Javier Martín dispone un festín de medianoche en la sala Atín Aya

Arte

El pintor retoma el espíritu lúdico de Duchamp en ‘Midnight Sushi’, su primera exposición en casi una década, que cierra sus puertas este domingo

Contra el olvido

Javier Martín, ante el óleo ‘Poeta de Picasso’, una de las piezas que recibe al visitante de la sala Atín Aya.
Javier Martín, ante el óleo ‘Poeta de Picasso’, una de las piezas que recibe al visitante de la sala Atín Aya. / José Luis Montero

En una entrevista con Carlos Pardo que se incluye en el catálogo de su nueva exposición, Javier Martín explica que el título elegido, Midnight Sushi, pertenece a un episodio de su vida privada y al momento en que conoció a su pareja, pero también encuentra otro sentido en el terreno del arte: “Decidí utilizarlo por la relación directa que tiene con esa preeminencia del bodegón y la comida en mi pintura (...), y porque señalaba la idea de una exposición de mitad de carrera de forma casi mágica, casi al estilo de los cuentos de hadas. La medianoche como esa linde a partir de la cual sucede algo mágico”. 

Midnight Sushi, que se despide de la Sala Atín Aya este domingo, supone un acontecimiento: el regreso del autor tras casi una década sin exhibir su trabajo, un tiempo en el que decidió apartarse de la escena artística para centrarse en la elaboración de una tesis sobre los vínculos entre el imaginario de Marcel Duchamp y la literatura de Raymond Roussel. Una larga pausa que no puede entenderse como un tiempo muerto: muchas de sus investigaciones en torno a los desplazamientos lingüísticos, juegos de palabras y experimentos audaces que defendieron estos creadores alimentan los óleos y dibujos que se presentan ahora, piezas herederas de esa tradición juguetona y lúcida de sus referentes.

En la primera de las salas, Martín aborda la enemistad que mantuvieron Duchamp y Picasso a partir de la revisión de un ready-made del primero, Peigne. “En francés esa palabra puede interpretarse como peine, pero también puede interpretarse como el modo subjuntivo del verbo pintar, puede estar diciendo: que pinte, déjalo pintar. Y parece que alude a Picasso, que en su cuadro Poeta pintó el bigote de su personaje con un peine”, detalla el sevillano. El genio malagueño también está ligado de algún modo a la biografía de Martín: tras el estudio que el artista tiene en su localidad natal, El Viso del Alcor, se encontraba el Hotel Picasso, hoy una fantasmagoría –el establecimiento se abrió para la Expo 92, pero el proyecto no perduró–, un edificio del que robó las dos eses del rótulo, que hoy cuelgan de las paredes de la sala Atín Aya y asoman también por su pintura. 

Para el especialista Joaquín García Martín, resulta toda una paradoja que mientras “la lectura popular” atribuye a Duchamp “el final de la pintura de caballete”, la indagación en el universo del francés por parte del autor sirva como un poderoso e inexplicable estímulo que el investigador compara –de nuevo, un cuento mágico viene a interpretar la obra de Martín– con el impacto que causa en los personajes del Dune de Frank Herbert el consumo de la especia melange. 

Una de las series que se expone en 'Midnight Sushi'.
Una de las series que se expone en 'Midnight Sushi'. / José Luis Montero

En un recorrido que tiene una serie anterior, Écfrasis ( La Leyenda), como punto de partida evidente por las inquietudes y temáticas que comparte, y que reivindica la expresividad de la pintura, pero en el que puntualmente irrumpen el origami o la escultura, Martín va forjando una obra que parece una invitación a la felicidad en su cromatismo y que, como una sinfonía, se abre a ritmos nuevos gracias a las variaciones y los juegos de palabras, que hallan ramificaciones inesperadas gracias a los resultados de las búsquedas en internet y el maremágnum que brindan las redes sociales, terrenos abonados a la diversión que Duchamp habría aplaudido de haberlos conocido. También esas dos letras sustraídas del rótulo del hotel sugieren “que el lenguaje es físico, tiene una realidad, no es solo sonido”.

Comisariada por Pepe Yñíguez, que desglosa en un excepcional texto del catálogo los parentescos que tiene la obra de Martín, Midnight Sushi bebe también de los estudios de los lingüistas George Lakoff y Mark Johnson, “que vienen a decir que, frente a lo que suele pensarse, que la metáfora y la metonimia son procedimientos literarios, plantean esa historia al contrario, que la metonimia y la metáfora son conceptos y estructuras que usamos a diario, de manera ordinaria, pero en el arte funcionan de una manera extraordinaria”, apunta este profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla.

Un detalle del cuadro 'Guindalera'.
Un detalle del cuadro 'Guindalera'. / Javier Martín

La teoría, en todo caso, nunca desemboca en la solemnidad en manos de Martín. Parece ilustrativo que el creador se sirva de pelotas de goma aplastadas en una sandwichera para otorgar un relieve imprevisto a algunos de sus cuadros, una declaración de intenciones del espíritu travieso que mueve al artista. Aunque el humor venga acompañado de un propósito reflexivo, como en La vanguardia asturiana, “donde me rebelo ante esa mitificación del pintor que deja la ciudad para irse al campo”, o en otras piezas en las que subvierte las claves del bodegón, “que siempre he visto muy Duchamp, que lo que hacía en sus ready-mades era disponer los objetos como hacían al fin y al cabo los maestros del género”.

En las pinturas late asimismo una mirada al paso del tiempo. “Aquí se exponen obras que tenía empezadas cuando me aparté de la escena artística, y a las que he vuelto luego. Me interesa que se observen las diferentes capas, e incluso en los cuadros nuevos he intentado que los elementos se solapen unos a otros”: Midnight Sushi se articula así como un festín generoso, repleto de lecturas y de sugerencias. 

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