Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
'El Jesús histórico y otras aproximaciones' | Crítica
El Jesús histórico y otras aproximaciones. Antonio Piñero. Trotta. Madrid, 2020. 198 páginas. 21 euros
Decía el escritor C. S. Lewis que no necesitamos a los críticos para disfrutar de los autores, sino al revés. La crítica comparada, a veces llevada a la hermenéutica, suele procurar placer al lector ajeno a las novelas para aeropuertos y otras ramas de la evasión perversa o mal entendida.
En El Jesús histórico y otras aproximaciones de Antonio Piñero se hace patente la cita del mencionado autor británico. Necesitamos de las obras de los autores para disfrutar de la labor del crítico. Piñero ha recolectado varios libros publicados en lengua española sobre el Jesús de la historia y que han sido escritos tanto por autores cristianos confesionales como por autores sin adscripción religiosa alguna. La exégesis de Piñero se centra en demediar al Jesús histórico del otro Jesús de la fe que impulsará la propaganda paulina (Pablo de Tarso). Se trata, por tanto, de inscribir la figura del galileo como judío en la era común del siglo I, bajo la dominación romana de Israel. Por entonces, el Templo de Jerusalén estaba sometido a la Roma de Augusto y Tiberio y, por designación local, al poder del tetrarca Herodes Antipas.
El lector irá adquiriendo un conocimiento de Jesús a partir de la historia precisa del siglo I, pero también se adentrará en estudios teológicos entre las fuentes primigenias del Libro y los escritos canónicos del Nuevo Testamento. De hecho, el Nuevo Testamento es el gran logro comunicativo de Pablo. Es él quien reinterpreta el fracaso y la infamante muerte de Jesús, la eleva a alegría como luz de resurrección y la difunde, como hecho insólito y novedoso, no sólo a los primeros judeocristianos y judíos circuncisos de grave cumplimiento, sino a los gentiles, de influencia helénica la mayoría, y que eran por completo ajenos a la tradición del pueblo elegido.
Espigando en las obras aquí reseñadas (entre otras las de José Antonio Pagola, Sean Freyne, James G. D. Dunn, Javier Gomá, Fernando Bermejo, Gonzalo Puente Ojea, John P. Meier y José Montserrat Torrents), Antonio Piñero realiza un minucioso expurgo de cada una de las aportaciones que los citados autores han escrito sobre el Jesús histórico. Hallamos en las diversas recensiones lo que a juicio del compilador merece su aprobación y su refutación. Así, por ejemplo, en el Jesucristo sugerido por Javier Gomá (Necesario pero imposible. O ¿qué podemos esperar?) prima más la visión del creyente que la del filósofo. El Jesús que presenta Gomá no es sólo el Jesús de la misericordia al que se refiere (es también el de la condena), ni es sólo el Jesús de la tolerancia (o se estaba con él o no se estaba), ni es tampoco el Jesús de la resurrección que hizo tan original al cristianismo como nueva religión (la idea de la resurrección se halla ya en el mundo clásico).
Si, por otra parte, aquel hombre fue un pacifista situado en su histórica hora, como insinúa José Antonio Pagola (Jesús. Aproximación histórica), ¿cómo es que fue condenado por los romanos a “morir en cruz” como insurrecto y sedicioso? De otro lado, tampoco es creíble –según Piñero– la visión exclusivamente belicista que presenta José Montserrat Torrents sobre Jesús (El galileo armado. Historia laica de Jesús). Esto es, la figura de un galileo bélico, piadoso y fanático, que emprendió la lucha armada contra Roma y propuso la instauración inmediata del Reino en Israel entre los suyos. Fue condenado a la cruz como mors agravatta, castigo gravísimo sancionado por el imperio y que ajusticiaba al nacionalista macabeo que habría sido el tal Jesús de Nazaret.
Sin perder el contexto del rigor histórico-científico en torno al Galileo, las reflexiones de Piñero nos adentran, además, en el estudio comparativo de los evangelios canónicos, distinguiendo los sinópticos del Cuarto Evangelio de Juan. De igual modo profundiza en lo que el Jesús de su tiempo, sucesor del Bautista, encarnaba crípticamente respecto al Libro y las inquietantes profecías del Antiguo Testamento (aquella trama de horrores de la que hablaba Simone Weil y que a Borges le parecía la mejor literatura fantástica).
Piñero se alinea con los estudios de Fernando Bermejo (La invención de Jesús de Nazaret. Historia, ficción, historiografía) y de Gonzalo Puente Ojea (autor, entre otros libros, de La existencia histórica de Jesús. Las fuentes cristianas y su contenido judío). Bermejo defiende que la crucifixión de Jesús fue por mandato romano y no por sugestión de los divididos sumos sacerdotes (fariseos, esenios y saduceos). La culpabilidad judía es obra de la magnificencia cristiana. Por su parte, Puente Ojea recalca el triunfo de la obra divulgativa de Pablo en torno al Cristo de la fe. Extiende la creencia en un Mesías que proclama el Reino de Dios más allá de los predios de Israel. Es un reino extraterreno, pacífico, lo que dará poder perpetuo a la Iglesia, heredando de este modo la doctrina del poder que había aplicado el Imperio romano.
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