Jonás Trueba: “No sé el motivo, pero siempre me han fascinado las parejas en crisis”

Cine

El cineasta estrena la próxima semana 'Volveréis’, premiada en el último Festival de Cannes y un nuevo ejemplo de que “se pueden hacer películas pequeñas, proporcionales a quien eres”

El cineasta Jonás Trueba regresa a los cines el próximo viernes con ‘Volveréis’.
El cineasta Jonás Trueba regresa a los cines el próximo viernes con ‘Volveréis’. / Elvira Iranzo / Los Ilusos Films

A lo largo del metraje de Volveréis, la última película de Jonás Trueba, van asomando rostros habituales en la filmografía del madrileño como Francesco Carril, Isabelle Stoffel o Aura Garrido, que arropan a los protagonistas del filme, otros viejos conocidos, Itsaso Arana y Vito Sanz. Trueba siempre ha concebido el cine como un proceso colectivo, un camino que ha recorrido con su equipo iluso –adjetivo que daba título a una de sus obras y a su productora–, y quizás por eso sus películas frecuentan en sus escenas las reuniones de amigos y desprenden una esperanzada confianza en las relaciones humanas. Volveréis, galardonada como la mejor película europea en la Quincena de Cineastas del Festival de Cannes, no es una excepción. Ale y Álex comunican a sus allegados la noticia de su ruptura, pero lo hacen sin manifestar resentimiento e incluso con una rara alegría: harán una fiesta para celebrar la nueva vida que les espera. Este homenaje a la comedia clásica llega el viernes a los cines, pero antes –el jueves 29– habrá un preestreno programado dentro del Proyecto Viridiana en varias salas –Avenida 5 Cines, en Sevilla; Mk2 El Tablero, en Córdoba; Multicines La Loma, en Jaén; Multicines Jerez y Cádiz Centro– que incluye un coloquio con el director, quien anticipa en esta entrevista algunas claves de su nuevo proyecto. 

–El cine suele tratar las separaciones de pareja con desgarro y dramatismo, pero aquí el tono es muy diferente.

–Sí, en el cine las historias de amor se suelen centrar en el principio, en el deslumbramiento y el flechazo, o en el final desastroso y dramático, como decías. Aquí la idea era mostrar otra cara, lo que podía suponer incluso una provocación. Sé que puede resultar controvertido que las cosas sean civilizadas, que los personajes se respeten... Recuerdo que me pasó con La reconquista. Tengo amigos que se molestaron con una escena en la que el protagonista volvía a casa después de toda una noche de juerga, y la novia se mostraba muy comprensiva. Mis amigos me decían: ¡Esa mujer no existe! [ríe] Con esta película también éramos conscientes de que presentar a una pareja heteronormativa, que lleva más de quince años junta, era un punto de partida que, curiosamente, podía estar mal visto. Esto tenía algo de provocador, pero también había ahí una reivindicación. Yo sigo pensando que por qué no puedes estar con alguien a lo largo del tiempo, creo en el acompañamiento que te brinda una pareja... Soy consciente de que entre los jóvenes, hoy, tal vez sea más difícil que las relaciones duren, y que quizás lanzamos esta historia hacia un terreno hostil, pero eso nos parecía interesante.  

–Utiliza el plural para hablar de Volveréis, que usted ha escrito con Itsaso Arana y Vito Sanz. 

–Yo siempre trato de usar el plural cuando hablo de nuestras películas, no sólo en esta ocasión que puede haber una coautoría de guión compartida con los dos actores. Siempre he sentido que hacer cine era verdaderamente un proceso colectivo. Para mí, un director no es ese señor que dice acción y corten, y se encarga sólo de la puesta en escena; el trabajo va desde que empiezas a pensar el proyecto hasta este momento de las entrevistas de promoción, y en ese viaje hay muchas personas que te acompañan y colaboran en esos procesos. Las más evidentes son Itsaso y Vito, como actores y coguionistas, pero detrás de mí, o a mi lado, hay mucha gente ocupándose de muchas otras cosas. Y desde el primer momento que sentí el deseo de hacer esta película, ese deseo iba aparejado a filmar a Itsaso y Vito una vez más como pareja, y también a la idea de escribir con ellos. Más que escribir te diría que quería implicarlos desde el principio, y eso pasaba por el guión, por pensar con ellos la estructura, el esqueleto. No sólo iba a hablar de sus personajes, iba a abordar también el ritmo de la película, el tono. Me parecía más útil, más práctico, pero también más divertido. 

Vito Sanz e Itsaso Arana interpretan a una pareja en crisis que decide celebrar su separación.
Vito Sanz e Itsaso Arana interpretan a una pareja en crisis que decide celebrar su separación. / Lisbeth Salas

–En la película se habla de comedias clásicas como Historias de Filadelfia o Luna nueva, que tratan de parejas que se dan segundas oportunidades, y que usted ha tenido de referencias.

–Yo crecí con esas películas del Hollywood clásico, y que se centran en retratar a una pareja en crisis, y que cuentan cómo esa crisis muchas veces acaba en un reenamoramiento. No sé el motivo, pero siempre me ha fascinado ese tema. Se suele poner el ejemplo de Viaggio in Italia de Rossellini como el filme que inaugura la modernidad. No es una comedia, se mueve en otro tono muy distinto, desde luego, pero narra lo mismo: una pareja que discute y que a los ojos del espectador está abocada a la ruptura. Volveréis bebe de las comedias clásicas pero también de muchos otros títulos que han seguido tratando esos conflictos de pareja. Stanley Cavell sostiene que dos personas enfrentándose entre ellas, dialogando, también están creciendo y aprendiendo a entenderse mejor, y que si se dan una segunda oportunidad no será como la primera vez, será mejor. Porque cuando decides empezar de nuevo, el compromiso puede ser aún más fuerte:ya hay una experiencia real, un conocimiento, incluso has atravesado una crisis. Cavell habla de una segunda oportunidad no para hacer lo mismo, sino para mejorar. Esa idea me interesa mucho. 

–¿Puede decirse que la llegada de Itsaso Arana, a la que ha dirigido en varios proyectos y a la que produjo su ópera prima, Las chicas están bien, ha enriquecido el tratamiento de los personajes femeninos en su cine?

–Sí, es evidente. Recuerdo también conversaciones con Mar Coll, que es amiga, y con otras mujeres cineastas que a veces me decían que idealizaba los personajes femeninos. Probablemente era así, aunque yo me revolvía contra eso, desde la primera película intenté dar espacio a los personajes femeninos y tratarlos de la misma manera que los masculinos. Pero hasta La virgen de agosto no me atreví a contar una película desde el punto de vista de una mujer, pero porque tenía a Itsaso a mi lado, porque sabía que me ayudaba y que podía ir con ella. Ha sido una suerte, pero quiero pensar que yo también le he aportado a ella, que le he ido proponiendo, al mismo tiempo, diferentes personajes femeninos. En La virgen de agosto era una protagonista más pegada a ella, a una cierta sensibilidad y dulzura, pero en Tenéis que venir a verla le sugerí hacer un personaje más hermético, más intelectual, y en Volveréis es un personaje más duro, más antipático, me hacía gracia y yo le decía a Itsaso que no tuviera miedo con eso. Estoy contento porque creo que en estas películas ella ha podido explorar otras facetas.

Hoy puede resultar provocador que las cosas sean civilizadas y que los personajes se traten con respeto”

–Es curioso que Volveréis se estrene cuando llega a las plataformas El hombre bueno, que dirige David Trueba y en la que el personaje de Vito Sanz también está separándose. 

–¡Es verdad! No había pensado en eso, porque todo el mundo me pregunta por la película de mi padre [Isla perdida, que se estrenó en los cines este viernes y que coincidirá en las salas con Volveréis a partir del día 30]. David y mi padre son dos personas importantísimas, a las que admiro mucho, de las que sigo aprendiendo. He leído sus guiones, he visto sus rodajes, e inevitablemente estoy impregnadísimo de ellos. Yo no me distancié conscientemente, no me dije que tenía que desmarcarme de lo que hacían, pienso que fue algo más intuitivo. Aunque creo que, en realidad, simplemente, lo que ocurre es que cada uno es fruto de sus circunstancias. Mi padre empezó en los 80, y entonces tanto el país como el cine español eran muy distintos; David a mediados de los 90, con la España del éxito y del dinero en la que se dedicaba una inversión muy fuerte al cine español. Cuando yo estreno mi primera película, Todas las canciones hablan de mí, estábamos inmersos en una crisis económica brutal, y con el cine reconvirtiéndose y pasando del celuloide al digital. Hubo un momento en el que me di cuenta de que yo no iba a poder hacer jamás cine como lo habían hecho mi padre o como David, que tenía que buscar otras maneras. Y es una reflexión en la que no he llegado aún a una respuesta. Todas mis películas se preguntan cómo podemos hacer cine en estos años.

–En este proyecto parte de una frase que le dijo una vez su padre, y además le ha dado un papel...  

–Quiero pensar que lo más emocionante de este proyecto ha sido haber implicado a mi padre. Aparte de lo que dices, Volveréis dialoga con las comedias clásicas que a él tanto le gustan, hay algo en el espíritu de esta película que puede verse como un homenaje... Y me divertía que él interpretara al padre de la chica, que es todo un estereotipo dentro de este género. Mientras grabábamos quise captar una esencia cotidiana de él, que yo conozco bien pero que no es tan fácil reproducir en una película, sentí ese desafío como la mayor presión. Pero todo fue muy bien: él vino unos pocos días al rodaje e hizo reír a todo el equipo, aunque a veces le tenía que decir que no se autodirigiese [ríe]. Se dio cuenta de que era muy diferente cómo rodamos nosotros de cómo rueda él. La suya es una planificación más clásica, una preparación de la puesta en escena más metódica, y tuvo que habituarse a nuestras maneras de hacer. 

Fernando Trueba, padre del director, atiende las indicaciones de su hijo en un momento del rodaje.
Fernando Trueba, padre del director, atiende las indicaciones de su hijo en un momento del rodaje. / Lisbeth Salas

–Con Volveréis ha estado por primera vez en Cannes. ¿Cómo vivió la experiencia?

–Muy bien, y sería un desagradecido si dijera lo contrario. Reconozco que iba con mis miedos y prejuicios, pero al final lo disfruté, porque encontramos un apartamento cerca que nos permitía ir andando, pude meterme a ver películas, charlar con la gente. Tuve una vivencia más completa del festival que no se limitó a la promoción. Y la película fue muy bien recibida desde el principio, eso lo notas, cuando se genera algo positivo. Los festivales pueden ser muy injustos, a lo mejor te llega alguien y te dice: ¿Habéis visto la de no sé quién? Ay, no vale la pena, es malísima, y se corre la voz y nadie le da otra oportunidad. Hay películas que nacen con mala suerte, pero la nuestra tuvo buena estrella. Hemos notado el poder del festival, lo que significa haber estado ahí y haber ganado un premio, en la venta de la película a otros países.

–Usted ya era muy valorado en Francia, y La virgen de agosto estuvo nominada al César...

–Algo de lo que somos conscientes es que no llegábamos allí con una ópera prima, con la ingenuidad de la juventud. Íbamos con una octava película, y arropados por una distribuidora, una coproductora y con los medios sabiendo lo que hacíamos. La experiencia así ha sido más fácil. No aterrizamos en Cannes en un salto con pértiga ni forzando nada, no estábamos allí por una película que trate un tema de actualidad o porque has reclutado a una estrella para tu proyecto. Hemos llegado a través de un camino lento del que me siento orgulloso. En el mundo del cine, vemos que incluso directores a los que admiramos fuerzan la máquina para, no sé, ganar el Oscar o llegar a Cannes. Es muy difícil no sucumbir a ciertas tentaciones. Y a mí me emociona, desde Los ilusos para acá, haber construido un relato paralelo, poder ser un ejemplo para otros de que se pueden hacer películas pequeñas, proporcionales a quien eres y al sitio donde estás, e ir encontrando un hueco dentro de lo que podríamos llamar el sistema o la industria.

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