lo invitaban a sentarse en el fuego y le daban algo de comer, y él relataba lo que había visto y vivido allá lejos. Pero el ritual que nosotros conocimos ya ha desaparecido. Hoy las películas se ven en casa, en pantallas de plasma estupendas, aquellas que sacaba Truffaut en Fahrenheit 451, y los rodajes también han cambiado, algunos se hacen incluso con teléfonos móviles".

Un momento del homenaje que el Cineclub Antonio Cuadri le dedicó a Garci.
Un momento del homenaje que el Cineclub Antonio Cuadri le dedicó a Garci. / Juan Carlos Vázquez

El canon que Garci ha divulgado en sus programas de cine –una labor por la que Noemí Guillermo lo define como un "auténtico influencer"– también se ha alterado, y el veterano observa con lejanía el puesto de honor en que la encuesta de Sight & Sound sitúa entre los mejores títulos de la historia del cine a Jeanne Dielman 23, quai du Commerce 1080 Bruxelles, de la belga Chantal Akerman. "Yo, honestamente, creo que hay 10 ó 12 películas de John Ford que son mejores, que hay 10 ó 12 películas de Hitchcock que son mejores, y podemos decir lo mismo de Billy Wilder. ¿Por qué se ha producido ahora ese terremoto dentro de la crítica? Es algo que trato de investigar en un libro que sacaré con la editorial Notorious. Tenía sentido que en el año 52 saliera Ladrón de bicicletas, porque estábamos en el apogeo del neorrealismo, que luego llegara una nueva crítica con el Cahiers du cinéma y se eligiera Ciudadano Kane, que ha estado décadas en lo más alto junto con Vértigo. Y ahora la lista da un giro en el que evidentemente juega un papel importante el movimiento feminista, con la película que dirige una mujer y que tiene a una mujer de protagonista, y es algo que no podemos criticar, simplemente debemos preguntarnos qué ha pasado para que los críticos de ahora, los más jóvenes, se decanten por una obra de estas características", dice un cinéfilo que celebra, de la cosecha estrenada en el siglo XXI, Mulholland Drive (David Lynch, 2001), "un proyecto tan libre que aguanta cualquier interpretación, y que es fascinante", o Master and Commander (Peter Weir, 2003), "que nació siendo un clásico, la podría haber filmado Raoul Walsh".

"Siempre vamos a necesitar que nos cuenten historias. Y el cine es como el ritual de sentarse ante el fuego”

El encuentro con la prensa en el Cicus se desarrolla con una dinámica: Garci se explaya en las películas que ha visto, pero manifiesta cierto pudor cuando toca detenerse en su obra. "Soy muy malo analizando lo que he hecho, pero puedo pasarme horas elogiando a John Ford", admite. No obstante viaja a sus comienzos como director, a los años de Asignatura pendiente, Solos en la madrugada y Las verdes praderas, que retrataban la Transición. "Hubo un tiempo en que me gustaba hacer películas más inmediatas, más sobre el momento, como si fueran el NO-DO... Me gusta mucho España, pero quise reflexionar sobre el país con distancia, desde otro ángulo, dar un paso atrás y hacer propuestas como Canción de cuna o El abuelo".

En la valoración de su filmografía irrumpe de nuevo la modestia: "No sabes muy bien los motivos exactos por los que haces una película", dice, categórico, "aunque me gustaría aclarar una cosa, algo que me he ganado. Creo que soy el único director en España y posiblemente en Europa que nunca ha puesto: Un film de. Siempre he puesto Dirigido por. Nunca he creído que yo estuviera haciendo cine de autor, que a mí me parece el equivalente de la canción protesta, por eso me cuesta explicar mi trabajo. ¿Por qué rodé El Crack, por ejemplo? Porque me gustan el cine negro, la ciudad, los detectives... El abuelo se debe a mi admiración por Galdós, y Solos en la madrugada fue un homenaje a la radio, con la que me crié y a la que estoy muy agradecido, porque me ayudó mucho con esos seriales que emitían, me marcó ese tempo con el que hablaban los actores. Hay que tener en cuenta que en mi infancia no había televisión, y yo veía la radio: las pausas, los tonos..."

José Luis Garci.
José Luis Garci. / Juan Carlos Vázquez

No asoman las certezas cuando Garci hace balance: "Muy pronto me di cuenta, cuando ya había estrenado tres o cuatro películas, de que el cine era un misterio. Ya en mitad del rodaje se produce algo raro, sospechas que el proyecto no te va a salir como pensabas, y cuando estás en el montaje entiendes que tienes que quitar esos planos que considerabas imprescindibles mientras grababas, y echas de menos las tomas que no habías filmado. Creo que fue Howard Hawks el que se preguntaba cuando salía algo bien: ¿Pero quién coño ha hecho esto? [ríe] Y es verdad, el cine pasa por encima de ti. Yo rodaba todas las mañanas lo mejor posible, sin mucho control del resultado. Hay genios como Hitchcock, que está al nivel de Stravinski o de Picasso, cuyas películas ganan en cada visión, y yo nunca he estado en esa liga".

"Ahora dicen que El crack es una trilogía de culto. Cuando yo escribí la primera película con Horacio Valcárcel, que es otro que no está ya con nosotros, no teníamos ni idea de dónde nos metíamos", evoca con escepticismo. "No he hecho ninguna obra maestra, pero tampoco una película mala en la que no te creas a los actores, la música esté mal metida o no funcionen los decorados. Hay otros compañeros, cuyos nombres no voy a decir, que han filmado maravillas pero también algunas obras terribles".

"Soy de los directores que antes fueron guionistas. Me gustan los diálogos, los personajes, los planos sencillos”

El artesano que se resistió al peso de la autoría fue un autodidacta que aprendió de forma intuitiva, como espectador de los clásicos. "He estado cuatro veces nominado al Oscar", prosigue, "sin haber ido a la Escuela de Cine, algo que me habría encantado porque habría convivido con otros jóvenes entusiasmados con las películas, pero intoxicados también por historias políticas, con la contestación y con Glauber Rocha". Garci se adscribe a otra estirpe: la de los guionistas que se colocaron un día la gorra de directores. "Admiro mucho a gente como Billy Wilder, Preston Sturges, Joseph L. Mankiewicz... No somos, y perdón que me meta ahí, visuales, no estamos capacitados para la imagen, somos escritores que se dedican al cine, nos interesan más los personajes y los diálogos. Nos gustan las puestas en escena sencillas, no nos interesa poner la cámara en el punto de vista del perro, porque difícilmente hay un perro en una escena".

Con muchos de esos cineastas a los que veneraba coincidió en sus excursiones a Los Ángeles. "El sábado anterior a los Oscar la Academia daba un recibimiento a los directores extranjeros nominados. Con Billy Wilder coincidí en varios almuerzos, y cuando me veía exclamaba: Pero, bueno, ¿otra vez aquí? Recuerdo también que en un acto organizado por la Universidad del Sur de California, Robert Wise dijo: Garci es uno de los nuestros". El director de Sonrisas y lágrimas no se equivocaba.

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